España, una rara avis en el concierto internacional
Salgamos del atolladero tercermundista al que nos está empujando el gobierno de Sánchez y sus amistades peligrosas, España debe mostrar su firmeza como nación occidental y dejar de ser una rara avis en el concierto de las naciones.
España, una rara avis en el concierto internacional
Ahora sí que se nos puede aplicar, con toda justicia, aquel España es diferente, objeto de burla en su día por parte de los antecesores de la progresía actual.
Porque resulta que, por obra y gracia de este gobierno, nos estamos adentrando en un absurdo camino en el que se provoca, por una parte, el aislamiento internacional, y, por la otra, una clara mediatización extranjera.
Lo primero –el aislamiento–, con respecto a las naciones de nuestro entorno occidental; lo segundo –la mediatización– por influencias o maniobras de países ajenos a este.
Hemos quedado descolgados del eje Francia-Alemania, que han preferido a Polonia como alátere ante la incertidumbre constante, en lo político y en lo económico, a que nos va llevando el tándem Sánchez-Iglesias; por otra parte, el amigo americano expresa sus dudas ante el hecho de escorarnos a babor de manera tan evidente.
Las influencias mediatizadoras adoptan un descabellado tinte indigenista; la Venezuela de Maduro, como mentor y guía: aún no se han apagado los ecos del rocambolesco suceso de la embajada boliviana y empieza un inacabable rosario judicial y político de la tournée de Ábalos por Barajas con la señora Delcy Rodríguez y su voluminoso y sospechoso equipaje…
Y, entretanto, Argelia y Gibraltar amplían sus aguas jurisdiccionales en detrimento de España, sin que nadie, al parecer, se haya enterado.
Y si hablamos de Gibraltar, advertiremos que no se ha querido aprovechar en modo alguno la situación en que ha colocado el Bréxit a esta colonia en suelo español…
Si la política interior presenta tintes más que sombríos en cuanto a la integridad española y a la propia convivencia nacional, la exterior es un puro dislate.
Los amiguismos ideológicos y los atávicos tics de la izquierda están arrumbando con los intereses de España en el marco internacional.
Nuestras dos grandes áreas históricas y culturales son Europa e Hispanoamérica; en la primera, estamos uncidos inexorablemente a la Unión Europea, tan debilitada y dubitante, y hemos de jugar en ese campo a las duras y a las maduras, sin abajamientos, eso sí, de posturas críticas y constructivas.
En la segunda, debemos reclamar un papel, no predominante pero sí cooperador, para el hermanamiento, todo lo contrario de lo que representa ese indigenismo, fórmula nacionalista trufada de neomarxismo y equivalente a los otros nacionalismos, de inequívoca raíz etnicista, que pugnan por destruir la unidad de España.
Salgamos del atolladero tercermundista al que nos está empujando el gobierno de Sánchez y sus amistades peligrosas, España debe mostrar su firmeza como nación occidental y dejar de ser una rara avis en el concierto de las naciones.