José Antonio

Siempre, José Antonio.

«No plantemos nuestros amores esenciales en el césped que ha visto marchitar tantas primaveras, fundámoslo como líneas sin peso y sin volumen hacia el ámbito eterno donde los números cantan su canción exacta».

José Antonio como arquetipo de “ser y estar”, permanece inaccesible al paso del tiempo y de las circunstancias. Esto es así, por tres razones. La primera porque tiene sus raíces en valores permanentes, la segunda porque por su juventud se adelanta a su tiempo y la tercera por su estilo coherente hasta la muerte.


Publicado en la Gaceta de la FJA, núm. 346, de julio de 2021. | Ver ​portada de la Gaceta FJA. en La Razón de la Proa (LRP) | ​Recibir el boletín de LRP.​

Siempre, José Antonio


Valores permanentes


Los valores permanentes son para Jose Antonio: Que el ser humano es trascendente, «es portador de valores eternos», y «es la base del sistema», lo cual implica el pleno reconocimiento de su dignidad, de su libertad y de su integridad y desemboca en su protagonismo frente al Estado (fascismo) y frente al partido (comunismo).

La Patria es «una unidad de destino en lo universal», lo cual es, frente al secesionismo un valor trascendente dado que lo que nos une como patria, «Una, grande, libre», no es la tierra, el paisaje, la lengua, los dogmas partidistas o las leyendas falsificadas de la historia, si no una misión que cumplir en el mundo, que no es un contrato si no una fundación permanente. No pertenece a ninguna generación y cada una debe entregarla a la siguiente y por lo tanto es irrenunciable.

La «Patria, el pan y la justicia» como objetivos requiere para alcanzarlos una revolución profunda de las estructuras políticas, sociales, económicas y culturales que José Antonio concreta y desarrolla, cual es el desmontaje del sistema capitalista globalizador, a costa de paro, emigración incontrolada, la desigualdad. También el poder autoritario, capitalismo de Estado, que además de conducir a la miseria de los pueblos, niega la libertad.

Estos valores permanentes son de aplicación a Europa, que también tiene, como patria de las patrias, una misión que cumplir en el mundo, que es promover los valores del espíritu. Tiene su fundamento en el cristianismo y su proyección universal, hoy en peligro por los ataques sistemáticos del populismo marxista y del islamismo.


El estilo


Al mismo nivel que los valores permanentes y quizás aún más que el desarrollo de las medidas revolucionarias, la ejemplaridad de su mensaje está en su estilo personal.

José Antonio tiene 33 años cuando lo fusilan y solo poco más de 2 años de vida política, en unas circunstancias de preguerra civil que no dan lugar al descanso, ni a la reflexión. Por eso la concreción y desarrollo de su doctrina es en parte provisional. Tampoco se le puede atribuir lo que se ha hecho con su falange una vez muerto y que él vio con claridad en su penúltima circular a las jefaturas territoriales.

Teme que no se considere su ideario “como un cuerpo total de doctrina”, si no solo sus juventudes como una fuerza auxiliar de choque con una dialéctica motivadora. Por eso está en los puestos “de mayor riesgo y fatiga”, en la guerra, en la gloriosa División Azul, en la promoción de la justicia social. Por eso José Antonio, ya al final intenta evitar la guerra y propone un gobierno de concentración nacional, con fuerte representación de las izquierdas (junio 1935 O.C.).

Su ejemplo personal, su estilo, su coherencia es presupuesto ilusionante para quienes le siguieron entonces y ahora. El principio de la convocatoria al nuevo estilo, que había de provocar tanto entusiasmo, la inicia en el acto fundacional de 29 de octubre de 1933 O.C.

Termina diciendo «nuestro sitio está al aire libre, bajo la noche clara, arma al hombro y en lo alto las estrellas. Que sigan los demás con sus festejos. Nosotros fuera en vigilancia tensa, fervorosa y serena, ya sentimos el amanecer en la alegría de nuestras entrañas» (páginas 349 y 350 O.C.).

Es insólito encontrar a alguien que renuncia a su estatus de privilegio (marqués, hijo del dictador, abogado de prestigio) para entregarse al servicio y el sacrificio, con dignidad hasta la muerte, «inasequible al desaliento». Inmediatamente nos proponen un estilo exigente y difícil.

Así cuando nos decían que la Falange por él creada, “no es solo una manera de pensar, hace falta un 'modo de ser', un sentido ascético y militar de la vida que goza por el servicio y el sacrificio, que, si hace falta nos lleve, como caballero andante a renunciar a todo regalo hasta rescatar a la amada cautiva que se llama nada menos que España» (página 336 O.C.).

«Hay que protagonizar la vida como milicia, disciplina y peligro, abnegación y renuncia a toda vanidad»” (pág. 382 O.C.).

«La muerte es un acto más de servicio. Hace falta una motivación espiritual muy fuerte, para que los hombres se jueguen la vida».

«Nada de propósitos reaccionarios… de vueltas a sistemas de nostalgias clandestinas o formas terminadas o sistemas sociales y económicos reprobables» (pág. 1196 O.C.).

José Antonio nos recomienda nuestros anhelos.

«No plantemos nuestros amores esenciales en el césped que ha visto marchitar tantas primaveras, fundámoslo como líneas sin peso y sin volumen hacia el ámbito eterno donde los números cantan su canción exacta» (pág. 410 O.C.).

El mensaje final que se evidencia de su vida y estilo nos dice que «solo son felices los que saben que la luz que entra en su balcón cada mañana, viene a iluminar la tarea justa que les está exigiendo la armonía del mundo» (pág. 907 O.C.).

Todo culmina en el ejemplo admirable, sereno y justo de su declaración final, ante el pelotón de fusilamiento:

«Ojalá sea la mía la última sangre derramada en discordias civiles. Ojalá encuentre, ya en paz, el pueblo español, tan rico en buenas cualidades entrañables, la Patria, el Pan y la Justicia».

Este es el estilo que muchos españoles hicieron y hacen propio, muchos de ellos hasta entregar sus vidas como un acto más de servicio.


José Antonio no fue fascista


Se hace necesario, ante la falacia ridícula que intenta confundir la doctrina y la vida de José Antonio, calificándola de fascista, aclarar la verdad.

No porque nos parezca recriminatoria tal calificación ⎼en la que no entramos ni salimos⎼. Fue un intento de buscar una forma de superación de los dos sistemas entonces imperantes, comunismo totalitario y capitalismo feroz, que negaban la libertad y la justicia social. Su mensaje lo ignoran los papagayos del populismo marxista que alimentan el odio y la revancha olvidándose de su propio protagonismo desde el año 18 del pasado siglo.

Para ello vamos a recurrir al testimonio del propio José Antonio, al que repetimos no se le puede atribuir lo acontecido después de su muerte.

Además, hay que valorar el tiempo y las circunstancias en que fueron dichas, con la coherencia y la gallardía de siempre. Se hicieron públicas cuando el fascismo predominaba en Europa y su negación podía restar apoyos y alianzas y cuando en España predominaba en la derecha el sentido fascista que representaba Gil Robles.

José Antonio, como todo intelectual y político de los años 30, conoció los movimientos fascistas, porque era consciente de su tiempo. Ello le llevó a negar su validez e incluso a negarse a asistir al Congreso Internacional Fascista de Montreux, al que había sido convocado por considerar que su movimiento no era fascista.

José Antonio, muy pronto y reiteradamente desde sus irrenunciables principios religiosos y nacionales, e incluso desde sus planteamientos revolucionarios transformadores de la realidad, declara que el nazismo, es un panteísmo del Estado, que anula el individuo, la persona libre base del sistema. Condena el nazismo, contrario al humanismo cristiano y la misión universal de España.

Respecto al fascismo italiano, en su manuscrito, casi testamentario, que titula Dos esquemas del libro (agosto 1936), reitera que:

«El fascismo es fundamentalmente falso. Nuestro movimiento jamás se ha llamado fascista en el olvidado párrafo del menos importante documento oficial, ni en la más humilde hoja de propaganda».

«Con el fascismo italiano de Mussolini, tiene algunas coincidencias de valor universal (como con el socialismo) pero nuestro movimiento va perfilándose cada día con características peculiares y está seguro de encontrar por ese camino sus posibilidades más fecundas» (pág. 810 O.C.).

Aún más, llega a hacer crítica concreta y rotunda del sistema, cuando afirma: 

«El Estado corporativo es otro buñuelo de viento. No es otra cosa que los obreros forman una gran federación, los patronos forman otra gran federación… y entre estas dos grandes federaciones monta el Estado como una oficina de enlace».

«Esto supone mantener hasta ahora intacta la relación del trabajo en los términos en que la configura la economía capitalista, subsiste la posición del que da trabajo y la posición del que arrienda su trabajo para vivir, que nosotros pretendemos combatir». (páginas 955 y 956 O.C.)

Refuerza este criterio contra el predominio absorbente del Estado cuando afirma:

«Nosotros no somos partidarios de las dictaduras de derechas, ni de las izquierdas”… “En el alma de esos hombreslos que representan los estados absolutos⎼ late como una vocación de interinidada la larga se llegará a formas más modernas en las que tampoco se resuelve la discordia anulando el individuo».

Resume su pensamiento la afirmación de que «la aspiración a una vida democrática, libre y apacible, será siempre el punto de mira de la ciencia política, por encima de toda moda». (pág. 192 O.C.)

Cuando José Antonio critica el sistema parlamentario exclusivamente integrado por los partidos políticos, no lo hace por que sea democrático, si no precisamente porque no lo es. Se refiere al parlamento «de tipo conocido entonces» (pág. 796 O.C.). Intenta abrir los cauces de participación a una más amplia representación social a través de las unidades naturales de convivencia.

El tiempo transcurrido y las grandes transformaciones sufridas en la vida política de los pueblos, en especial de España, como son por una parte la segunda Guerra Mundial, la internacionalización de la política (ONU, Unión Europea, OTAN…), la homogenización general de los gobiernos, el fin de la guerra fría, la caída del muro de Berlín y sobre todo el reconocimiento de los derechos ciudadanos de libertad de pensamiento, de expresión, de reunión, de asociación… ha llevado a reforzar la participación de dichas asociaciones apolíticas en la vida política. Además, esta descansa en la visión permanente de que el ser humano es racional y por lo tanto es capaz de tener ideas y es libre de participar en asociaciones ideológicas y estas el derecho a participar en las tareas colectivas.

Por otra parte, la actuación general y principalmente parlamentaria de los partidos, hace, como ya es clamor en la ciencia política europea, que se reconozcan las insuficiencias de la representación política. Los partidos políticos se han convertido en un sindicato de intereses individuales o de grupo. No representan la totalidad de afanes colectivos, tratan de imponer sus dogmas a una realidad social diversa, sustituyen la representación nacional de sus diputados y senadores, por el mandato imperativo ⎼desembocan en la partitocracia⎼.

De ahí que la ciencia política debe seguir intentando formulas más maduras, que la vorágine de la historia no ha alumbrado todavía. Lo intentamos algunos de los sucesores del pensamiento de José Antonio “los reformistas azules”, mediante unos cauces de representación más amplios, una síntesis entre los orgánicos e inorgánicos, entre los intereses y las ideas, con sistemas electorales distintos.

Se trataba de añadir otros cauces de representación, con lo cual se alcanzaba un mayor nivel objetivo de promover los afanes colectivos, una mayor variedad institucional de los cauces de participación y una más amplia dimensión del derecho subjetivo de sufragio. En definitiva, más democracia, una vida democrática más libre, estable y apacible. Llegó a ser propuesta en las Cortes y Consejo Nacional ⎼en cuyas propuestas participé⎼. Las prisas por la homologación, el miedo a posibles supremacías, las contradicciones internas de inmovilistas y liquidadores, impidieron el intento.

Hoy la realidad esta haciendo necesario alumbrar formas más participativas.




BIBLIOGRAFIA

  • Obras Completas de José Antonio. Edición Plataforma 2003
  • El legado de José Antonio de Jaime Suarez. Edición Plataforma 2003
  • José Antonio Primo de Rivera. Enrique de Aguinaga. Ed. Barcelona 1997
  • Un pensador para un pueblo. Adolfo Muñoz Alonso
  • Mil veces José Antonio. Enrique de Aguinaga y Emilio Muñoz Navarro
  • Biografía apasionada. Ximenez de Sandoval
  • Falange. Historia del fascismo español. Stanley G Paine
  • Ensayos sociales. José M Adán García. Ed. Plataforma 2003
  • José Mª Adán y la reforma. Imprenta Torroba Logroño 19997
  • José Antonio: visiones y revisiones. José Sáez Nieve y Enrique Uribe. Plataforma 2003
  • Recuerdos de José Antonio. Pilar Primo de Rivera
  • José Antonio y Eugenio d’Ors. Manuel Pérez Celaya. Plataforma 2003
  • José Antonio. Génesis de su pensamiento. Moisés Simancas. Plataforma 2003
  • Cavilaciones en torno a su pensamiento. Eduardo Navarro Álvarez. Plataforma 2003
  • José Antonio y los poetas. José M García Tuñón de Lara. Plataforma 2003
  • Homenaje a José Antonio. Luis Buceta, Gonzalo Cerezo y Eduardo Navarro. Plataforma 2003
  • José Antonio Primo de Rivera. Miguel Luis Sánchez Marín
  • La vida que viví con los demás. Ceferino de Maeztu Barrio. Plataforma 2003
  • La revolución pendiente. Emilio Adán García