Repudio de la mentira
Un viejo periódico falangista, barcelonés en concreto, tenía como lema y subtítulo el de "la verdad ni teme ni ofende".
Editorial de La Razón de la Proa (LRP) de abril de 2020, recuperado para ser nuevamente publicado en marzo de 2023. Recibir el boletín de LRP.
Repudio de la mentira
Las épocas de crisis son propicias a la difusión de bulos, de aseveraciones fantásticas, de mentiras o de medias verdades, que suelen calar en las mentes de los menos avezados a la reflexión.
Otro tanto ocurre en los momentos de ociosidad, propensos a la imaginación, y, si se juntan ambas características, como en el momento presente, podemos decir que estamos inmersos en el reino de la falsedad.
A veces, sucede lo que, en el argot castrense, se conoce como radio macuto; el me han dicho…, sé de buena tinta…, o el más vulgar lo ha dicho la tele…, dan pie a que los disparates, movidos por la fantasía, la mala intención o el afán de protagonismo –o los tres a la vez– contribuyan a crear un clima de malestar o de sobresalto en las poblaciones, siempre ad maiorem gloriam del inventor del bulo, del instigador o del ingenuo propagador.
La preponderancia de las vías de comunicación por las redes virtuales ha amplificado de forma extraordinaria este fenómeno, y no pasa día sin que todos recibamos guasaps, correos o mensajes de voz en este sentido.
Así también, las fake news están a la orden del día, y, sean de impulso oficial, oficioso o particular, no cesan de martillear conciencias y mentes, predisponiendo a favor o en contra de esto, de aquello o de lo más allá.
Cuando estas falsas noticias, si proceden del cálculo de la ingeniería social, adquieren una función propagandística, estamos ante un doble peligro. Dice un viejo adagio que nunca hay que fiarse de la propaganda…incluso de la propia.
Una variante de esta difusión de bulos o de mentiras entra en el campo de la demagogia, cuyo sentido original es de una degeneración de la democracia y carnaza para la oclocracia.
Tenemos ahora, ante nuestra miradas a las pantallas de televisión, de ordenador o de móvil, abundantes muestras de esta odiosa figura, porque es evidente que el mundillo político trata de sacar partido de esta pandemia que aflige a toda la humanidad.
Derechas e izquierdas –y no digamos del separatismo, avezado en embustes– se afanan por desacreditar al oponente, echando mano de los rumores más ruines, especulando con el estado de zozobra en que vivimos.
Un viejo periódico falangista, barcelonés en concreto, tenía como lema y subtítulo el de la verdad ni teme ni ofende, porque siempre ha sido nuestra impronta el ir con ella por delante, y no por ingenuidad, sino por convencimiento y por imperativo del modo de ser, en palabras de José Antonio, inseparable del modo de pensar.
Seamos capaces, pues, de arrumbar en la papelera o el vertedero más cercano todo aquello que detectemos, por su sensacionalismo o por la intención aviesa, como mentira interesada, bulo sibilino, exageración, demagogia vulgar o propaganda de partido. Proceda de donde proceda.