La Centuria de Guías Montañeros de Madrid
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La Centuria de Guías Montañeros de Madrid
Poco después de terminar la contienda civil, dentro de la incipiente Organización Juvenil (O.J.) los jóvenes atraídos por el montañismo se agruparon en centurias de esta especialidad. Entre ellas destaca la de Guías Montañeros de Madrid. Esta unidad fue el germen del resto de las similares constituidas en muchos lugares de España e inspiró, poco más tarde, la creación del Servicio Nacional de Alta Montaña del Frente de Juventudes.
El 11 de enero de 1940, en un acto solemne celebrado en lo alto del puerto de Navacerrada, en la línea divisoria de las dos Castillas, el ministro Serrano Suñer hizo entrega del guion a la Centuria, que tres meses antes se había constituido bajo la denominación de “Flechas Montañeros”. Recogió la enseña su fundador y primer jefe, Ángel Vicente Arche.
Junto a la Centuria formó una sección de esquí de la O.J. femenina. Una hora antes todos habían asistido a una misa al aire libre celebrada en la explanada del albergue de la Sociedad de Alpinismo Peñalara.
Desde entonces su actividad montañera y esquiadora fue creciendo exponencialmente, creando un estilo que insufló el espíritu de todos los practicantes de los deportes de montaña dentro del Frente de Juventudes.
Aunque, durante los inviernos, el esquí fue practicado asiduamente, el montañismo puro, el alpinismo, la escalada, fue la principal actividad de la Centuria desde su fundación. Durante los siguientes quince años recorrieron las montañas de España y ascendieron a sus principales cumbres.
Un memorable viaje a Italia
En 1942, la Centuria de Montañeros de Madrid fue invitada a participar en un viaje a Italia, enviando dos escuadras que se integrarían con el resto de la representación de la juventud española. Encabezados por quien entonces mandaba la centuria, Emilio Pradillo, pues el primer jefe se había alistado en la División Azul, salieron en tren de Madrid a Barcelona, donde pasaron la noche a bordo de una réplica de la carabela Santa María, y de allí, también por ferrocarril, continuaron hasta el Valle de Aosta, donde fueron recibidos por las tropas alpinas italianas que los alojaron en un campamento de jóvenes prealpinos. Tras unos días de prácticas montañeras en los alrededores del mítico monte Cervino, con ascensión de algunos componentes a su cumbre, fueron trasladados a Milán, donde se unieron al resto de la representación española, formada, entre otros, por una unidad de flechas navales. De allí viajaron a Roma, donde fueron cordialmente recibidos por el embajador de España. El día siguiente visitaron al papa Pio XII, que los recibió en su biblioteca, se dirigió a ellos en correcto español y los bendijo. Ese día el guion de la centuria ondeó en perfecta formación al salir de la plaza de San Pedro, siendo saludado con la inclinación de las alabardas de la Guardia Suiza.
El albergue del puerto de Navacerrada y el refugio del Pingarrón
En 1941, por la iniciativa de Roberto Cuñat, jefe del servicio nacional de campamentos de 1940 a 1950, y bajo la dirección técnica del arquitecto Julián Delgado Úbeda, la Delegación Nacional del Frente de Juventudes acomete la construcción de un enorme albergue en el puerto de Navacerrada, al que se denomina Diego de Ordaz, en memoria del primer ascensionista del volcán mexicano Popocatepetl, en el año 1512. Julián Delgado era el mejor especialista en construcciones de montaña, gran aficionado al montañismo desde su juventud, el año siguiente fue nombrado presidente de la Federación Española de Montañismo, puesto en el que estuvo hasta su fallecimiento, en 1962.
El edificio cambió su nombre poco después de su inauguración por el de Francisco Franco, y, en 1982, se le denominó Álvaro Iglesias, en homenaje al joven de veinte años de edad que murió cuando rescataba a varias personas en un edificio en llamas en la calle Carranza de Madrid. En la actualidad permanece abandonado por la Comunidad de Madrid y es candidato a demolición.
Este albergue fue muy utilizado por la Centuria, pero su afán era disponer de una casa propia en la montaña. Así nació la idea de construir un refugio en las proximidades del puerto de los Cotos, al pie de las Cabezas de Hierro, segunda cumbre en altitud de la sierra de Guadarrama. El eterno problema de este tipo de acciones es la financiación. Por aquellos años se estaban acondicionando los terrenos y caminos para montar campamentos juveniles en la sierra de Guadarrama y existía un presupuesto para afrontar la tarea. Se ofreció la Centuria a realizar la tarea y cobrar los jornales correspondientes. Con el producto de ese trabajo se obtuvieron los fondos suficientes para la compra de materiales y el pago al maestro de obras. El proyecto lo aportó generosamente Julián Delgado y del transporte se encargaron los propios miembros de la Centuria, en muchas ocasiones a hombros desde el puerto de Navacerrada hasta el emplazamiento del refugio.
En el año 1944, con gran alegría de todos, fue inaugurado este refugio, al que denominaron Pingarrón para recordar el cerro tantas veces conquistado y reconquistado durante la batalla del Jarama, en febrero de 1937. Aquellas paredes fueron testigo de muchas conversaciones sobre proyectos montañeros y veladas de camaradería.
El hogar de la plaza de España de Madrid, frente a las estatuas de Don Quijote y Sancho, fue, desde 1942, el lugar donde la Centuria celebró sus reuniones y guardó el material de montaña y esquí entre semana.
Los guías de Alta Montaña del Frente de Juventudes
Los principales instructores de la Centuria pertenecían al Grupo de Alta Montaña de la Sociedad Peñalara. A su cargo estuvo el impulso y la primera formación técnica de los encuadrados en ella, hasta que la unidad produjo sus propios especialistas. Éstos, influidos por el espíritu de sus primeros maestros, pensaron en la creación de una categoría montañera dentro de la Centuria. Nació así el título de Guía Nacional de Alta Montaña, en el año 1945, con exigentes requisitos e historial montañero para su obtención.
Tan es así que solo fue conseguido por trece miembros de la Centuria hasta 1950. Casi inmediatamente, el título y su reglamento fue adoptado por la Jefatura Nacional del Frente de Juventudes y se fue otorgando a otros montañeros destacados de las Falanges Juveniles. La Organización Juvenil Española, al desaparecer el Frente de Juventudes, mantuvo esta titulación con sus exigentes requisitos y en la actualidad no llegan a cien los títulos otorgados desde su creación. Encabezó esta selecta lista Roberto Cuñat Cosonis, prestigioso alpinista de los primeros años treinta y que, desde 1939, fue impulsor de toda la actividad montañera y esquiadora del Frente de Juventudes desde la jefatura del departamento nacional de campamentos, albergues y concentraciones.
Los campamentos de Alta Montaña
En el año 1942 tuvo lugar el despliegue campamental de la Centuria. Hasta entonces las actividades se habían desarrollado en la cercana sierra de Guadarrama, pero este año se celebraron tres campamentos de alta montaña además de la ya reseñada salida a Italia con campamento en el valle de Aosta.
El primero de los campamentos fue en la región de los lagos de San Mauricio, en la comarca del Pallars Sobirá, del Pirineo leridano. Lo mandó Enrique Blanco Loizelier, jefe provincial de campamentos de Madrid, y estuvo reservado solamente a miembros de la Centuria. Los otros dos, con carácter nacional y, por tanto, con asistencia de montañeros de otras provincias, tuvieron lugar en la Renclusa, en el Pirineo oscense, al mando de Baldomero Sol Felip, médico que llegó a ser catedrático de la Facultad de Medicina de la Universidad de Madrid. En aquella ocasión se celebraba el centenario de la primera ascensión al Aneto, en cuya cumbre celebró misa el capellán de la Centuria, padre Candela. El tercer campamento tuvo lugar en el macizo central de los Picos de Europa, zona del Llambrión, con motivo de la inauguración del refugio de Collado Jermoso. Desde entonces muchos fueron los campamentos de alta montaña organizados por la Centuria, siempre en zonas donde se pudieran realizar atractivas ascensiones y escaladas.
Para evitar grandes grupos en la montaña, lo que siempre es peligroso, se decidió hacer campamentos por falanges orgánicas, con un máximo de treinta asistentes. Son de destacar tres campamentos celebrados en el año 1944, uno en el valle de Ordesa, mandado por el jefe de la Centuria, Emilio Feito, con ascensiones al Monte Perdido y principales cumbres de la zona, otro, casi simultáneo, en los Montes Malditos, mandado por el jefe de falange, que después lo sería de la Centuria, José Jiménez Arranz. Subieron en esta ocasión al Aneto y la Maladeta. El tercero, en los Picos de Europa, dirigido por el jefe de falange Carlos Armiñán. Esa fue la primera ocasión en la que componentes de la Centuria pisaron la cumbre del Naranjo de Bulnes.
La actividad realizada, en el verano de 1947, por la segunda falange de la Centuria en el campamento realizado en el circo de Piedrafita, en pleno Pirineo aragonés, da idea del grado de tecnificación de sus componentes. Ascienden al Balaitus (3.150m) y recorren las difíciles crestas graníticas de Costerellou y del Diablo, completando con las ascensiones a la Gran Facha, Zarra y Soulano.
Cada verano, desde entonces, la centuria organizó sus campamentos, fundamentalmente en la no lejana sierra de Gredos.
La Centuria y el esquí
Deslizarse por la nieve, además de un placer reservado a quienes conocen su técnica, ha sido siempre una necesidad para los que pretenden recorrer las montañas en invierno.
La participación en competiciones de esquí, tanto de fondo como de descenso, pronto surgió en la Centuria. Ya en el año 1941, el mejor esquiador de la unidad. José Luis de Armiñan Lauffer, cuya madre, de origen suizo, le había enviado con sus dos hermanos a la nación helvética durante la guerra de España, donde adquirió la mejor técnica, participó en los IV Juegos de Invierno de Juventudes, celebrados en Garmisch Paterkirchen, Alemania.
Ese mismo año se celebraron en Nuria (Pirineo gerundense) los primeros Campeonatos de Esquí del Frente de Juventudes, dirigidos por Roberto Cuñat, y allí acudió una representación de la Centuria. Quedó campeón absoluto Pepe Arias. Se sucedieron innumerables competiciones nacionales y regionales, siendo el colofón la participación de tres de sus componentes, Pepe Arias Corralón, José Luis Armiñan Lauffer y Ramón Blanco Aladro, en los Juegos Olímpicos de Invierno, celebrados en Saint Moritz, en 1948.
Las travesías invernales también fueron objetivo de la Centuria. Las primeras fueron, como es natural, por la sierra de Guadarrama, que fue recorrida en todas sus direcciones con visitas a la totalidad de sus cumbres, pero destacan especialmente dos travesías de alta montaña, por sus dificultades y por ser la primera vez que se recorrían: la travesía del macizo central de Sierra Nevada, realizada en el invierno de 1953 por Florentino Carrero, de la Centuria de Montañeros de Madrid, Fidel Fernández, de las Falanges Juveniles de Granada y Rafael Gómez Cordobés, de Salamanca. La otra memorable travesía la protagonizaron tres miembros de la Centuria, todos Guías Nacionales de Alta Montaña, los hermanos Artemio Roberto y Ángel Macedo Jiménez con Félix Méndez Torres ⎼que desde 1962 hasta 1970 fue presidente de la Federación Española de Montañismo⎼ en el invierno de 1954, recorriendo el macizo central de los Picos de Europa de lado a lado.
El alpinismo en la Centuria
Como ya ha quedado expuesto, los campamentos de verano se celebraron en zonas aptas para la práctica del alpinismo, la escalada de paredes y cumbres como retos deportivos y personales a superar. Algunas de sus escaladas fueron entonces verdaderas heroicidades, con repercusión en el mundo de los escaladores españoles y han pasado a la historia del alpinismo.
Quizá la empresa más llamativa fue la escalada del Roque Nublo, monolito de ochenta metros situado en el centro de la isla de Gran Canaria. Se trataba de una acción con tintes patrióticos. Ningún español había subido a esta señera cumbre hasta entonces, a pesar de haberse realizado varios intentos, así que el delegado provincial del Frente de Juventudes en Las Palmas se puso en contacto con Roberto Cuñat para que enviase una escuadra de especialistas para acometer el reto, y allá fue mandada, aprovechando las vacaciones de Navidad de 1945.
El Roque Nublo había sido ascendido, tras varios intentos, por dos cordadas de alemanes residentes en Gran Canaria. La primera ascensión tuvo lugar el 17 de junio de 1932 y la segunda en febrero del año siguiente. Desde entonces nadie había visitado su cima y allí seguía la bandera alemana, metálica, que habían dejado los primeros ascensionistas junto con una española, de tela, que los rigores de la intemperie habían hecho desaparecer.
El 26 de diciembre embarca en Cádiz la escuadra compuesta por Emilio Feito, guía nacional de Alta Montaña y entonces al mando de la Centuria de Montañeros, Santiago Heredero, Mario Teglen, Carlos Panadero y Agustín Bardají, acompañados por el periodista Manuel Gómez Aróstegui, en calidad de cronista y fotógrafo. El día 30 comenzaron la escalada y, tras un vivac en la pared, llegaron, no sin pocos esfuerzos, a la cumbre del Roque. Las celebraciones y parabienes se extendieron mucho más allá de aquella cena de fin de año, celebrada en la pequeña localidad de Tejada, a la que llegaron ya tarde, cuando había pasado la última guagua.
Los riscos de la Pedriza de Manzanares, a cincuenta kilómetros de Madrid, fueron para la Centuria su lugar habitual de escalada y entrenamiento para objetivos más ambiciosos, pero la abulense sierra de Gredos, un poco más lejana, les reservaba un sinfín de escaladas y ascensiones emocionantes. En el llamado Circo de Gredos celebraron varios campamentos y desde allí pudieron subir tanto al pico Almanzor, máxima altitud del macizo, como a las agujas graníticas de la zona de los Galayos. Conseguir estar en lo alto del enhiesto Torreón era todo un sueño que se hizo realidad el 10 de octubre de 1943, cuando Emilio Pradillo y los hermanos José Luis y Carlos Armiñan consiguieron ponerse de pie en su estrecha y aérea cumbre. Desde esta fecha y en años sucesivos, más de cuarenta miembros de la Centuria recorrieron las vertiginosas paredes del Torreón de los Galayos.
No podía la Centuria sucumbir al atractivo del Naranjo de Bulnes, la cumbre más emblemática del montañismo español. La primera llegada de miembros de la unidad a su cima fue en agosto del año 1944, cómo ya ha quedado dicho, con motivo del campamento por falanges celebrado en los Picos de Europa. Los hermanos José Luis y Carlos Armiñan, junto a Jerónimo Tapia, José Jiménez Barrado y Antonio Valencia subieron por la vía de la travesía horizontal de la cara sur. Esta ascensión, sin guía profesional, produjo tal entusiasmo entre los componentes de la Centuria que se convirtió en el principal objetivo para el año siguiente… y se logró sobradamente el 5 de agosto de 1945, día de la Virgen de las Nieves, patrona de los montañeros y aniversario de la primera ascensión realizada en 1904 por Pedro Pidal, marqués de Villaviciosa de Asturias, con Gregorio Pérez Demaría, pastor del pueblo de Caín. Ese día, treinta componentes de la Centuria llegaron a la cumbre. Jamás había subido tanto montañero simultáneamente ¡Y sin guía!
Pero la cosa no quedó ahí, el siguiente objetivo fue volver a ascender de forma colectiva y celebrar misa en su cumbre. Fue el 9 de agosto de 1946. Entonces subieron veintitrés de la Centuria con el padre Sabas Gallardo, sacerdote argentino nacido en la Patagonia que se encontraba en España con motivo del Congreso Pax Romana. Las oraciones de los emocionados miembros de la Centuria se elevaron aquel día por el limpio cielo de los Picos de Europa. No volvió a organizarse ninguna ascensión colectiva pero esta cumbre fue visitada más adelante en multitud de ocasiones por pequeñas cordadas de la Centuria.
La continuidad
Podemos afirmar que los componentes de la Centuria tuvieron buena estrella, a pesar de haber desarrollado una actividad arriesgada durante muchos años, nadie sufrió accidente grave de montaña. Solo Manuel Mampaso, de los quince que se alistaron a la División Azul, fue herido en combate y volvió a España con la Cruz de Hierro prendida en su uniforme, para incorporarse a la actividad montañera. Emilio Pradillo, quien fuera el segundo jefe de la Centuria, sufrió un gravísimo accidente en el glaciar de Monte Perdido en el año 1953, pero ya fue como teniente de Infantería destinado en Tropas de Montaña.
La simiente de la Centuria floreció en forma de muchas unidades de montaña dentro de las Falanges Juveniles. Los quehaceres de la vida de adultos hicieron que aquellos jóvenes entusiastas de una patria mejor a través del montañismo se dispersasen para el ejercicio de sus profesiones.
La Centuria desapareció como unidad orgánica en los años cincuenta del siglo veinte, pero su espíritu prevaleció. Aquellos muchachos, luego hombres y más tarde ancianos, continuaron reuniéndose periódicamente para renovar su arraigada camaradería, celebrando cada mes de junio una misa en la capilla de Nuestra Señora de las Nieves del puerto de Navacerrada, las últimas bien entrado el presente siglo. Hoy todos están haciendo guardia en los luceros, pero su estilo ha calado hondo en las generaciones que les han sucedido.
Epílogo
En la primavera del año 2013, los pocos que aún quedaban se reunieron por última vez en el puerto de Navacerrada y tras participar en la tradicional eucaristía, entregaron la Agrupación Scout de Cercedilla el documento por el que les traspasaban formalmente la propiedad de los pequeños vestigios que en la Sierra de Guadarrama quedan del paso de la Centuria, el Cristo de los Montañeros, la efigie de la Virgen de las Nieves y la tabla de orientación situada en la loma del Noruego, lo que fue aceptado por la citada unidad scout.
Con este acto terminó la larga actividad de la Centuria de Guías Montañeros de Madrid, mantenida a lo largo de algo más de setenta años.
Anexos
Bibliografía
- Revista de Mandos, nº 36 (diciembre 1944).
- Revista Peñalara, nº 194 (cuarto trimestre de 1947).
- Revista Alta Montaña del F. de J., nº IV (1953).
- Revista En Pie, nº 342 (1974).
- Revista Peñalara, nº 431 (segundo trimestre de 1982).
- Libro La Centuria, varios autores (1996).
- Libro La Juventud del morral y la canción. Mario Teglen 1999.
- Revista Peñalara, nº 542 (segundo trimestre de 2012).