El Camino dio a Europa la libertad.
En los puntos principales del Camino surgieron barrios de artesanos y de comerciantes a los que genéricamente se daba el calificativo de francos. Pero la franquicia no es otra cosa que el signo de la libertad, de modo que el hábito jacobeo se identificaba también con la supresión paulatina de la servidumbre.
Publicado en Desde la Puerta del Sol, núm. 482, de 25 de julio de 2021. Recuperado de la revista Altar Mayor, nº 160, de verano de 2014. Ver las portadas de Desde la Puerta del Sol y Altar Mayor en La Razón de la Proa (LRP). Recibir actualizaciones de LRP (un envío semanal).
El Camino dio a Europa la libertad
En torno al año 829, el obispo de Iria Flavia comunicó la noticia de que se había descubierto la tumba de Jacobo. Como el lugar había sido detectado por medio de una estrella, se le denominó Campus Stellae, de donde sale nuestro moderno Compostela. Para toda la cristiandad occidental se trataba de un acontecimiento de hondas repercusiones.
Hasta el siglo XI, la presencia jacobea afectará casi exclusivamente a los monarcas españoles. Un sobrino del abad Miró, que pertenecía a la estirpe de los condes de Barcelona, viajó por toda España a fin de mover, en las primeras décadas de este siglo, el espíritu de colaboración entre los reinos, impulsando además la entrada de los benedictinos reformados franceses que obedecía el modelo de Cluny. La paz garantizaba el trato al adversario y también el respeto a religiosos, eclesiásticos, campesinos, mujeres y niños. Este cambio en la mentalidad iba a ejercer una gran influencia en el papel que se iba a asignar a las peregrinaciones.
La peregrinación era algo más que la visita a un lugar sagrado. De acuerdo con el Antiguo Testamento, debía considerarse como una alliyah, un ascenso. Se sube, desde una vida de pecado a un punto en que es posible la purificación que conlleva el perdón. En la raíz profunda de la costumbre jacobea encontramos aquello que los siglos medievales llamaron la gran perdonanza. Pues todos los pecados podían obtener en Compostela el perdón, lo cual significaba el retorno a una vida nueva. Nadie puede darse por definitivamente perdido. Con este radical optimismo ético, Santiago ponía fin a una herencia grecolatina que liga al hombre indeclinablemente a su destino, y le otorga la libertad.
Así nació el camino francés, ya que todos los europeos que emprendían la peregrinación debían atravesar Francia. Además de motivos religiosos entraban en el viaje los económicos. En los puntos principales del Camino surgieron barrios de artesanos y de comerciantes a los que genéricamente se daba el calificativo de francos. Pero la franquicia no es otra cosa que el signo de la libertad, de modo que el hábito jacobeo se identificaba también con la supresión paulatina de la servidumbre. La población española que se dedicaba a estas nuevas profesiones, se instaló también en los burgos de francos y fue consiguiendo estructuras jurídicas y administrativas que se condensan en cartas o fueros. Ésta es la causa de que las primeras y más importantes organizaciones de municipios aparezcan relacionadas con el camino francés. Desde él se extendieron después a todos los reinos. No hay que olvidar que España se adelanta a otras naciones de Europa en este terreno; aquí nacieron las primeras asambleas del Tercer Estado, que seguimos llamando Cortes.
En los siglos XII y XIII la peregrinación, vía de sacrificio, hizo nacer en Europa una nueva conciencia relacionada con la aplicación de la justicia. No puede negarse la posibilidad del arrepentimiento y renovación. Por otra parte, la pena impuesta puede ser, aparte de castigo, vía de recuperación del delincuente.
En muchas ciudades de Europa se utilizó la peregrinación como sustitutoria de la pena de muerte. Todavía hoy, en lugares remotos, hallamos iglesias dedicadas a Santiago el Apóstol, que nos recuerdan esta condición. Compostela ha sabido crear benevolencia y cultura. El Camino francés fue también trayecto para los poetas, que iban recogiendo sobre la marcha muchos de los temas que después desarrollarían. Frente al culto al caballo y a la espada, las normas jacobeas enseñaban las nuevas consignas de la paz y de la tregua de Dios.
Muchos viajeros llegaban a Galicia en barco y esta vía marítima beneficiaba de modo especial a los ingleses. Por esta vía llegó, a principios del siglo XIII, el conde de Leicester Simón de Monfort, que tuvo la oportunidad de ver cómo funcionaban las Cortes con el tercer estamento. Fue él, precisamente, quien, en 1258, introdujo en Inglaterra la Cámara de los Comunes.