San Fernando: las raíces
Publicado en el núm. 214 de 'Trocha'. Mayo de 2020.
Editado por Veteranos OJE - Cataluña.
Ver portada de Trocha en La Razón de la Proa.
San Fernando: las raíces
Nos vamos a reencontrar este mes de mayo con la festividad de nuestro Santo Patrón: San Fernando, que fue, en vida, Fernando III, Rey de Castilla y León. Malo sería que solo nos acordáramos de él un día al año, al modo de, como dice el refrán, acordarse de Santa Bárbara cuando truena, y más en estos momentos que precisan, por una parte, no cesar en la oración –como decía un editorial anterior, Acudir a lo Eterno– y, por la otra, revisar nuestras actitudes, nuestro comportamiento en hechos y palabras, ajustándolos a un estilo, buscando ejemplos válidos que nos sirvan de guía.
Por la primera nota, San Fernando es Patrón, esto es, intercesor ante Dios de nuestras necesidades: no cesemos de invocarle para que nos ayude en nuestro peregrinar en la tierra y para que nuestros ideales no queden en saco roto en la práctica.
Por la segunda, su figura es ejemplo. ¿De qué? Apresurémonos a decir que, como tal, no es un mero recuerdo de historia medieval, tan lejana para nosotros, ni una figura añadida como detalle folclórico en un momento dado del año.
Manuel García Morente nos propuso el paradigma del Caballero Cristiano; Ramiro de Maeztu el del Caballero de la Hispanidad; José Antonio Primo de Rivera nos propuso una manera de ser basada en una interpretación de la vida según lo ascético y lo militar.
Los tres pensadores coinciden en un prototipo: el de quien transita por la vida en constante lucha por implantar la armonía del hombre con su entorno: familiar, social, económico, político y, no se olvide, trascendente. Este es el fundamento de todos nuestros valores e ideas, esos que vienen marcados, de forma sintética pero, a la vez, poética, en los puntos de la Promesa.
No es extraño que la figura de San Fernando –intercesor y ejemplo– fuera ya propuesta como Patrón de la Juventud desde 1938, y que la Organización Juvenil Española así lo reconociera. De este modo, lo asumimos nosotros cuando estábamos en esa etapa de la vida –ardor, ilusión, quizás ingenuidad–, y lo seguimos asumiendo ahora, cuando han pasado los años y llevamos con entereza y dignidad la etapa de la madurez.
Ello significa que el paso del tiempo no ha hecho caducar el valor de San Fernando. Si fuera así, significaría que los valores por los que no cejamos, su Norma de ejemplaridad y su función de intercesor ante el Altísimo han caducado también. Pero ni Dios ha caducado, a pesar de los esfuerzos de algunos por propagarlo, ni los valores tampoco, al ser tales y, por tanto, perennes: religiosidad, servicio, españolidad, hermanamiento, justicia, libertad, colaboración en una empresa común, historicidad del ser humano y legado de otras generaciones…, amor.
San Fernando representa nuestras auténticas raíces: además, encarna una herencia valiosa para quienes descubrimos España en nuestra niñez y juventud. Es una de esas estrellas que se toman como referencia para que la estela que se va borrando en la navegación de la vida adquiera carácter de huella indeleble para no errar el rumbo.