Editorial

La otra 'memoria' sobre el terrorismo.

Se dejó perder, intencionalmente, una maravillosa oportunidad para movilizar al pueblo español en pro, no solo de la 'paz de los cementerios', sino de la unidad de España y del rescate de los valores colectivos.

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La otra 'memoria' sobre el terrorismo


Una buena parte de los españoles ha recordado en estos días pasados el asesinato de Miguel Ángel Blanco, y algunos medios han aprovechado la ocasión para felicitarse por el fin del terrorismo de ETA. Ninguno de ellos, sin embargo y que sepamos, ha sacado a relucir las causas ideológicas últimas que llevaron a la bomba y al tiro en la nuca durante los largos años de la pesadilla terrorista.

En aquellos momentos, el lenguaje políticamente correcto impuso la división entre demócratas y violentos, y se solía acusar a ETA de fascista, solapando hábilmente que ETA era una organización marxista-leninista, fuerza de choque del separatismo, hijuela del PNV y nacida al amparo de un amplio sector del clero vasco.

ETA dejó de existir como tal, debido, en parte, a la acción enérgica de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y, por otra, por acuerdos políticos bajo mano de los que nunca nos enteraremos. Una nebulosa sigue envolviendo aquella situación, del mismo modo, por ejemplo, que nunca nos enteraremos qué impulsos y qué intereses –interiores y/o exteriores– usaron de aquellos “violentos” para el asesinato de Carrero Blanco, a la sazón presidente del Gobierno español.

Como hemos dicho, la historia tiene muchos puntos negros, nebulosas e incógnitas, algunas de ellas sospechadas, pero lo que parece estar claro es que la renuncia a la violencia, aparte de por la acción policial, ya no era productiva para quienes la movían o practicaban y podía ser hábilmente sustituida por la acción política, sin arriar en ningún momento de las ideologías y motivaciones que la habían sustentado.

Recordemos también que, en los días del asesinato del joven concejal del PP, hubo conatos populares, no solo de indignación y repulsa, sino de acción en contra de los asesinos y de sus cómplices; también recordamos cómo el Régimen pacificó las conciencias y dejó todo reducido a cuatro bofetadas entre peñas sanfermineras y abertzales y a alguna acción aislada contra herrikotabernas.

Se dejó perder, intencionalmente, una maravillosa oportunidad para movilizar al pueblo español en pro, no solo de la paz de los cementerios, sino de la unidad de España y del rescate de los valores colectivos.

Ahora, los herederos naturales de la ETA son aliados del Gobierno español e imponen sus designios para hacer las leyes, como la de la memoria democrática,

También, son aliados de este Gobierno los herederos naturales de quienes acudieron a Perpiñán para pactar que ETA no matara en Cataluña y sí en otros territorios españoles.

Claro que todo esto no lo van a estudiar nunca los jóvenes españoles sometidos a los currículos de la ley Celáa, porque toda la historia de España, reciente y remota, –y no solo el franquismo– ha sido secuestrada y manipulada con el fin de controlar el presente y el futuro.

Nosotros tenemos, sin embargo, buena memoria, no sabemos si calificada de democrática o no, pero que se ajusta más a los hechos reales que vivimos y sufrimos todos los españoles. Este editorial es buena muestra de ello…