José Antonio

Oda a José Antonio

Fueron muchos poetas los que se hicieron amigos y seguidores de José Antonio y a los que a su muerte le dedicaron unos versos. Y me atrevería a decir, sin dar lugar a equivocarme, que no ha habido político español a quien los poetas le han dedicado lo mejor de su poesía.


Texto publicado en La Razón de la Proa (LRP) en junio de 2020, recuperado nuevamente en noviembre de 2021. Recibir actualizaciones de LRP.​​​

Oda a José Antonio


«A los pueblos no los han movido nunca más que los poetas, y ¡ay del que no sepa levantar, frente a la poesía que destruye, la poesía que promete!».

Estas son palabras José Antonio Primo de Rivera y que dijo en el discurso que pronunció el 29 de octubre de 1933 en el Teatro de la Comedia. Este acto, está considerado como la fundación de Falange Española.

Esas palabras no cayeron en vano entre muchos de los que asistieron aquel día al acto o que de una manera u otra, llegaron a conocerlas. No olvidemos que desde el primer momento estuvieron a su lado poetas como Agustín de Foxá, Luis Rosales o Dionisio Ridruejo y otros más que iré citando. Pero no olvidemos que el propio José Antonio fue un poeta.

Así lo dice el republicano que con la Segunda República fue embajador de España en los Estados Unidos, Salvador de Madariaga en el prólogo que escribió en el libro de Dionisio Ridruejo Casi unas memorias:

«Poeta más que otra cosa fue en el fondo Ridruejo. Y Primo de Rivera, prototipo y modelo de lo que iba a ser Dionisio. Pese a los discursos y manifestaciones, José Antonio fue un poeta…».

Y así es. Hace unos años, el  poeta malagueño, el socialista Rafael Inglada, biógrafo de Pablo Picasso, tuvo la ocurrencia de editar las poesías que dejó José Antonio. La segunda edición fue prologada por el poeta sevillano, como los hermanos Machado, Aquilino Duque quien, refiriéndose al poeta malagueño, dice entre otras cosas:

«Que un poeta de “vanguardia”, valga el rancio terminacho, con sus puntas y ribetes de decadente, se lance a publicar estos versos, no deja de ser una provocación en los tiempos que corren».

Por su parte, en la primera edición, Rafael Inglada dejaba escritas estas palabras:

«Reducir, como a menudo se ha hecho, una figura como la de José Antonio, tan discutida y tan rica en matices, a una sola faceta la política, es no solo injusto, sino incluso y sobre todo opuesto a la verdad. Es, pues, ésta una ocasión adecuada (adelantándonos así al centenario de su nacimiento) para rescatar el que acaso sea el aspecto, por desconocido menos apreciado, de la vida múltiple del aquél que fuera llamado El Ausente: el de su producción poética, de la cual sus más allegados amigos tuvieron siempre constancia, pero que él solamente, y esto hay que tenerlo en cuenta, tomó como un juego íntimo, ordenando incluso la destrucción de, junto a algunos de estos textos, otros papeles particulares».

Fueron muchos poetas los que se hicieron amigos y seguidores de José Antonio y a los que a su muerte le dedicaron unos versos. Y me atrevería a decir, sin dar lugar a equivocarme, que no ha habido político español a quien los poetas le han dedicado lo mejor de su poesía.

Comenzaré con los ya citados Agustín de Foxá, Luis Rosales, y Dionisio Ridruejo. Vendrían después: Eduardo MarquinaIgnacio Agustí, José María Alfaro, Álvaro Cunqueiro, Gerardo Diego, Manuel Diez Crespo, Pedro Laín Entralgo, Manuel Machado, Eugenio Montes, Félix Ros, Eugenio d’Ors, Leopoldo Panero, Adriano del Valle, Luis Felipe Vivanco, etc.

Por eso, no sorprende que más de ochenta años después de su fusilamiento, todavía haya poetas que dediquen al fundador de Falange un recuerdo en forma de poesía. En este caso traemos aquí la oda que esta primavera le ha dedicado el poeta murciano de Cieza, Eduardo López Pascual. Ahora, La Razón de la Proa, tiene la prerrogativa de que se publique por vez primera esta oda que lleva por título el mismo que encabeza el artículo. Es decir:

Oda a José Antonio

Cuando se abren los días, camarada,
y el sol amanece con tantos recelos,
yo miro absorto como hasta el cielo

gemía llorando, por la vida que te robaron
todos los sicarios del miedo,
del rayo tenebroso y de su trueno,

Y el alba estaba despuntando bajo
los fusiles de acero, y tú, camarada,
morías ante balazos de hierro;

la descarga de envidia, la señal del
tormento, bramó frente a la brisa de
Alicante, cárcel de vidas y de sueños

que unos hombres sin alma ni Dios
le apuntaron a los ojos y al cuerpo,
y fijas las pupilas, gritaron: ¡dispara ya!

que la muerte siempre espero,
pues esta vida no la contemplo, sino
en quemarla por un bien supremo.

Tu sangre brotó en crueles mañanas,
nunca demandó resentimiento, jamás
quiso la venganza, para aquellos que
de rabia vivían de su odio sedientos.

Pero no importa, camarada, que no
importa morir por un sueño; contento
me voy, amigo de gloria y de versos.

Más nunca te fuiste solo, José Antonio,
que contigo muchos otros te siguieron,
y en ese postrer viaje, obligado por
las turbas, las manos arriba se pusieron
por España.

No sufras más, compañero,
que siempre te lleváremos muy dentro;

cinco rosas las despliego, pues rosas
son las flechas en mi alma, bordadas
van en tu camisa del azul serio y neto.

Afuera, nadie escuchaba tu lamento,
que era tiempo de mentiras, y horas
de juramentos, unos por el Dios que
salva, y los otros, por el del infierno.

Aquellas madrugadas de noviembre
ya no son las de siempre, compañero,
que vienen mal acompañadas, por un
tiempo, de tragedia y amargo desesperar.

José Antonio, ya te tenemos Presente
en contra de los clavos puestos, que
la siembra que dejaste. sí germinó
como los trigos, en el infinito universo

Aunque ahora residas entre luceros
y las canciones resonaran muy lejos,
cientos de voces recitan tu nombre
José Antonio, con sus ecos creyendo
tus palabras, y tu definitivo ejemplo.

Y mira, cuántas cosas hablaríamos,
mi camarada, que en España y su pueblo
atentos están a tu consigna, por más
que descanses al otro lado del viento.

Mas tú no has muerto José Antonio,
que todo queda en el recuerdo, y el
legado de tu obra es tan fuerte, que     
siempre vences al olvido y al tiempo.

¡Ay¡, camarada, ¡Ay¡, cuánto tiempo
compartido; ya quisiera yo darte hoy
un inolvidable abrazo a nuestro estilo,

que tú sigues con nosotros, que en ti
solo se te duerme el cuerpo, porque
eres un soñador de patria y de pueblo.

También a José Antonio, la juventud del S.E.U, como una lírica sobria de hombres jóvenes que han llevado sobre sí el glorioso nombre del fundador de Falange, le ha dedicado una breve colección de elegías.


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