12 de Octubre, Día de la Hispanidad.
«La Hispanidad, una categoría histórica, por lo tanto espiritual, que ha hecho, en unidad, el alma de un territorio, con sus contrastes y contradicciones interiores».
Artículo recuperado de octubre de 2020. Publicado ahora en la revista El mentidero de la Villa de Madrid núm. 810 (12/OCT/2023), continuadora de Desde la Puerta del Sol. Ver portada El Mentidero en La Razón de la Proa (LRP) Solicita recibir el boletín de LRP.
12 de Octubre, Día de la Hispanidad
Suele decirse que la palabra hispanidad tiene su principio en el vasco monseñor Zacarías de Vizcarra. Incluso en una de las enciclopedias consultadas hemos leído: «El profesor español López Ibor define la Hispanidad, término creado por monseñor Vizcarra». Pero esto no es cierto como vamos a ver, porque es el propio monseñor quien lo desmiente en un escrito que publica en El Español, semanario dirigido por Juan Aparicio, antiguo jonsista, bajo el título de Origen del nombre y fiesta de la Hispanidad, dice:
«En varias oportunidades y en diversas revistas he aclarado conceptos inexactos o confusamente expresados que corren por los libros y la prensa acerca de los orígenes históricos del nombre, concepto y fiesta de la Hispanidad, por atribuírseme a mí equivocadamente la invención material de ese vocablo, al mismo tiempo que se pasan por alto circunstancias históricas que señalan el punto de arranque del hermoso movimiento que se distingue con dicho nombre».
Por su parte, el filósofo Gustavo Bueno, expuso un día que: «la idea de una Hispanidad centrada en torno a la cultura cristiana más tradicional (Zacarías de Vizcarra, en 1926; Ramiro de Maeztu, en 1934) es considerada por la izquierda como expresión de la derecha más reaccionaria; sin embargo, el término Hispanidad fue acuñado por Unamuno» quien así lo expresa:
«Digo hispanidad y no españolidad para atenerme al viejo concepto histórico-geográfico de Hispania, que abarca a toda la península ibérica. Digo hispanidad y no españolidad para incluir a todos los linajes, a todas las razas espirituales, a las que ha hecho el alma terrena y a la vez celeste de Hispania, de Hesperia, de la península del Sol Poniente. Y quiero decir con Hispanidad una categoría histórica, por lo tanto espiritual, que ha hecho, en unidad, el alma de un territorio, con sus contrastes y contradicciones interiores. Porque no hay unidad viva si no encierra contraposiciones íntimas, luchas intestinas».
Ahora es el hijo del filósofo Bueno, Gustavo Bueno Sánchez, quien escribe que el 11 de marzo de 1910 publica Miguel de Unamuno un artículo en el periódico La Nación, de Buenos Aires, titulado Sobre la argentinidad, que comienza:
«En mi correspondencia anterior, primera de las que dedico al libro de Ricardo Rojas 'La restauración nacionalista', libro henchido de sugestiones, usé dos palabras que ignoro si han sido o no usadas ya, pero que ciertamente no corren mucho. Son las palabras americanidad y argentinidad. Ya otras veces he usado la de españolidad y la de hispanidad. Y los italianos emplean bastante la voz 'italianitá'».
Recuerda también Bueno Sánchez al periodista español Eugenio García Nielfa a quien se puede considerar como el escritor que con más continuidad hizo uso del término hispanidad entre 1914 y 1925. En el Diario de Córdoba, el 8 de noviembre de 1914, menciona esa palabra por vez primera:
«Sin agresividad para Inglaterra, puede España tener planteada la cuestión de Gibraltar, cuya hispanidad es indudable, no ya por la historia y la geografía, sino por las características actuales de los calpenses, quienes siguen hablando español y se siguen apellidando como la mayoría de los españoles, que no en vano son hermanos gemelos de los calpenses que, al ser ocupada Gibraltar por Inglaterra, se refugiaron en los alrededores de la ermita de San Roque y fundaron la población de este nombre».
En 1925, según Bueno Sánchez, Habid Estéfano ideólogo hispano de origen libanés, ya había utilizado, en 1925, la palabra hispanidad. Efectivamente, fue Rodolfo Gil Torres-Benumeya, periodista e historiador español, el que escribió que fue Habid Estéfano...
«Quien más se distinguió en el empeño identificador desde que en 1925 creó la palabra hispanidad como paralela a la de arabidad (correspondiente a la palabra árabe Urabah). Estéfano fue delegado del general Primo de Rivera para atracción de la exposición de Sevilla, porque creía providencial el hecho de que las ciudades andaluzas del Guadalquivir donde estuvieron las sedes de los jalifatos e imperios musulmanes sobre España y el norte de África, fuesen luego cabecera del descubrimiento y la colonización de América…».
Bueno Sánchez cree que el concepto de hispanidad es imparable a partir de 1926, donde ya se advierte su florecimiento y expansión: cada vez se hará más frecuente e irá ya adquiriendo una presencia imparable. Simbólicamente se puede fijar como punto de inflexión, nada gratuito, la hazaña que el comandante Ramón Franco Bahamonde, el capitán Julio Ruiz de Alda y el mecánico Pablo Rada culminaron el 10 de febrero de 1926, cuando amerizaron en Buenos Aires a bordo del hidroavión Plus Ultra, en el que había despegado el 22 de enero, precisamente desde Palos de la Frontera «cuna del descubrimiento de América». Tampoco es casualidad que el Plus Ultra, donado por Alfonso XIII a la Armada Argentina, se convierta hoy en el museo provincial de Luján, junto a la rica basílica donde habita la Virgen que es patrona de la Argentina y junto al modesto monumento que señala el «kilómetro cero de la argentinidad».
Permítaseme finalizar este corto artículo con unas palabras Guillermo Cabrera Infante, escritor y guionista cubano, que después de exiliarse de su país obtuvo la ciudadanía británica, obteniendo en 1997 el Premio Cervantes, cuando dice que es una aberración llamar latinoamericanos a los hispanoamericanos. Tiene toda la razón porque éstos no heredaron el latín como España, sino que heredaron el español:
«¿Desde cuándo está la Roma antigua en México? ¿Y en Buenos Aires? ¿Quién germinó esa aberración?», pregunta Cabrera.
Para él quien introdujo el término latino fue un ministro de Napoleón III para justificar de alguna manera su intervención en Méjico:
«Al pobre emperador Maximiliano, que pretendía ser rey de México, lo fusilaron y su esposa Carlota murió absolutamente loca en Bélgica, cantando habaneras».
Y Cabrera seguía haciendo preguntas y decía que en Paraguay los indígenas ofician el guaraní, pero...
«¿Desde cuándo o desde dónde hablan esos indígenas el latín? O los indígenas de los dominios del enmascarado: ¿hablan los lacandones, que surgieron después de los mayas, el latín?».
Y no debo terminar sin citar a Ramiro de Maeztu que rechazó cualquier idea de carácter imperialista que viniera de la idea de Hispanidad. Para él el Imperio español era una Monarquía misionera, que el mundo designaba propiamente con el título de Monarquía Católica. Otros, en pleno ardor juvenil, definieron la Hispanidad como la revolución nacionalsindicalista. Sin embargo, nada que se parezca a imperialismo había en esta definición. El imperialismo es otra cosa: es la actitud y doctrina de quienes propugnan o practican la extensión del dominio de un país sobre otro u otros por medio de la fuerza militar, económica o política.
Maeztu criticó que al 12 de Octubre se le titulara Día de la Raza, porque en el mundo hispanoparlante son infinitas las razas que habitan en él, por lo que parece, más bien, una denominación incongruente.
«Sólo podría aceptarse –dice Ramiro de Maeztu– en el sentido de evidenciar que los españoles no damos importancia a la sangre, ni al color de la piel, porque lo que llamamos raza no está constituido por aquellas características que pueden transmitirse al través de las oscuridades protoplásmicas, sino por aquellas otras que son luz del espíritu, como el habla y el credo. La Hispanidad está compuesta de hombres de las razas blanca, negra, india y malaya, y sus combinaciones, y sería absurdo buscar sus características por los métodos de la etnografía».