Aquellas viejas canciones
No olvidemos nuestras viejas canciones. Forman parte de nosotros, del acervo cultural y político de nuestro caminar por este mundo.
Publicado en la revista Lucero, de diciembre de 2023 (núm. 153). Editada por la Hermandad Doncel - Barcelona | Frente de Juventudes. Ver portada de Lucero en La Razón de la Proa (LRP). Solicita recibir el boletín semanal de LRP.
Nos quedan algo lejos los tiempos cuando las cantábamos haciendo caminos o al regreso de estas andaduras, en los trenes o coches de línea. Intentábamos afinar en la música, pero lo seguro es que nos afirmábamos en los mensajes de sus letras, aunque alguno de ellos ya se hubiera perdido de vista por el inexorable calendario de la historia. Y teníamos un amplísimo repertorio, heredado, en parte, de nuestros mayores, y más actualizado y vigente en las propias canciones que fueron hechas para nuestra generación, y que tampoco estaban nada mal. Sabíamos que cantar, además de sus valores estrictamente estéticos y vocales, era una manera de permanecer unidos y de transmitir un mensaje a quienes nos escuchaban.
Las canciones que venían de herencia trataban de hechos históricos, de heroicidades, de promesas de revolución y de imperio; hoy sabemos de sobra que aquella revolución nunca se hizo y que los detentadores de imperios eran otros. Pero no renegábamos de nuestra historia y cantábamos quizás con la esperanza de que se realizara el milagro.
Las canciones propias de nuestra generación eran más humildes en sus aspiraciones, y acostumbraban a mirar hacia adentro, poniendo el énfasis en el estilo, en el modo de ser que decía caracterizarnos y en un sentido profundo ante la vida y ante la historia. Hoy sabemos que quizás en estos aspectos se encuentra el verdadero mensaje, intemporal, de José Antonio: afirmar al ser humano, transformarlo, para que, a su vez, transforme una sociedad.
Y la idea permanente ⎼tanto de viejas como de nuevas canciones⎼ era España, esa España que no nos resignábamos a dejar en otras manos que la llevaran por caminos espurios. Pero nuestra España era la España metafísica joseantoniana, no la realidad física, llena de imperfecciones y de injusticas, que es la aún tenemos a nuestro alrededor.
¿Éramos utópicos? Sin duda. Pero no olvidemos que las grandes y bellas utopías son ese horizonte, posiblemente inaccesible, compuesto por otros horizontes más cercanos, humildes y modestos, a modo de hitos que jalonan nuestro paso por la vida; y que jalonarán, sin duda, el paso de nuestros descendientes, que cantarán, seguro, otras canciones distintas, con otros ritmos y con palabras novedosas.
Por nuestra parte, no olvidemos nuestras viejas canciones ⎼ahora son todas de otra época y heredadas⎼ y restablezcámoslas en la memoria cuando haya ocasión, en grata compañía o a solas. Forman parte de nosotros, del acervo cultural y político de nuestro caminar por este mundo, caminar del que, todo sea dicho, no tenemos por qué avergonzarnos ni arrepentirnos.
Y, al calor de nuestros hogares, repitámoslas, sin nostalgia, a los tiernos oídos de nuestros nietos, que nos escucharán sentados en nuestras rodillas; no para que las tomen como leit motiv de sus vidas, pero sí para que se sientan, algún día, herederos a su vez de los afanes de sus abuelos.