Alternativa falaz
Como decía el poeta, «nosotros somos quien somos, basta de historia y de cuentos»; como joseantonianos, nos afirmamos en nuestros valores esenciales: hegemonía de lo espiritual, humanismo, igualdad esencial entre los hombres, búsqueda de posibilidades de una sociedad más justa y más libre…
Editorial de La Razón de la Proa, de 28 de enero de 2020, recuperado para ser nuevamente publicado el 21 de enero de 2023.
Alternativa falaz
España –y toda Europa, por no decir el mundo entero– parece estar abocada a elegir entre dos posiciones ideológicas y prácticas, que, en el fondo, esconden una unanimidad de fines y, por lo tanto, son eminentemente falsas: por una parte, el neoliberalismo, teórico sustentador de las libertades individuales, y, por la otra, el marxismo cultural o izquierda progresista, que se afana en una transformación, no estrictamente política, sino antropológica y ética, desdeñosa con los valores de la dignidad y la libertad.
Observamos que esta segunda opción lleva la voz cantante, no solo en la propaganda, sino en la imposición real de sus propuestas; pero la primera alternativa nunca se opone al fondo de esos planteamientos, sino que los tolera y acoge, y tan solo discrepa –de cara a la galería– en meros tecnicismos reducidos al ámbito del economicismo; en ningún momento lleva a cabo una ofensiva cultural, ni siquiera cuando la teórica izquierda roza o cae de lleno en el absurdo o en la sandez más abyecta. Así, la evidencia de un pensamiento único recorre países y conciencias.
Nos preguntamos si no estamos inmersos en una mera estrategia global, con reparto de roles para seducir a los incautos. Ambas tendencias, tan antagónicas en la superficie, coinciden en su materialismo más descarnado: el ser humano es considerado desde un inmanentismo absoluto, sin concesión alguna a su condición espiritual, y no digamos religiosa. Pero, además, ambas corrientes navegan en la misma dirección y hacia el mismo puerto de arribada: un nuevo orden universal, supeditado al hipercapitalismo financiero y dirigido por él, bajo la máscara democrática, con los dogmas de la tecnología y el cientifismo.
Ni la izquierda progresista persigue de verdad transformaciones profundas del sistema neocapitalista ni el liberalismo se opone a las raíces de la Ideología única imperante, quizás porque está íntimamente de acuerdo con ella, aunque discrepe en las formas. No existen dos bloques ideológicos ni dos actitudes humanas enfrentadas; un mismo sistema sustenta ambas alternativas; y, fuera de estas, todo es considerado demoníaco, merecedor de la condenación más absoluta, sin paliativos, sea echando mano de los fantasmas del pasado, sea reduciendo la oposición real al ridículo o al silencio.
Nosotros no estamos alineados con ninguna tercera vía, que no existe realmente y presenta gran complejidad de posturas. Como decía el poeta, nosotros somos quien somos, basta de historia y de cuentos; como joseantonianos, nos afirmamos en nuestros valores esenciales: hegemonía de lo espiritual, humanismo, igualdad esencial entre los hombres, búsqueda de posibilidades de una sociedad más justa y más libre…
No entramos en el juego espurio de la falsa alternativa ni contemporizamos con ninguna posición.