Emigración, inmigración, migraciones
¿Cuál podemos imaginar que sería el pensamiento de José Antonio sobre el problema de la inmigración? El pensamiento de José Antonio está inscrito en el humanismo cristiano. En su época no había inmigración en España, por lo que no pudo posicionarse ideológicamente acerca de la misma. Pero, ¿nos es dable aventurar algunas hipótesis acerca de ese problema? He aquí algunos rasgos a considerar...
Artículo recuperado de La Razón de la Proa (LRP), publicado el 22/11/2019. Recibir el boletín semanal de LRP (servicio gratuito).
Emigración, inmigración, migraciones
- La inmigración (la migración que entra) y la emigración (la migración que sale) son la misma cosa: migraciones de personas de un lugar a otro de la tierra.
- Las migraciones constituyen un fenómeno humano de todos los tiempos; son una ‘realidad’ de la Historia.
Las migraciones son movimientos humanos pacíficos; las migraciones violentas son invasiones, y pertenecen a una categoría distinta de movimientos humanos. En realidad, éstas no son migraciones.
La tierra, el planeta Tierra, es la casa del género humano. Toda ella es un proindiviso de todos los humanos. Pretender que un ser humano está atado desde su nacimiento y para toda la vida a un determinado trozo del planeta, es una doctrina legal aberrante, aunque ya rigió en épocas pasadas, llamadas ‘oscuras’, en diversas partes del mundo; en Europa, con la institución de los ‘siervos de la gleba’, que, tras la caída del Imperio Romano, fue una de las manifestaciones del feudalismo. Eran siervos los hombres y mujeres ‘adscritos’ a una determinada propiedad agraria, de la que no podían salir, y que vivían en régimen de semiesclavitud.
España, país históricamente de emigración, ha devenido en los dos últimos decenios en país de inmigración. Esto ha producido una fenomenología nueva, con aspectos en la sociedad tanto de acogimiento como de rechazo, con enfrentamientos larvados entre defensores y opositores.
Se dan argumentos culturales y económicos por parte de quienes se oponen a la inmigración.
- En su vertiente cultural, se teme la irrupción en el ámbito propio de gentes que traen consigo costumbres y creencias distintas a las oriundas, y se recela que de ello se deriven choques y antagonismos; es definitiva, que se altere la ‘paz’ anclada en la tradición socialmente vigente.
- En la vertiente económica, la oposición a la inmigración se bifurca en dos ramales: por un lado, se aduce un agravio comparativo entre los oriundos y los advenidos, al considerar que éstos se ‘aprovechan’ de las ventajas sociales imperantes, a cuya creación y mantenimiento no han ‘contribuido’; por otro lado, los oriundos recelan de que los advenidos, al entrar en competencia laboral con ellos, les puedan privar de oportunidades de trabajo.
Estos argumentos culturales y económicos no se basan, como se ve, en consideraciones xenófobas y racistas, aunque no por ello deje de reconocerse la existencia de personas oriundas que mantienen esas posturas con los inmigrantes, pero sólo constituyen una ínfima proporción. Se puede decir, así, de forma rotunda, que España, como país y como sociedad, no es ni xenófoba ni racista. Y eso lo hemos demostrado con creces a lo largo de los tiempos.
Existe una tercera categoría de opositores a la inmigración, que se basan en un argumento al que podríamos llamar ‘administrativo’. No se oponen a la inmigración como concepto y realidad, sino a la ‘forma’ en que muchísimas veces se produce, desordenada y sin control alguno, y totalmente desvinculada de las necesidades de mano de obra (en todos los niveles) del país, y de la capacidad de acogimiento tanto a nivel gubernamental como social.
Esta oposición ‘administrativista’, mantenida mayoritariamente por las llamadas ‘derechas’ políticas, es prudente y razonable, y concilia mejor el derecho de todo ser humano a la libre movilidad por todo el orbe con la necesaria ordenación de los flujos migratorios, de tal manera que éstos no deriven en problemas mayores para las comunidades receptoras (y, por ende, para los propios migrantes).
La única exigencia que, como contrapartida, es necesario poner en práctica de verdad, es poner en marcha un ambicioso, generoso y estimulante programa de ayuda a los países emisores de emigración, concebido al estilo que predica el modelo chino: el objetivo no debe ser sólo dar un pez al hambriento, sino enseñarle a pescar.
El laissez faire, laissez passer (dejar hacer, dejar pasar) que pregona para la inmigración la propaganda de las llamadas ‘izquierdas’ es, simplemente, una mentira, un bluf, una pose, un engaño, y un error.