Editorial

Sometidos a vigilancia

Más grave es lo que atañe a uno de los 'valores eternos' que asignamos al ser humano: la libertad.

Editorial de La Razón de la Proa (LRP) de diciembre de 2021, recuperado para ser nuevamente publicado en mayo de 2024. Solicita recibir el boletín semanal de LRP.

Sometidos a vigilancia


Parece que todos los ciudadanos del ancho mundo vamos siendo conscientes (¿o no?) de que cualquier actividad que llevemos a cabo haciendo uso de las tecnologías informáticas es susceptible de proporcionar datos a terceros, datos que se van almacenando y utilizando. Así, nuestras ideas, nuestras aspiraciones, nuestras relaciones sociales, nuestras dolencias, nuestras compras, necesidades y preferencias son de dominio público; la propaganda inmisericorde nos llega extrañamenteA esto se la ha llamado el capitalismo de vigilancia.

Hemos sostenido varias veces que el capitalismo es más que una estructura socio-económica: es una mentalidad asumida por todas las capas sociales, sin distinción, y es difícil escapar de ella; una transformación social pasa, inevitablemente, por una transformación personal.

Los pagos con tarjeta electrónica, el uso de las redes sociales, los controles en aeropuertos y estaciones, las videoconferencias…, el simple uso del teléfono móvil o los mensajes de texto, se convierten en chivatos que ponen al descubierto nuestra supuesta privacidad. No caigamos en manías persecutorias ni en paranoias, pero seamos realistas y sepamos que, desde los inicios del siglo XXI, la publicidad dirigida es una realidad.

Esta situación no se limita a la esfera consumista, sino que los gobiernos, a través de sus servicios de inteligencia, han aplicado estas técnicas abundantemente, Vamos a llamarle, eufemísticamente, la democracia de vigilancia.

La legislaciones que han ido surgiendo al respecto son muy tímidas, tanto en un ámbito como en el otro. Vamos a referirnos a la segunda dimensión, la política, porque en ella ha entrado en juego el viejo dilema entre seguridad y libertad. En este caso, podemos llegar a ver hecho realidad el ensueño de cualquier tiranía de todos los tiempos: controlar el pensamiento y prevenir los disensos frente a las ideologías oficiales.

Generalmente, no le damos importancia, pues las personas normales no estamos sumidas en juegos de espionaje, ni somos proclives al terrorismo ni tenemos in mente actividad alguna que roce la ilegalidad. No obstante, cabe plantearse el problema en dos dimensiones: la personal y la axiológica, esto es, la referente a los valores y principios.

En la primera dimensión, hemos de tener conciencia clara de que estamos sometidos permanentemente a esa vigilancia capitalista, y ser capaces de hacer caso omiso de mensajes en ese sentido; seamos capaces de rehusar lo apetitoso de los mensajes publicitarios.

En cuanto a la segunda dimensión…, quienes militamos antaño en grupos azules del disenso, tenemos harta experiencia sobre las técnicas de infiltración, que fueron tan pródigas especialmente durante la Transición: aquellos camaradas, más ardorosos y radicales que nadie, que aparecían como por ensalmo y luego se perdían también misteriosamente… Eran estrategias que ahora nos parecen infantiles e ingenuas, con lo que tenemos encima.

Más grave es lo que atañe a uno de los valores eternos que asignamos al ser humano: la libertad. Y es en nombre de esta libertad inalienable por lo que, desde La Razón de la Proa, denunciamos esta situación. Como siempre, nos preguntamos qué hubiera dicho José Antonio de vivir en nuestro momento: seguro que habría levantado su voz en todas las tribunas posibles para hacer patente su radical disconformidad con esta invasión de la libertad profunda del hombre, tanto en lo económico como en lo político. Lo primero, porque nos sumerge en esa mentalidad capitalista; lo segundo, porque, más que garantizar la libertad dentro de un orden, institucionaliza un orden sin libertad.