Busquemos primaveras permanentes

Busquemos primaveras permanentes

Este mes de marzo entramos en la estación primaveral. Los campos floridos, y los bosques habrán recuperado su verdor; la naturaleza volverá a despertar ⎼como cada año⎼ de su letargo invernal. Ahora bien, recordemos que miles de primaveras se han marchitado, obedeciendo a una ley inexorable desde que el mundo es mundo.

Y también recordemos que nosotros aspiramos a otro tipo de primavera permanente, la que instale la sociedad española en senderos de unidad, de convivencia en paz, de justicia profunda y de libertad verdadera. La Organización Juvenil Española fue definida, en su nacimiento, como «un gran movimiento de juventudes al servicio de la radical transformación humana y social que España precisa» (Doncel, 1964), y a los veteranos no nos moverán de esa finalidad que asumimos cuando no éramos tales, sino jóvenes apasionados y, quizás, llenos de ardorosa ingenuidad.

Bien está en celebrar la llegada de las primaveras estacionales, de sentirnos revivir como todo lo que nos rodea; pero no nos abandonemos a esas emociones, que sabemos transitorias y con fecha de caducidad. Si fuera así, no dejaríamos de caer en los patrones de un engañoso romanticismo, lábil como todos los sentimientos instintivos y todos los enamoramientos adolescentes que no suelen tener continuidad en la vida adulta.

Pongamos nuestros ojos, nuestras aspiraciones ⎼y nuestro quehacer diario⎼ en colaborar, al modo clásico y no romántico, con la tarea cristiana y española de buscar una España y un mundo distintos. Enseñémoslo así a nuestros hijos y nietos, a los otros jóvenes que hoy siguen las huellas de ayer, las que dejamos nosotros, aunque lo hagan con otro paso y otro ritmo de marcha.

Y empecemos por aplicar esta búsqueda de la primavera a nosotros mismos; a nuestras ganas de continuar formándonos, a nuestras actitudes vitales, a nuestro ambiente, a nuestros entornos más próximos. Y con la constancia que debe proporcionar saber que seguimos en nuestro camino.

Nuevamente, cumplamos nuestro papel de gallos de marzo, que solo saben cantar a las verdaderas auroras, preludios de días luminosos e ilusionados. Parafraseamos a Hemingway para aspirar a que España sea ⎼algún día⎼ una fiesta.