Razones y argumentos

Todos estamos moralmente obligados a volver a las tareas del día a día

La ilustración de la derecha corresponde a la carátula de un disco de Doncel, con canciones de marcha del Frente de Juventudes.

Todos hemos vuelto del campamento; en nuestro caso actual, hemos vuelto de aquella época juvenil del pantalón corto, la camisa azul arremangada y la mochila al hombro. Ahora, tocamos una realidad cotidiana, vulgar y a veces cruel. Pero lo que aprendimos ayer no hemos de echarlo en saco roto.


Autor.- Óscar Nieto.
Publicado en el núm. 114 de 'Lucero', 4º trimestre de 2019. Editado por Doncel Barcelona - Hdad. del Frente de Juventudes. Ver portada de Lucero en La Razón de la Proa.

Al volver del campamento

Todos estamos moralmente obligados a volver a las tareas del día a día

Sí, ese es el título de aquella antigua canción: Marchad, marchad… decía su estribillo; pero no nos referimos ahora a ella, aunque seguro que su sola mención habrá provocado a más de uno tararearla bajo la ducha matinal… Queremos hacer mención de las sensaciones que todos teníamos cuando, cada verano, regresábamos a nuestras casas y dejábamos el macuto en el recibidor, acaso aún con polvo acumulado y posible vivienda de alguna pequeña araña inofensiva.

La primera sensación era de tristeza: aquello se había terminado y las tiendas, allá lejos, quedaban vacías.

La segunda, de nostalgia: recordábamos los excelentes momentos pasados al aire libre, las marchas, los actos, los fuegos de campamento…

La tercera, la necesidad de ponernos las pilas en la ciudad: darnos cuenta de que el mundo real era al que habíamos vuelto ahora, y había finalizado el ideal, aquella microsociedad del Campamento Juvenil en la que se ponían en práctica Estilo e Ideal.

Ahora tocaba, por ejemplo, dormir en la cama de siempre, no en la colchoneta sobre la rejilla; madrugar, no para echar a andar por las montañas, sino para ir dentro de poco al colegio, o a la universidad, o al trabajo; estar al quite de las faenas caseras compartidas y, si acaso, preparar los exámenes de septiembre, si es que nos había quedado alguna asignatura colgada.

Y, sobre todo, no fallarles a nuestros camaradas, que también se reintegrarían al Hogar, para contarnos mutuamente las experiencias de las diferentes actividades a que habíamos asistido y continuar el plan de actividades y los esfuerzos de cada año.

Pues bien, todos hemos vuelto del campamento; en nuestro caso actual, hemos vuelto de aquella época juvenil del pantalón corto, la camisa azul arremangada y la mochila al hombro. Ahora, tocamos una realidad cotidiana, vulgar y a veces cruel. Pero lo que aprendimos ayer no hemos de echarlo en saco roto. 

Hay muchas tareas que realizar en nuestra destartalada cada, España. Tenemos que continuar rezando y confiando en Dios, esforzándonos por la unidad entre las tierras y los hombres de nuestros lares, buscando la justicia y proclamando la libertad, sirviendo, en suma.

Y, todo eso en reencuentro poscampamental con nuestros camaradas, que también estarán ahí, llenos de tristeza y nostalgia, pero también de ganas de trabajar. Todos estamos moralmente obligados a volver a las tareas del día a día.