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Lo que queda de España.

Es preciso observar muy críticamente, ante esa nueva situación en la que hoy queda España, si existe, en el gobierno actual, una orientación adecuada.

Artículo publicado en Cuadernos de Encuentro, núm. 151, de Invierno de 2022/23. Ver portada de Cuadernos de Encuentro en La Razón de la Proa (LRP).

Lo que queda de España


Exclusivamente, plagio el título de un libro de Jiménez Losantos, así titulado, editado por Ajoblanco, en 1979, de un contenido muy valioso. Mas, el presente artículo, planteado de modo dispar, está basado en una realidad que ha acompañado a la España creada, a partir de 1492, por los Reyes Católicos, y que fue la que desapareció por el Tratado de Amiens, a comienzos del siglo XIX, aparte de haber logrado triunfar sobre tendencias, de algún modo secesionistas, que se encontraban detrás de las guerras carlistas. A partir de 1898, contemplamos otra España, heredera de esa evolución política y que se intentó consolidar, como expuso Perpiñà Grau, en 1935 –en un artículo aparecido en la importante revista alemana de economía Weltwirrtschftliches Archuiv, en febrero de 1935–, señalando que, a través de su reciente historia, se había orientado España hacia una realidad creciente de tipo autárquico.

En estos momentos, como consecuencia de las medidas de política económica desarrolladas a partir de 1957 y continuadas durante la Transición, nuestra realidad económica ha pasado a ser radicalmente distinta, tras nuestro ingreso en la Unión Europea. Pero, simultáneamente, a partir del inicio de esta vinculación, se observa que España –que había cerrado, aparentemente, su historia y dimensiones geográficas–, desde 1939 ha pasado a ofrecer un panorama totalmente diferente del previamente existente.

En primer lugar, da la impresión de que se habían liquidado, en 1939, planteamientos secesionistas. Parecía contemplarse, únicamente como algo original, la situación foral de Álava y Navarra, por su papel en la guerra civil reciente. Pero, a lo largo de la evolución española durante la Transición, surgieron pronto otros planteamientos de tipo secesionista, con mayor o menor impacto, que crecieron con fuerza, tanto en Cataluña y en el País Vasco, como incluso en Navarra, en Valencia, en Baleares y en Canarias. Como consecuencia, apareció una herencia, mezcla de romanticismo, de presión proteccionista y de derivación heredada de viejas ideas carlistas vinculadas a tesis históricas antiliberales, que dieron lugar a que España, hoy, abandone la idea, nacida tras la Constitución de Cádiz, de que debería existir una igualdad político-administrativa en todo el territorio, basada en las provincias y en los municipios. La rectificación de este punto de vista en la Constitución de 1978, con la aparición de las comunidades autónomas, aparte de la situación especial de Ceuta y Melilla, muestra un cambio extraordinario.

Aparte de eso, y precisamente desde 1939, había pasado a tener la orientación del conjunto político de España, un impulso ligado, de mil modos, a la Iglesia católica; pero también relacionado con una orientación política nueva. Basta recordar que, como una especie de reacción católica tras el cataclismo de la Segunda Guerra Mundial, apareció el movimiento Pax Romana, con derivaciones intelectuales muy importantes: una de ellas fue el llamado Instituto de Cultura Hispánica. Y este mensaje hizo nacer en España un intento político de vínculo que, incluso a partir de instituciones oficiales, incluía a Filipinas. Yo recuerdo cuando, en la Asociación Cultural Iberoamericana, en la sección universitaria a la que yo pertenecía, recibía puntualmente, y sin demasiado retraso, el Diario de Manila. Hoy, el español ha sido borrado como lengua en ese país, como consecuencia de la acción sucesiva de Estados Unidos, a partir de 1898 y de Japón, en la Segunda Guerra Mundial.

Pero ese mundo iberoamericano pasó a tener una vinculación amplísima en España, gracias a la existencia de colegios mayores universitarios que recibían becarios de esas regiones, y que daban lugar a publicaciones intelectuales importantes, como los Cuadernos Hispanoamericanos. Para una difusión más amplia, apareció la revista Mundo Hispánico. Y, a través de enlaces variadísimos, pasó a existir un conjunto de conexiones abundantísimas, especialmente con el continente americano, desde Méjico –recordemos la llegada a España de personas clave del sinarquismo–, al Caribe, especialmente con Nicaragua, por motivos políticos e intelectuales, y también a Chile y Argentina, procurando que Brasil no se acabase esfumando de ese planteamiento llamado, por eso, «iberoamericano». Los enlaces fueron extraordinarios, con una proyección política evidente, basada, más que en la geografía, en esos ámbitos universitarios que coordinó el mencionado Instituto de Cultura Hispánica. Por supuesto, también ayudó mucho la emigración española que, previamente, se había dirigido hacia América, tanto por motivos económicos, como por políticos –derivada del exilio republicano, tras la Guerra Civil–. De ahí el papel que, por esto último, se explica, por ejemplo, en la aparición del Fondo de Cultura Económica. Aumentó esas conexiones, también, el cambio ocurrido en España, a partir de la llamada Transición, pues surgieron progresivamente enlaces cada vez más amplios, desde el punto de vista económico, sobre todo en el mundo empresarial. Recordemos aquella portada de la revista Time que, en el ejemplar del 9 de mayo de 2007, dibujaba cómo una serie de empresarios españoles, siguiendo la bandera de España y correctamente vestidos con traje actual y corbata, llevaban colgando en la mano cascos de viejos soldados españoles, asumiendo un letrero que no es necesario traducir, porque es de fácil interpretación: Back to the New World. Corporate Spain has anded in force in Latin America, shapping up important local firms in a new form of Reconquista.

Esa situación que inició España desde 1939, actualmente está en quiebra. Y una de las causas es el cambio radical en la realidad económica iberoamericana, derivada de originales planteamientos iniciados por Prebisch –que precisamente se señalaron por él en España, que tuvieron una importante acogida y un debate con el brillante catedrático de Economía, Manuel de Torres y su adjunto, Hernán Cortés Rodríguez–, lo que se sumó a trabajos históricos que discrepaban radicalmente de, por ejemplo, los puntos de vista del actual papa Francisco, expuestos por él en Bolivia. Todo esto que había vinculado a España con tanta fuerza en el ámbito político y económico iberoamericano, actualmente tiende a esfumarse. Y ello ocurre, a más de en lo económico, también en mil aspectos intelectuales.

Y a esta proyección cada vez menor exterior de España, hacia América y hacia Asia, a través de Filipinas, se ha unido también lo que se observa en el ámbito africano. No sólo ha concedido España la independencia a Guinea Ecuatorial, sino que, muy recientemente, ha entregado el Sahara a Marruecos, después de haber abandonado también, a favor de Rabat, Ifni, territorio africano ocupado durante la Segunda República. Pero además, habíamos contemplado previamente la existencia de un protectorado español encabezado en la parte marroquí del norte de ese país, con la presencia muy ligada a España, de su S.A.I. el Jalifa. Yo recuerdo al hijo del Jalifa estudiando el bachillerato como interno en el Instituto Ramiro de Maeztu, jugando con él al baloncesto, y también sus frases en la visita que hicimos los alumnos al concluir el Bachillerato, a la base naval de El Ferrol, tomando nota de lo que nos –decía –a bordo del crucero Almirante Cervera– un marino que, además de referirse a la expedición reciente para rescatar del mar cadáveres provocados por la entonces existente guerra mundial, señaló que lo que España necesitaba era tener portaaviones.

Todo lo que acabo de narrar, con la independencia de Marruecos, se ha esfumado y los abandonos de Ifni y del Sahara automáticamente significan que no solo España ha cedido un territorio africano amplísimo en esa región, sino también otro amplio territorio marítimo que alcanza las cercanías de Canarias. Y eso también tiene consecuencias en los límites y enlaces en el Mediterráneo, con Marruecos y Argelia. Simultáneamente, en el ámbito marítimo se ha retrocedido en las zonas adecuadas tradicionalmente para la pesca, pasando el control a otras potencias, con un golpe económico, por ello, notable. En relación con la cesión de aguas a Francia, se me ha señalado que fue una contrapartida para que ayudase a liquidar la ETA.

En relación con todo esto, se observa que en la negociación planteada por Europa frente al Reino Unido por el Brexit, no parece que se intente replantear, por España, el problema de Gibraltar, base aeronaval británica que impide el desarrollo económico de la bahía de Algeciras, aparte de perturbar nuestra vida financiera con los planteamientos fiscales y financieros especiales que tiene Gibraltar.

La España que existía en 1939 mostraba, ante las reivindicaciones, una radical oposición. Estoy seguro de que, más de uno de nuestros lectores, al recordar situaciones existentes entonces, y observar que ahora ni siquiera aparecen reacciones adecuadas, se planteen lo que pueda quedar de España.

España había considerado, a partir de 1957, que necesitaba integrarse en el ámbito comunitario de Europa, y simultáneamente, en el de la OTAN, fundamental para los problemas del Atlántico Norte, institución realmente vinculada a Estados Unidos. Pero de pronto, y como consecuencia de la aparición del euro, surge el problema de la identificación especial de Europa, porque el Reino Unido mantiene la libra esterlina. Ese fue un aviso de lo que ha ocurrido recientemente, y nos encontramos con dos problemas; el primero pasó a ser el de los países bálticos y sus concretas cuestiones con la nueva Rusia. Y por otro lado, las derivaciones de la multitud de países y sus respectivos nacionalismos que se encuentran en los Balcanes, prolongándose en mil zonas derivadas de lo que antes habían sido territorios de imperios, ya dependientes de Viena, ya de Berlín, ya lo que se relacionaba con el Imperio Otomano. Todo esto ha creado en Europa un conjunto de situaciones económicas y políticas crecientes y extraordinarias, con nacionalismos que avanzan y que han obligado, precisamente a España, a intervenir militarmente dentro del marco de la OTAN. El reciente conflicto de Rusia vuelve a actuar con movilizaciones de militares españoles que se sitúan en los países bálticos, pero sin abandonar actuaciones de la marina de guerra recientes en el Mar Rojo, y la presencia, para que no se complique más la situación adicional, en África en varios países. Todo esto no se parece en nada a viejas realidades, y por lo tanto, eso que queda de la España anterior es totalmente dispar de lo sucedido en cualquier otra etapa de nuestra historia. La actual crisis europea es creciente y evidente, incrementada por el lado económico y ahí sí que la situación española muestra el hundimiento, en mil aspectos, desde la etapa política del presidente Rajoy. En estos momentos, nos amenaza con un panorama futuro que puede calificarse como lamentable. Y esto se agrava por la apuesta hecha por Europa, que en estos momentos, pasa a tener que titularse como la propia identificación de Europa.

Por todo lo anterior, es preciso observar muy críticamente, ante esa nueva situación en la que hoy queda España, si existe, en el gobierno actual, una orientación adecuada. A mi juicio carecemos, absolutamente, de ella.