Otra vez signos de alarma
Las alternativas empiezan por dejar de creer en los mitos y buscar alternativas posibles. Apostemos los falangistas por esas alternativas; seamos capaces de ser revolucionarios en los fines y reformistas en los medios.
Editorial de La Razón de la Proa (LRP) de marzo de 2020, recuperado para ser nuevamente publicado en marzo de 2023. Recibir el boletín de LRP.
Otra vez signos de alarma
Entre paréntesis, sugerencia para adaptar el texto al presente.
La epidemia del coronavirus que se va (fue)* extendiendo por doquier no solo ha despertado (despertó)* todos los signos de alarma en lo que concierne a la sanidad, sino que ya han comenzado a sonar (dio comienzo)*, casi arrebato, las inquietudes y miedos en lo económico.
Parece estar en puertas (está)*, nuevamente, una crisis mundial, peor que la de hace diez años, con alarmantes bajadas de las optimistas previsiones de crecimiento, bruscas caídas de la bolsa, suspensión de eventos internacionales, interrupciones en los suministros industriales, cierre de empresas, pérdida de puestos de trabajo, amenaza de recesión…, y todo ello a escala global, tal como se configura el sistema en que estamos inmersos.
¿Fin del capitalismo? Es evidente que las previsiones en este sentido de Carlos Marx en el siglo XIX y que serían comúnmente admitidas en el primer tercio del siglo XX no se han cumplido ni llevan camino de hacerlo. El propio José Antonio –que no era economista– se equivocó al aceptar los pronósticos marxistas.
El capitalismo no se autodestruye fácilmente, sino que se va renovando, con fidelidad a sus principios. Tampoco es previsible que conjunciones de esfuerzos, más o menos mesiánicos, procuren su sustitución; por otra parte, la izquierda no está por la labor revolucionaria y colabora entusiásticamente con el sistema capitalista, al que dice detestar, mientras promociona antropologías y éticas irracionales para entretenimiento de sus seguidores acríticos.
Pero no es menos evidente que las crisis periódicas del capitalismo se van sucediendo cada cierto tiempo, por mil causas, entre ellas los efectos mariposa actuales; que su configuración actual, a punto de comenzar una nueva crisis, está lejos de atenuar su injusticia de base, la va agigantando:
Esa clase media, más o menos satisfecha, está en trance de desaparecer y un nuevo proletariado –mano de obra barata– está cubriendo el hueco del antiguo, encandilado por los efectos de los Estados del bienestar, también en entredicho.
La alternativa empieza por dejar de creer en los mitos; el primero, el de las bondades intrínsecas de un mercado incontrolado; el segundo, el de la difuminación del papel de los Estados nación o de las comunidades supranacionales en pro de esa globalización.
Y continúa esa alternativa posible con políticas de realidades: llevar los esfuerzos financieros hacia la economía productiva y no hacia la especulativa; en compaginar el intervencionismo con la libertad económica, la propiedad y la emprendiduría; en hallar nuevas formas de camino empresarial en línea de justicia social; en políticas fiscales con cara y ojos, que no empobrezcan a esa economía productiva y a sus factores.
Apostemos los falangistas por esas alternativas; seamos capaces de ser revolucionarios en los fines y reformistas en los medios.