Invitación al disenso.
No basta con una 'rebeldía personal' ni con una 'transgresión ocasional', hay que adoptar conscientemente una posición afirmativa de que existen otros valores, otras ideas, otros modos de entender al ser humano...
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Invitación al disenso
Son legión los ciudadanos que, disconformes con la trayectoria por la que transcurre España, han optado o por una rebeldía personal e intransferible, plagada de negaciones, o por retirarse a sus celdas monacales o a sus torres de marfil.
Otros se conforman con depositar, cuando toca, su voto e n las urnas, siempre pendientes de la teoría del mal menor, pero sabiendo en su fuero interno que, mande quien mande, los presupuestos ideológicos del Sistema permanecerán inalterables: cambiarán las personas, las políticas concretas de esto o de lo otro, menudearán otros escándalos de corrupción, ciertos o simplemente propagados, pero se cumplirá inexorablemente la máxima lampedusiana: cambiar para que todo siga igual.
Entre esta multitud de ciudadanos disconformes hay muchos que coinciden con nuestros orígenes y militancias juveniles, pero mantienen una actitud pasiva, solo rota por un encuentro amigable con sus camaradas en determinadas fechas o conmemoraciones. Desde La Razón de la Proa afirmamos que no basta con esta actitud vital de disconformidad.
Siguiendo al gran pensador argentino Alberto Buela, proponemos que adopten la actitud del disenso. Se opone, claro, al consenso establecido por todas las fuerzas políticas del Sistema, y que es, en realidad, el acuerdo tácito, expreso o dirigido para que se mantengan in aeternum las bases ideológicas actuales.
Según Buela, disenso es «otro sentido, divergencia, contrario parecer, desacuerdo. No solo es negar, sino pretender otro sentido al que actualmente poseen las cosas y las acciones de los hombres y del mundo que nos rodea». No basta con una rebeldía personal ni con una transgresión ocasional, sino que es adoptar conscientemente una posición afirmativa de que existen otros valores, otras ideas, otros modos de entender al ser humano, la sociedad, la economía, la participación, la propiedad, el trabajo, la empresa.
Sabemos de antemano que los grandes temas no van a cambiar, triunfe quien triunfe en unas elecciones; que la apuesta por la ingeniería LGTBI, el feminismo y el ecologismo radicales, las políticas migratorias, el predominio de la economía financiera sobre la productiva, la globalización, las autonomías, el vaciamiento de España o el atlantismo como guía de Europa, etc. están ya predecididos de antemano. ¿No podemos y debemos oponer a estas razones las nuestras?
El consenso establecido fija en qué debemos creer y qué debemos rechazar; las categorías permanentes de razón quedan subyugadas a la voluntad teórica de las mayorías, que, en realidad, siguen lo que está pactado de antemano y es difundido y propagado por los medios del Sistema. Seamos capaces de disentir y expresarlo así, sin tapujos, en los medios a nuestro alcance, como este que ahora, españolito de a pie, tienes ante los ojos.
Esta es la verdadera postura revolucionaria, no la simple participación en una manifestación callejera, no la tertulia de bar entre amigos, no el abrazo ocasional con quienes sabemos que piensan como nosotros, pero que tampoco lo expresan abiertamente por el qué dirán o por la creencia de que nuestra opinión o acción es inútil.
El falangismo nació como actitud neta de disenso, frente a la derecha y la izquierda de aquellos tiempos. En los nuestros, tanto la nueva derecha como el progresismo están de acuerdo en salvaguardar los fundamentos de un Sistema que los mantiene. Su consenso en los grandes temas es indiscutible. Rompamos la inercia y, de nuevo, salgamos al aire libre, a manifestar nuestro disenso. En acuerdo de hermandad con quienes adopten esta actitud en medio de una sociedad conformista y entregada.