Dudas razonables
Claro que se debe proteger la naturaleza (los creyentes la llamamos Creación) y evitar que el 'progreso indefinido' (mito de los albores de la Ilustración) perjudique lo que está en usufructo de todos y no es propiedad de una serie de generaciones ávidas de riqueza y detentadoras de la más alta y novedosa tecnología.
Editorial de La Razón de la Proa (LRP) de noviembre de 2021, recuperado para ser nuevamente publicado en abril de 2024. Solicita recibir el boletín semanal de LRP.
Dudas razonables
Tras la cumbre del G-20 en Roma, comenzó la vigesimosexta Cumbre del Clima, COP 26, en Glasgow, con asistencia de representantes de casi doscientas naciones. De la primera cumbre, solo se acordaron vaguedades sobre lo que ahora se llama emergencia climática (hasta hace poco, cambio climático, y, antes, calentamiento global); de la segunda, tampoco se esperan grandes conclusiones, además de que están ausentes China y Rusia, teóricos grandes contaminantes, y los demás harán, como siempre, lo que les convenga.
Somos, como se ve, escépticos, pero no solo en relación a la adopción de grandes acuerdos reales por parte de las naciones representadas, sino con respecto al fondo mismo de la cuestión; se nos antoja que la nueva deificación de la Pachamama puede ser otro de los señuelos del Sistema, que este utiliza para esconder otras realidades más crudas y evidentes, como la desigualdad mundial en la distribución de la riqueza, el predominio sin límites de la economía financiera globalista o los intereses geoestratégicos de las grandes potencias.
Atrás quedó en la historia aquel profeta llamado Al Gore con sus predicciones apocalípticas (por ejemplo, aquello de que en 2013 el Ártico se quedaría sin hielo) y, más recientemente, parecen haberse callado los gimoteos de la adolescente Greta Thumberg, que también ha desaparecido por el escotillón de los escenarios de la propaganda oficial.
Por supuesto, en La Razón de la Proa, no somos científicos avezados y podemos estar en un error. Quien sí lo es, verbigracia, es Robert Laughlin, Premio Nóbel de Física, que dijo aquello de «Mantengan la calma. No tenemos poder para controlar el clima». Y lo cierto es que, contrariamente a lo que nos venden, existe polémica entre los científicos sobre si se trata de un cambio climático (o emergencia global o “estamos cavando nuestra propia tumba” …) o de ciclos de la naturaleza, ante los cales no tiene el ser humano capacidad alguna de decisión.
Ofrecemos a continuación algunos datos de la revista Nature, transcritos por Fernando del Pino-Sotelo (revista Altar Mayor, número 190), que nos limitamos a consignar sin más comentarios:
- El mayor responsable del efecto invernadero es el vapor de agua y no los gases residuales, como el CO2 (0,04 % de la atmósfera) o el metano, ese del que es responsable el ganado vacuno, según el ínclito Alberto Garzón, que nos pide no comer carne…
- La aportación neta del oxígeno de los bosques es insignificante.
- Entre 1040 y 1975, la correlación entre CO2 y temperatura fue negativa, y, en lo que llevamos del siglo XXI, es muy débil.
- Desde 1979, el ritmo de calentamiento global es de 0,15º C por década.
- El ritmo de crecimiento del nivel de los mares es de entre 1,5 y 3 mm. al año; en 2100, habrá aumentado tan solo entre 12 y 24 cm.
- Ni los huracanes, sequías o inundaciones han aumentado desde hace un siglo.
- Actualmente, existe una pausa en el calentamiento del Planeta, por lo menos desde 1998 hasta 2014, cosa que tiene descolocados a los agoreros.
Claro que se debe proteger la naturaleza (los creyentes la llamamos Creación) y evitar que el progreso indefinido (mito de los albores de la Ilustración) perjudique lo que está en usufructo de todos y no es propiedad de una serie de generaciones ávidas de riqueza y detentadoras de la más alta y novedosa tecnología.
Pero, de eso a que nos ofrezcan como dogmas oficiales lo que son verdades a medias, suposiciones y auténticas dudas razonables, hay un abismo. Seguro que nuestros representantes en Glasgow aceptan comulgar con ruedas de molino. Nosotros, no.