Proyectarnos
No podemos recaer en el error de 'repetir a los propios lo que ya saben'. La endogamia en la difusión de unas ideas ofrece la imagen de un círculo cerrado y es inútil. Nuestras ideas deben proyectarse al exterior con un lenguaje actual, que sea comprensible para el ciudadano del siglo XXI.
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Proyectarnos
Según los últimos datos obtenidos, nuestra revista digital La Razón de la Proa cuenta, entre sus casi 15.000 accesos mensuales, un 61% que abarca la franja de edad comprendida entre los 18 y los 34 años. Esta es una excelente noticia, pues significa que existe, de entrada, una atracción hacia lo que decimos y, además, una cierta identificación de un público joven hacia nuestros planteamientos.
A veces, los defensores de unos ideales pueden limitar su difusión a los ambientes ya convencidos; de este modo, se dicen las mismas cosas a quienes ya las saben y aceptan de antemano. Sí, se gana en fidelidad, pero no en proyección social.
Por ejemplo, los artículos de carácter histórico ━en nuestro caso━ son seguidos con atención, pues proporcionan una serie de datos propios, que están en un inconsciente colectivo azul, que forman parte, digamos, de un ADN ideológico; pero, en ocasiones, los que profundizan en el terreno ideológico pasan desapercibidos, cuando lo lógico es que sirvieran para la reflexión y el debate, tan necesario por otra parte. Conocer la historia es importante, desde luego, pero quizás lo es más hacer hincapié en el presente que se vive y meditar hacia el futuro.
Quizás en ocasiones parece que existe algún tipo de complejo, sea de culpabilidad o de inferioridad; con respecto al primer supuesto, surge la pregunta lógica: ¿de qué tenemos que avergonzarnos? Somos conscientes de nuestro legítimo origen juvenil y lo asumimos plenamente; reconocemos, eso sí, nuestros errores, que no superan por cierto a nuestros aciertos; con respecto al segundo supuesto, reconozcamos abiertamente que sí, que es cierto que no podemos competir en medios económicos con las corrientes oficiales, configuradas en partidos políticos o en asociaciones generosamente subvencionadas. Pero esa carencia de recursos no es motivo para que nos abandonemos al silencio; al contrario, debe ser un acicate para administrar bien lo que disponemos y obtener el máximo rendimiento.
Inmediatamente, surge uno de los objetivos perentorios: proyectar nuestras ideas al exterior, entendiendo por tal exterior a aquellas personas que nos desconocían o tenían una versión tergiversada de quiénes somos y qué ofrecemos. Es decir, toda la sociedad española, con especial dedicación hacia sectores jóvenes, que a lo mejor son los más desengañados por el Sistema y sus prédicas desde los medios habituales.
No podemos recaer en el error de repetir a los propios lo que ya saben o pueden vislumbrar, a poco que se esfuercen. El virgiliano sic vos non vobis (así vosotros no para vosotros) cobra así su perfecta actualidad: nosotros no propugnamos esto para nosotros, sino para todos. La conclusión es clara: la endogamia en la difusión de unas ideas ofrece la imagen de un círculo cerrado y es inútil; creemos que La Razón de la Proa ha roto este círculo vicioso y confiamos, con la ayuda de todos, superarlo definitivamente.
Uno de los requisitos en esta labor de proyección es el empleo de un lenguaje actual, que sea comprensible para el ciudadano del siglo XXI; no valen los recursos retóricos de otros tiempos. Y esto es lo que hizo José Antonio al hacer uso de un lenguaje que no era el consabido y gastado de otras épocas. Esto no quiere decir, por supuesto, imitar lo zafio, lo vulgar o lo chabacano al uso: nos lo impide un imperativo poético, inherente a nuestro estilo. La limpieza de los contenidos irá pareja, por lo menos en nuestro caso, con la de la expresión.
Seguro que esta proyección ━que no debe descuidar, claro, la propia cantera━ será un objetivo que todas nuestras publicaciones tendrán entre sus prioridades, tal como la hemos tenido, humildemente, en La Razón de la Proa.