Consideración del trabajo
Una meta para alcanzar es la consideración, por parte de todos, que el trabajo tiene una doble faceta: la individual y familiar, para satisfacer las necesidades humanas, y la colectiva, como 'aportación a una empresa común llamada España'.
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Consideración del trabajo
Hemos escuchado recientemente la triunfal noticia de que «el paro en España ha bajado de los tres millones»; nos congratulamos de ello, pero no dejamos de meditar que todavía existe la friolera de dos millones, novecientos mil y pico de españoles que carecen de un puesto de trabajo. No es, precisamente, para echar las campanas al vuelo.
Entendemos que el trabajo es el mejor título de dignidad civil; otra persona dijo una vez que «no reconocíamos otra aristocracia que la del trabajo» …y actuó en consecuencia desde su puesto de servicio. Pero aquello queda muy lejos, y es preciso detener nuestra mirada a la España de hoy.
Los convidados y los zánganos son, hoy en día, referentes para una triste parte de la sociedad, deslumbrada aún por los pelotazos, el influjo de los influencers y el acceso fácil a la posición de unas elites financieras; el hedonismo preponderante es un valor en alza en estos sectores, a los que importa muy poco la realidad de esos españoles en paro, que viven en situaciones precarias, entre la subida de los precios de lo más básico, la escasez de viviendas dignas y, en muchos casos, lindando con la pobreza.
Si hemos mencionado a los convidados y zánganos, es porque, además, no se nos quita de la cabeza el parasitismo social encarnado por numerosos políticos y consejeros, que han pasado de la afiliación al partido de turno al cargo político, sin haber dado palo al agua en su vida, y, en muchas ocasiones, sin la preparación de unos estudios; en otros casos, del aula se ha pasado al despacho consejeril, sin que el taller o la oficina hayan manchado sus manos.
Así, estos cucos están formando parte del nuevo establishment, que sobrenada todas las situaciones de estrechez de muchísimos españoles; es una nueva clase privilegiada, que contrasta con el resto de la sociedad, invitada solo a votar a sus representantes cada cierto tiempo, tras escuchar las promesas electorales que nunca se cumplen en casa de los desfavorecidos.
Proponemos una sociedad y un Estado distintos, en los que existe, no solo nominalmente, el derecho y el deber del trabajo. Para que sean efectivos, hace falta revisar muchas cosas: los criterios empresariales, los enfoques y estructuras sindicales, los incentivos al cooperativismo de producción, el sistema del crédito, las condiciones de acceso a una vivienda… Todo ello en choque abierto con el Sistema vigente.
Una meta para alcanzar es la consideración, por parte de todos, que el trabajo tiene una doble faceta: la individual y familiar, para satisfacer las necesidades humanas, y la colectiva, como aportación a una empresa común llamada España.
Pero, previo y más importante, es un cambio de mentalidad de las personas, que incluso malviven como peces en el agua con la situación actual; a veces hemos repetido que el capitalismo, antes que un sistema económico o unas estructuras injustas, es una mentalidad, que alcanza a todos los estratos sociales.
Aquellos antiguos planteamientos de que algún día se llegara a no enajenar el trabajo como una mercancía y se pudiera superar la estructura de la producción como relación bilateral entre capital y trabajo pasan, necesariamente, por este cambio de mentalidad. Y esto es tarea, sobre todo, de la educación. A ello nos aprestamos.