El fondo de la cuestión está en los valores
Ver portada de Lucero en La Razón de la Proa.
El fondo de la cuestión está en los valores
Aquí se puede aplicar el refrán de que los árboles no nos dejan ver el bosque. En efecto, contemplamos a diario los graves problemas de España: económicos, sociales, políticos, estructurales, sanitarios…; nos asombramos y nos dolemos de la situación; nos desgañitamos clamando por su solución. Pero no nos damos cuenta de que, en el fondo, el gran problema es la ausencia de valores o su tergiversación en amplias capas de la población y, por supuesto, de sus representantes y dirigentes políticos.
¿Qué son los valores? Una definición académica es que un valor es una calidad real o ideal, deseada o deseable por su bondad, cuya fuerza extraordinaria orienta la vida humana, Así, hay valores religiosos, morales, políticos, afectivos, estéticos, intelectuales, corporales, y todos ellos deben ser apreciados como tales para humanizarnos, pues, como decía el filósofo Xavier Zubiri, el hombre, al existir, se encuentra con la tarea principal de tener que hacerse, y este hacerse se logra a través de los valores asumidos y puestos en práctica en las conductas.
Actualmente, están en crisis o de desconocen o se rechazan, una serie de valores indispensables para la vida humana: los religiosos en cabeza y los morales, sometidos al puro relativismo; el patriotismo, el compromiso, el servicio a los demás, el esfuerzo, el sacrificio, la responsabilidad, la autoridad justa…, y, por el contrario, se exaltan los de la libertad (sin responsabilidad), el sexo (sin compromiso ni afectividad), el culto al cuerpo, la búsqueda del bienestar a toda cota, la tolerancia (sin creencias propias)…
Tradicionalmente, los valores pasaban de una generación a otra, pero, en la actualidad no es así: se ha producido una ruptura, debido a la presión de las ideologías oficiales, al consumismo capitalista, a la influencia de los medios, a la presión política, a la falta de transmisión en la familia y en la escuela por dejación.
Puede ocurrir que en una generación o varias se hayan eclipsado una serie de valores, pero no por ello dejan de ser tales, de valer; pueden volver a ser reconocidos en otras generaciones, cuando la presión contraria haya disminuido o haya sido sustituida. Se dice, en el caso de ese eclipse de valores, que estos no son populares, pero esta popularidad siempre es cambiante, transitoria, en el devenir histórico.
Nosotros apostamos por los valores que se encuentran en José Antonio Primo de Rivera; en primer lugar, los propios e inalienables de todo ser humano: dignidad, libertad, integridad; de este último (hombre íntegro, constituido por un alma y un cuerpo), los valores trascendentes, religiosos, que están presentes siempre en el ADN humano; en segundo lugar, los que armonizan al hombre con su entorno: el patriotismo, el servicio, la solidaridad, la disciplina necesaria para que exista la colectividad, el trabajo como vocación, proyección y aportación a la tarea común, la justicia, la abnegación…
Los valores no pueden ser impuestos, pues de este modo su aceptación es artificial; deben ser propuestos, mediante la educación, explicados, aplicados con el ejemplo de los mejores, y, así, asumidos. Solo en esta línea se podrán afrontar, en el futuro, los problemas que nos aquejan.