También la derecha ha fusilado a José Antonio
LRP.- Presentamos un trabajo histórico del profesor Enrique de Aguinaga; escrito en un momento en que –como casi siempre– hablar crudamente de la realidad de José Antonio podía representar incómodo, hoy reviste, si cabe más actualidad.
- «Por suerte, en nuestros días la derecha ha dejado de utilizar la figura del Fundador, pero no deja de haber por ahí ingenuos o con una deficiente formación política que confunden muchas cosas...».
El texto corresponde a una conferencia que pronunció Enrique de Aguinaga, en Madrid, el 4 de abril de 1974. Solicita recibir el boletín semanal de LRP.
También la derecha ha fusilado a José Antonio
(título original de la conferencia)
Índice
- Presentación.
- José Antonio Primo de Rivera.
- Fusilamiento ideológico de José Antonio.
- Contemporaneidad de José Antonio.
- Puente y síntesis.
- José Antonio, histórico y actual.
- Revolución pendiente.
1.- Presentación
Mi primera palabra debe ser de gratitud para la revista Fuerza Nueva, que con su inesperada invitación me depara la oportunidad de exponer algunas consideraciones no rutinarias sobre José Antonio Primo de Rivera.
Mi segunda palabra tiene que ser de aclaración. Aunque lo digan cortésmente los anuncios, no voy a pronunciar una conferencia. No; esto no es propiamente una conferencia ni –mucho menos– una arenga.
No trato de adoctrinar ni de enfervorizar a nadie. Voy a repasar sencillamente algunas notas y algunas fichas [1] de un tema que me preocupa y en el que algo he trabajado, recurriendo preferentemente al testimonio de profesores universitarios.
No tengo para ello título ni autoridad particular. Mi oficio no es, evidentemente, la política ni la historia. Sólo aporto mi condición de periodista y profesor y con ello, quizá, una técnica de información y cierto estilo científico.
2.- José Antonio Primo de Rivera.
José Antonio Primo de Rivera y Sáenz de Heredia nace en Madrid, el día 24 de abril de 1903, en el número 22 de la calle Génova.
Su nombre y apellidos compuestos denotan una instalación social, a la que acabará renunciando en una heroica ruptura personal. Luego, aquella instalación social o su envoltura se han tomado el desquite y han sofocado la memoria fundamental de aquella hombría.
He aquí, aunque sea otra vez, la escueta noticia de su vida:
De los 9 a los 14 años (octubre de 1917) estudia el Bachillerato en Madrid, Cádiz y Jerez. En este tiempo es boy scout.
A los l4 años (octubre de 1917) ingresa en la Universidad y, al matricularse en la Facultad de Derecho, toma su primera decisión importante ya que la tradición militar de su familia favorecía otras orientaciones. Después, alterna el estudio con el trabajo asalariado (de 65 a 125 pesetas mensuales) y lleva la correspondencia en inglés de la casa de automóviles Mc Farland.
A los 19 años obtiene la licenciatura en Derecho y a los 20 años (l923) cursa el doctorado. Entonces, en la espera de la edad para colegiarse, se presenta al Ejército como soldado voluntario.
De este tiempo (verano de 1924) es la nota oficiosa en la que su padre, jefe del Gobierno, sale al paso del rumor insidioso según el cual José Antonio, por vía del favoritismo, había sido nombrado letrado asesor de la Compañía Telefónica.
Merece la pena leer dos párrafos de aquella nota en la que el padre, entre la ternura y el honor, defiende al hijo:
Es –dice don Miguel– un joven doctor en Derecho que habla el inglés como el español; que ha cursado su carrera con sobresalientes y matrículas de honor en enseñanza oficial y con catedráticos tan sabios y respetables como los señores Posada, Clemente de Diego y Gascón y Marín, que jamás han recibido una recomendación a favor de este discípulo.
Por lo demás –sigue la nota–, de como ha practicado el Servicio Militar este hijo del presidente del Directorio, testificarán sus jefes, que ni un solo día ni un solo minuto ha faltado a su obligación en los trece meses que lleva de servicio, sin que un solo superior suyo haya recibido una sola recomendación ni petición de permiso a su favor...
A los 23 años (1926) informa ante el Tribunal Supremo frente a Francisco Bergamín, decano del Colegio de Abogados, en un difícil pleito de derecho hipotecario. Bergamín, que empieza su intervención con reticencias para desviar el planteamiento jurídico al campo dé las influencias políticas, después de escuchar a José Antonio, rectifica para felicitarle sin reservas por su magistral lección de Derecho.
A los 30 años (1933) funda Falange Española.
Y a los 33 años (1936) después de escribir en la cárcel su testamento (según el profesor Fernando Suárez, una de las cosas más impresionantes que puede leer un hombre, un español, un intelectual) muere fusilado en Alicante por aquellos que deberían ser los principales beneficiarios de su idea.
En 1939, cuando el cuerpo de José Antonio camina de Alicante a El Escorial sobre los hombros de su gente, un muchacho de 19 años (Dionisio Porres se llama) escribe un De profundis. Estas son las estrofas finales, ardorosamente ingenuas y proféticas:
Señor, haz el milagro.
Detén, Señor, el fúnebre cortejo.
Da a mis camaradas viejos
que están en tu Paraíso
las espadas de fuego de tus Ángeles.
Y, a un lado las Tinieblas
y a otro las Falanges,
que José Antonio, alzándose, nos diga
quien lo mató, quien lo mató
que no se sabe…
3.- Fusilamiento ideológico de José Antonio
José Antonio Primo de Rivera y Sáenz de Heredia decía de sí mismo, humorísticamente: Soy un desgraciado que no se puede hacer tarjetas de visita al minuto.
La Historia ha abreviado su nombre. Y el nombre de José Antonio se ha repetido, desde las paredes a los discursos de toma de posesión, a veces abrumadoramente, a veces sin ton ni son, a veces fraudulentamente. Luego, ha venido el silencio.
Como dijo José Antonio, como dijo José Antonio... ha sido la muletilla de una época al mismo tiempo que los sucesos de esa época, en un nuevo fusilamiento sin pólvora, han ido haciendo de José Antonio un contemporáneo desconocido.
Concurren efectivamente en José Antonio aquellas dos condiciones: la condición de presente y la condición de ignorado.
Contemporáneo nuestro, según el Diccionario, es lo que existe (no lo que ha existido) al mismo tiempo que nosotros. Paradójicamente José Antonio tiene una existencia actual, actuante, al mismo tiempo que es desconocido, deliberadamente desconocido.
José Antonio es desconocido como resultado de una confabulación, de aquel fusilamiento sin pólvora, que ha consistido en enseñar de él solo aspectos no esenciales. En tal manipulación no han estado ajenos, seguramente de buena fe, presuntos y calificados seguidores de José Antonio; pero en la búsqueda de la autoría global de este fusilamiento ideológico domina la atribución a una extensa confabulación de la derecha.
Aunque parezca una sutileza semántica, a este respecto, prefiero el término la derecha al término las derechas. Este ultimo (las derechas) da una idea más orgánica, concreta y personalizada, en tanto que con el primero (la derecha) se significa la inmanencia de las estructuras de poder cualquiera que haya sido su tinte ocasional, incluido el falangista.
Esta índole consciente o inconsciente del poder es la que se ha asimilado a la derecha en cuanto reacción para el restablecimiento del orden tras la enorme crisis nacional de la guerra. En este sentido la confabulación es lógica ya que la idea de un orden nuevo, radicalmente nuevo, es básica en el pensamiento político de José Antonio:
El orden por sí mismo no es bastante para entusiasmar a una generación. Nuestra generación quiere un orden nuevo. No esta conforme con el orden establecido. Por eso es revolucionaria. [2]
La confabulación ha operado como un proceso de desinformación por exceso y por defecto.
Por exceso, en una acumulación de faramalla, entre el anecdotario y la mitología, entre la explotación de los símbolos y la orgía retórica, que corresponde particularmente a una época de dominios aparentes y de dominios reales, la época, por decirlo caricaturescamente, en que los obispos y los banqueros saludaban a los himnos del mismo modo que los escuadristas.
Por defecto, particularmente en la misma época, en unas ocultaciones que se justificaban en cuanto que a José Antonio se le hacia patrimonio exclusivo de una entidad que pretendía identificarle, a todo trance, con el Estado y, por consiguiente, proscribía cualquier dato que perjudicase aquella identificación.
Estas dos exageraciones se han tenido que depurar necesariamente con el silencio posterior. Así los jóvenes, que hoy tienen otros héroes de calidad inferior, ignoran o conocen malamente a José Antonio.
En las llamadas Obras completas y en la Universidad podemos fijar dos indicios de aquella confabulación.
A estas alturas no existen unas verdaderas Obras completas con decoro científico, fidelidad histórica y dignidad editorial. Las meritorias ediciones de la Sección Femenina del Movimiento en las que, por ejemplo, José Antonio escribió los Puntos programáticos de la Falange pero no el 27, no pueden suplir este vacío.
¿Dónde se encuentra hoy el libro de Mancisidor con el informe de José Antonio ante el Tribunal de Alicante? ¿Dónde se encuentra hoy la pagina del diario Arriba (6 de abril de 1939) arrancada sistemáticamente de las hemerotecas porque publicaba unas declaraciones de José Antonio desde la cárcel? ¿Dónde se encuentran sus documentos finales?
Por otra parte, en la Universidad no han funcionado las cátedras creadas por decreto de 16 de noviembre de 1938 para explicar y desarrollar las ideas políticas de José Antonio Primo de Rivera.
No es, pues, extraño, sin dejar de serlo, que la Universidad española no haya producido, que yo sepa, una sola tesis doctoral sobre José Antonio, una sola tesis que se pueda confrontar con la conocida tesis de Stanley G. Payne en la Columbia University.
4.‑ Contemporaneidad de José Antonio.
A pesar de todo, José Antonio es nuestro contemporáneo. José Antonio tiene una existencia actual que se identifica con la Falange como términos equivalentes.
¿Qué es o fue la Falange? ¿Un partido? ¿Una asociación? ¿Una organización? ¿Una comunión? ¿Un modo personal de ser? ¿Un sentimiento? Por encima de tantas y tan diversas calificaciones, cabe considerar que la Falange es una proposición inteligente de España.
El propio José Antonio ha dejado explicado el método de aquel inicial planteamiento político:
Cuando unos cuantos nos lanzamos a fundar lo que ahora parece... realidad preocupante, nos impusimos como el más estricto deber el de conservar sobre todo... dos cosas que casi son una: el rigor intelectual y el estilo. Nuestro movimiento es el único movimiento político español donde se ha cuidado intransigentemente de empezar las cosas por el principio. Hemos empezado por preguntarnos qué es España.
Aquella fundación ha tenido tres dimensiones sucesivas debidas al tráfico de la idea inicial: La Falange de José Antonio, la Falange oficializada y la Falange mental. Ahora también, en un intento de actualización, se habla de la Cuarta Falange.
La Falange de José Antonio va desde el 29 de octubre de 1933 al 20 de noviembre de 1936. La Falange de José Antonio es la Falange original e histórica. La Falange de José Antonio es la Falange propiamente dicha. La Falange de José Antonio se reconoce antes que por una retórica o unos sucesos (palabras y hechos) por unas ideas capitales. Objetivamente, con los textos en la mano, gusten o no guste estén vigentes o superadas, sean operativas o utópicas, nadie puede negar como ideas capitales de la Falange de José Antonio las siguientes:
El empalme con la revolución republicana del 14 de abril; el puente sobre la invasión de los bárbaros; la desarticulación del sistema capitalista por la asignación de la plusvalía del trabajo al sindicato, por la nacionalización del crédito y por la creación de formas comunitarias de propiedad; la reforma agraria con el posible lema de la cancelación de las rentas; la síntesis de las dicotomías políticas; y, en suma, las bases de un socialismo personista, es decir, un socialismo occidental y cristiano, marcado en un humanismo español.
La Falange oficializada va desde el 17 de abril de 1937 (Decreto de Unificación) hasta el 14 de diciembre de 1966 (Ley Orgánica del Estado) tiempo en el que la palabra Falange se usó oficialmente en la denominación de una institución incorporada legalmente al sistema del Estado español. La Falange oficializada (que es también la Falange de las más íntimas abnegaciones) es la Falange de los funcionarios y de las contradicciones.
Conviene recordar el espíritu del Decreto de Unificación:
Para supeditar al destino común de la Patria la acción individual y colectiva de todos los españoles, para evitar la lucha de partidos y organizaciones políticas que, si bien –todas– pugnan noblemente por el mejor servicio de España, gastan sus mejores energías en la lucha por el predominio de sus estilos particulares, Falange Española de las JONS, con la Comunión Tradicionalista, quedó imperativamente integrada en una sola entidad política de carácter nacional que de momento adoptaría el nombre de Falange Española Tradicionalista y de las JONS (artículo 1º) y que, primero, en el preámbulo del Decreto y, luego en el artículo 1º de los estatutos de F.E.T. y de las JONS, se explica como Movimiento inspirador y base del Estado Español.
Esta situación dio lugar a que en todos los análisis hubiera que distinguir entre la Falange propiamente dicha (la Falange de José Antonio) y el sistema de posiciones y actitudes posteriormente amparadas bajo la capa nominal de la Falange.
En el Informe sobre la Falange de José Antonio recojo una antología de distinciones a este propósito, con testimonios de Manuel Cantarero, Gabriel Cisneros, Raimundo Fernández-Cuesta, Luis González Vicén, Cruz Martínez Esteruelas, José Miguel Ortí Bordás y Juan Velarde.
Hoy destaco solamente por significativos dos editoriales del diario YA, más estimables en cuanto periódico no sospechoso de entusiasmo indescriptible:
(La Falange) no ha hecho su revolución... la justicia que algún día se le hará no podía, lógicamente, esperarla en su momento por su peculiar situación que ha hecho siempre difícil distinguirla del organismo en que se hallaba.... enviscerada... [3]
Nos parece justo todo lo que sea reconocer el papel destacado que la Falange ha desempeñado en la historia del Régimen, diremos más: el papel sacrificado, puesto que la Falange que nació como un partido, con su propio y generoso programa, tuvo después que asumir la representación de un Estado, que le pidió símbolos y todas sus posibilidades de máxima sugestión política, pero en el cual, de hecho, había otras fuerzas, participantes en unos Gobiernos, donde la Falange solo era una más y no siempre la más importante. La Falange ha sido, por eso, como la piel que se estira hasta cubrir con ella un cuerpo mayor que el suyo. Que, gracias a eso, ha prestado positivos servicios a la nación, es evidente; pero también que los ha prestado a costa de su despersonalizaci6n, unas veces por tener que cubrir lo ajeno, bueno o malo, que no le correspondía, y otras, por tener que dejar fuera lo propio, lo que le habría gustado abrigar [4].
La Falange mental es la que reside, afectiva o racionalmente o de ambos modos a la vez, en la intimidad individual de muchas personas así como en zonas difusas del espíritu del pueblo y de la ortodoxia gubernamental. La Falange mental es la Falange de los falangistas autónomos. La Falange mental es la Falange superviviente.
También es la Falange intelectualmente depurada ya que, aprobada la Ley Orgánica del Estado por Referéndum de 14 de Diciembre de1966, se exacerba el pleito ideológico entre las que se ha dado en llamar la Falange de la emoción y la Falange de la razón y, así, cobra su más explícita dimensión la Falange mental.
En el orden práctico, la Falange mental produce la dificultad de la definición actual del falangista: ¿Quién es hoy falangista?
Dos soluciones enmarcan las posibles respuestas personales a aquella pregunta crítica. Una, la de quienes exigen recíprocamente de su preguntador que previamente declare que entiende el por ser falangista, para acomodar la contestación a esta variada premisa. Otra la de quienes, superada la época del falangistómetro, consideran que hoy se es falangista por el simple hecho (no tan simple) de declararse tal.
En cualquier caso, no es nada fácil ciertamente contestar hoy a la pregunta de ser o no ser falangista, aunque, desaparecida la Falange oficializada con su calidad de partido único, persista la realidad sociológica de los falangistas y exista también en el país aquella difusa y generalmente ignorada mentalización de cuño joseantoniano.
Conviene una consideración, aunque sea muy breve, sobre dos de las ideas capitales de la Falange de José Antonio: el puente sobre la invasión de los bárbaros y la síntesis de las dicotomías políticas.
José Antonio es el único político de su tiempo que, por encima de la dialéctica de los partidos (hay que ponerse en la España de los años 30) anuncia un orden nuevo, un mundo distinto anticipándose en esto a los planteamientos planetarios de la psicosis atómica. Para ello utiliza la paráfrasis de la invasión de los bárbaros.
La tesis del puente sobre la invasión de los bárbaros, no es en José Antonio una idea ocasional, sino que se repite y se refuerza como vaticinio que, al cabo de los años, se está empezando a cumplir de algún modo.
En la, para José Antonio Primo de Rivera, inevitable invasión de los bárbaros, lo que se propone es que la catástrofe de un orden (la propiedad, tal como la concebimos ahora, toca a su fin) no arruine los valores del espíritu.
Es lógico que el programa de la Revolución Nacional enunciada por José Antonio estremeciera al conservadurismo que todavía no le ha perdonado la famosa invocación:
En la revolución rusa, en la invasión do los bárbaros a que estamos asistiendo, van ya, ocultos y hasta ahora negados los gérmenes de un mundo futuro y mejor. Tenemos que salvar esos gérmenes y queremos salvarlos. Esa es la labor verdadera que corresponde a España y a nuestra generación: pasar de esta última orilla de un orden económico y social que se derrumba a la orilla fresca y prometedora del orden que se adivina.
Y todo ello con la clave, que es el patrimonio y la originalidad de José Antonio, de proponer una síntesis superadora de las dicotomías políticas:
Derecha e izquierda; patria y revolución; derechos de la persona y solidaridad social; conservadurismo y progresismo; capitalismo y comunismo; orden de libertad y sistema de justicia; y, en general, de todas aquéllas que puedan ser objeto de la integración cristiana del orden material y del orden espiritual como empresa comunitaria.
Es muy conocido el juicio de Indalecio Prieto, que, impresionado ante los documentos dejados por José Antonio en la cárcel de Alicante, escribe:
Acaso en España no hemos confrontado con serenidad las respectivas ideologías para descubrir las coincidencias que, quizá fueran fundamentales, y medir las divergencias, probablemente secundarias, a fin de apreciar si éstas valían la pena de ventilarlas en el campo de batalla.
Con todo fundamento se puede decir, que, precisamente, lo que la Falange de José Antonio se propuso fue una serena confrontación de ideologías, no tanto para descubrir coincidencias cono para organizar complementariedades, y que a este principio responde su constante definición de la izquierda y de la derecha como concepciones incompletas así como su empeño, más intelectual que estratégico, de superarlas fundiéndolas en una síntesis superior, en una integración al servicio del pueblo.
Se trata, según la conocida formula de salvar a la vez la libertad y la justicia, del modo que ha dado pie para que se califique a la Falange de José Antonio como un socialismo de hombres libres.
Para el profesor Velarde, catedrático de Estructura e Instituciones Económicas, el rechazo del conservadurismo surge inmediatamente ante la radicalización de la Falange de José Antonio. Este es su diagnóstico:
Las viejas ideas corporativistas que procedían del upetismo, las adherencias anarco-sindicalistas que, vía Nicasio Álvarez de Sotomayor y las JONS, habían llegado; el socialismo de Bermúdez Cañete y Ramiro Ledesma, el corporativismo ligado a la "Cuadragésimo Anno” de Onésimo Redondo, el gremialismo inglés, la influencia del nacionalismo de la Acción Francesa, el fascismo que flotaba en el ambiente europeo, son, en el corto periodo que va de 1933 a 1935, decantados por José Antonio. El resultado fue la comprensión de lo ridículo del anticomunismo, de la trampa del fascismo.
En 1935 formula un cuádruple planteamiento: reforma agraria, lucha contra los monopolios, reforma fiscal y estatificación do la banca. El golpe era duro, y tal extravagancia decidió aplastarla la gran burguesía española. Repásese la prensa de finales do 1935 y principios de 1936 y se verá de donde y cómo surge el aislamiento de José Antonio. Se negó a ser fascista. Por eso la firme resolución de que fueran borrados del mapa él y su organización. Es el profeta que va a ser destruido.
En el terreno dialéctico, el conservadurismo se ha defendido fomentando la idea de residenciar a la Falange como una oposición, radical y dócil a la voz, o inventando la etiqueta de Falange de izquierda que conceptualmente es un disparate, pero que corresponde a otro disparate más domesticado: La Falange de derecha.
Ya en 1942, el profesor Antonio Tovar diagnosticó aquel fenómeno, como una dislocación (acción y efecto de sacar una cosa de su lugar) y lo documentó con una cita helénica:
El gran peligro de la Falange como formación guerrera es el de dislocarse en los pasos difíciles.
Está claro que la dislocación de los ingredientes de una síntesis es el mortal peligro de la propia síntesis y que de la síntesis de José Antonio Primo de Rivera (sentido social y sentido nacional) se han sobrevalorado unos componentes y se han postergado otros.
Está claro que (con unos signos externos que, en definitiva eran indiferentes) de la síntesis de la Falange se han potenciado desenfrenadamente unos contenidos laterales y, si se apura, contrarios a su índole.
En la base 2ª de las aprobadas por José Antonio y Ramiro Ledesma para la creación de Falange Española de las JONS (13 de febrero do 1934) se dice textualmente:
Se considera imprescindible que el nuevo movimiento insista en forjarse una personalidad política que no se preste a confusionismos con los grupos derechistas.
La historia, según el profesor Velarde Fuertes, no secundó aquél propósito:
Y entonces; en lugar de la reforma agraria, la fiscal y la bancaria, se nos hablo de luceros, de imperios y de retórica, que era el floripondio de una doctrina. Todo se quedó en discursos, solo con el floripondio y, al final, nos quedamos sin banderas.
Luego añade inmediatamente:
Quien había ganado la guerra era la derecha y la extrema derecha, los conservadores. Y hubo un pacto, esperando hacerse con el poder, seguramente porque el alud reaccionario fue inevitable.
6.‑ José Antonio histórico y actual.
Llegamos, apresuradamente, a la situación actual. La cuestión histórica consiste en averiguar si las cosas podían o debían haber ocurrido de otro modo; es decir, si la revolución de José Antonio ha sido una revolución abortada o si, por el contrario, lo que verdaderamente ha ocurrido es que hasta ahora no ha sido objetivamente factible. O más aún, si, en cualquier caso, es una revolución utópica.
La idea de que la implantación inmediata de aquel esquema revolucionario habría producido, por falta de base y preparación, una desarticulación de la sociedad convaleciente del gran trauma de la guerra, no es una idea extraña. El profesor Fernández‑Carvajal, catedrático de la Universidad de Murcia, la explica claramente:
Franco consideró en 1939 que la realización del avanzado programa social de la antigua Falange comportaba riesgos superiores a las ventajas. Puede discutirse si entonces hubiera sido posible la Revolución nacionalsindicalista como puede discutirse si, en tal o en cual oportunidad, un determinado general pudo haber planteado victoriosamente una batalla; pero no hay duda de que contra tal revolución militaban razones graves. Si en torno a 1930 juzgaba Largo Caballero aún inmadura a España para la revolución socialista, ya que, como escribiera Marx, "no se puede socializar la miseria”, no es extraño que Franco, tan sólo nueve años más tarde, en un país desangrado por la guerra civil y en un mundo al borde de la conflagración mundial, juzgara a España también inmadura para la no menos honda revolución nacionalsindicalista.
¿Han variado tan sustancialmente (tan sustancialmente, digo) las razones de hace 40 años como para que, en la década de los 70, sea superfluo el replanteamiento de una revolución nacional y de un perfeccionamiento de la compostura individual?
Por ventura, ¿todos los progresos sociales y económicos, que han cambiado la faz española en los últimos cuarenta años, hacen ya innecesaria una instancia reformadora de aquella índole?
¿Han surgido; quizá, unas ideas o unas estructuras que hayan anulado totalmente, por superación, aquéllas proposiciones de hace 40 años?
¿Podemos considerar, que la justicia y la libertad han agotado sus posibilidades de desarrollo y han llegado, en estos cuarenta años, al límite de sus perspectivas?.
¿Es que el hombre del consumismo no está necesitado, igual que el hombre de hace cuarenta años, de una ética que lo libere de los estupefacientes rediles en que el moderno materialismo puede confinarle?
Preguntas de este estilo están provocando una respuesta actual y enérgica que en muchos casos habrá que conectar con la respuesta a otra pregunta, del repertorio polémico: ¿Conserva realmente vigencia el hecho histórico e ideológico de la Falange de José Antonio? ¿Existe José Antonio, realmente, como actualidad? ¿Ha sido fusilado definitivamente?.
He aquí, todo lo particulares que se quiera, dos respuestas próximas y heterogéneas:
La primera es de Ota Sik, ex primer ministro adjunto encargado de las Reformas Económicas de Checoslovaquia, ex director del Instituto de Economía de la Academia Checoslovaca de Ciencias, ex miembro del Comité Central del Partido Comunista checoslovaco y actor de la Primavera checoslovaca en el intento de crear un socialismo con rostro humano. Cuando pasó por Madrid hace tres años (octubre 1970) dijo:
Estoy convencido de que el desarrollo proseguirá y de que ha de aparecer un nuevo sistema que ni se va a parecer al actual capitalismo ni al comunismo de hoy. ¿Cómo se llamará o como se designara? Esto ya no es lo más importante. Nosotros lo hemos llamado el socialismo democrático o el socialismo humano.
La segunda respuesta fue suscitada por Manuel María Escudero, procurador en Cortes por Guipúzcoa. Había presentado una de las cinco enmiendas a la totalidad del Proyecto de Ley Sindical y para defenderla, en las Cortes (21 de, octubre de 1970), recordó un, pasaje de las conclusiones definitivas de José Antonio Primo de Rivera ante el Tribunal que lo condenó a muerte, aquél que dice:
Por el segundo postulado (del articulo primero de los estatutos de Falange Española de las JONS) o sea el sindicalista, se tiende a sustituir la ordenación económica‑capitalista que asigna la plusvalía a los empresarios y titulares de los signos de crédito, por una organización sindicalista que entregue la propia plusvalía a la agrupación orgánica de los productores constituidos en sindicatos verticales.
Jaime Campmany escribió entonces que en la sala se hizo un silencio impresionante, que fue el momento de mayor intensidad polémica y doctrinal, el momento donde asomó una punta de dramatismo. Campmany también explicó la respuesta del ponente, Fernando Suárez:
Sería inútil negar que esta Ley no es una ley falangista. Muchos de los hombres –vino a decir– que creyeron y creen en aquellas palabras de José Antonio, que por ellas se ilusionaron y por ellas lucharon, hubieron de sacrificarlas, como otras palabras y otras cosas, en aras de la unidad y la integración de todos los españoles y en consideración de otros magisterios que proclaman como principio el derecho a la propiedad privada. Esas palabras pueden servir de meta, o de bandera o de esperanza, pero nunca de acusación.
Si, en resumidas cuentas, las Cortes Españolas admiten que una ley no es falangista porque para serlo tendrían que haberse cumplido unos supuestos que, evidentemente, representan una perspectiva revolucionaria no alcanzada, no resulta disparatado el intento de averiguar la vigencia de los planteamientos correspondientes.
Diríase que, en esta ocasión, las Cortes Españolas aclararon la endémica confusión entre Falange y Estado, entre un presupuesto ideológico y una realización política. Quienes evitan la difusión de algunos discursos de José Antonio porque en ellos, por ejemplo, califica a la Monarquía como institución gloriosamente fenecida, son tan cortos de vista como quienes motejan al Estado de infidelidad a la letra de hace cuarenta años o, en definitiva, con quienes proceden tal si José Antonio tuviera que ser hoy ministro secretario general del Movimiento.
José Antonio está en la Historia de España, como patrimonio de todos los españoles, y su ideología fue un reto. En orden general, en orden histórico, el profesor Laín Entralgo (la cita es de hace dos años) considera que el reto está en pie:
Dos caminos históricos se ofrecieron entonces (siglo XIX) y siguen ofreciéndose hoy a esa clase social (la clase media) ya entonces decisiva: acaudillar revolucionariamente las reivindicaciones económicas y políticas del proletario, la vía que siguieron Marx, Engels y Lenin, o reformar política y económicamente la sociedad, de modo que sean eficaz y decorosamente conciliadas (insisto: eficaz y decorosamente conciliadas) la justicia y la libertad. Ante ese dilema sigue la humanidad en la segunda mitad del siglo XX.
7.‑ Revolución pendiente.
La revolución nacionalsindicalista quedó en suspenso según el texto del profesor Rodrigo Fernández‑Carvajal que antes empecé a citar. Y este es el momento apropiado para completar aquel texto porque, a punto y seguido, el profesor Fernández-Carvajal continúa diciendo:
El hecho es que esta revolución no se hizo, pero a cambio se hizo otra cosa: treinta años de interrumpido trabajo que cambian la faz del país y que, al enriquecerlo, hacen inexorablemente necesario, resucitar aquel radicalismo que en 1939 hubo de embalsamarse, o cuando menos una versión actualizada del mismo.
Así, por lo pronto y en orden a la vigencia de los contenidos de la Falange de José Antonio, cabe considerar aquella vigencia no solo, en sentido general, como la actualización de la síntesis de las dicotomías políticas, sino también, en sentido particular, como un concreto compromiso revolucionario: el de evitar que, superadas las justificaciones de la moratoria, creada la necesaria base socio‑económica, la oligarquía capitalista se apropie de sus posiciones (que en definitiva, tiene como un préstamo del pueblo español) y, ya sin más justificación que su dictadura, aplace otra vez la ocasión que José Antonio alumbró y que el pueblo español ha ganado con martirios y trabajo.
Sin necesidad de pruebas historiográficas, no es aventurado sostener que el pueblo, desde un lado o desde otro, no luchó para restablecer un orden anterior y que si el pueblo (con la derrota o con la victoria, por la fuerza o por la conveniencia) devolvió a la oligarquía capitalista las posiciones que se iban por la posta fue en calidad de cesión temporal, en una especie de pacto histórico no escrito, pero que bien podría titularse la Revolución pendiente en un sentido muy estricto.
Todo consiste, pues, en considerar si es oportuno un replanteamiento, y, por consiguiente, una reclamación de aquella deuda histórica, o si, por el contrario, ante otras perspectivas, conviene admitir que la oligarquía capitalista, desde sus actuales castillos, nos diga como en el juego infantil: Santa Rita, lo que se da no se quita.
¿Hay que decir que la respuesta a aquella alternativa es fundamentalmente una tarea de jóvenes con modos jóvenes, con un nuevo estilo?
Ya José Antonio Primo de Rivera preveía el relevo de generaciones en el empeño revolucionario con un lema antiguo: Si no vencí reyes moros, engendré quien los venciera.
Un fenómeno muy vivo, muy ardiente, favorece esta proposición: el hecho de que en la juventud actual se adviertan de un modo vehemente y simultáneo la búsqueda de una tarea comprometedora y, por encima de las desviaciones o pintoresquismos, la palpitación de una ética confortante.
En la polémica del enfrentamiento de generaciones ya es una idea clara la de que los jóvenes tienen razón porque en definitiva sienten iguales aspiraciones y piensan como sus padres. Lo que ocurre, es que quieren que esas ideas pasen en todo lo posible de la utopía a la realidad, Es decir, que se han tomado en serio los ideales que les han enseñado sus mayores.
El profesor Muñoz Alonso, lo ha dicho, de un modo esclarecedor:
La rebeldía de la juventud actual encuentra su fundamento explicativo en querer actuar a niveles de situación las ideas y los valores defendidos por los mayores a niveles de principio. La violencia de la juventud es el diccionario, que maneja para estas traducciones porque no encuentra fácilmente otro instrumento válido para su versión.
Si estas proposiciones son válidas, hay que desear que la juventud encuentre el adecuado y, por supuesto, inteligente instrumento de acción (la acción sin el respaldo del pensamiento es pura barbarie) y que en ese hallazgo se pueda seguir diciendo con verdad entera, salvado del fusilamiento de la izquierda y del fusilamiento de la derecha, que José Antonio es nuestro contemporáneo.
FIN
¿Qué habrá llegado a saber de nuestro Movimiento el ciudadano medio español cuando político tan alerta como Miguel Maura,... ni siquiera conoce que hayamos dado señales de vida?... Así, ¡ay!, nos conocemos unos a otros en esta España de nuestros desvelos. ¿No sería cosa de pensar, aunque nos pegáramos mucho, en escucharnos los unos a los otros alguna que otra vez?
José Antonio
El ruido y el estilo, abril de 1936 (OO. CC. Pág. 914).
En cambio, con lo que queremos,... no vamos a hacer avances sociales uno a uno, como quien entrega concesiones en un regateo, sino que estructuraremos la economía de arriba a abajo de otra manera distinta sobre otras bases, y entonces sucederá, señor Gil Robles, que se lograra un orden social mas justo. (Rumores. El señor Barro de Lis: "Y a vivir todos felices con esa estructuración nueva") ¿Su señoría ha dedicado dos minutos de meditación a leer algún folleto do propaganda de las ideas que yo preconizo ahora?.
José Antonio
Discurso parlamentario, 6 de noviembre de 1934 (OO. CC. Pág. 335)
Hubo quienes, pensando en nosotros, creyeron ver en la calle la fuerza de choque de algo que después correría a cargo de las personas sensatas; ahora ya no lo piensan y, por nuestra parte, de una manera expresa, nos sentimos, no la vanguardia, sino el ejército entero de un orden nuevo que hay que implantar en España.
José Antonio.
España y la barbarie, 3 de marzo de 1935 (OO.CC. p. 421).
Muchos de nosotros, a la hora de enfrentarnos con el fenómeno José Antonio, nos hemos desahogado con la oda en vez de aplicarnos a la tesis doctoral o al desarrollo riguroso de su pensamiento.
Jaime Campmany.
Arriba, 20 de noviembre de 1970.
[1] Las fichas están tomadas principalmente del Informe sobre la Falange de José Antonio (La Coruña, 29 de octubre de 1972 y Santander 29 de octubre de 1973) según el texto publicado en la revista Índice (1 de diciembre de 1972 y 1 de abril de 1974), la edición de la Jefatura Provincial del Movimiento con la Diputación Provincial de La Coruña (Grafinsa, Dep. legal C-238-1973) y sus diversas versiones:
Treinta y siete años después (Lugo, 29 de octubre de 1970), José Antonio, hoy (Colegio Mayor-José Antonio, Madrid 16 de noviembre de 1973) y José Antonio, nuestro contemporáneo (Orense, 23 de febrero de 1973).
Acerca del Informe sobre la Falange de José Antonio han manifestado juicios escritos Cesar Albiñana, Luis Maria Ansón, Alejandro Armesto, Víctor Arroyo, Manuel Blanco Tobío, Manuel Cantarero del Castillo, Ricardo de la Cierva, Rodrigo Fernández Carvajal, Juan Fernández Figueroa, Nemesio Fernández-Cuesta Torcuato Fernández-Miranda, Manuel Fraga Iribarne, José García Hernández, Antonio Gibello, Vicente Gil, José Antonio Girón, Antonio José Hernández Navarro, David, Jato, Manuel Jiménez Quílez, Antonio Linares, José Martínez Emperador, Cruz Martínez Esteruelas, Vicente Mortes, Bartolomé Mostaza, Adolfo Muñoz Alonso, Pilar Narvión, José Miguel Ortí Bordás, Antonio Pedrosa Latas, Pilar Primo de Rivera, Miguel Primo de Rivera, Eulogio Ramírez, Agustín del Río, Alejandro Rodríguez de Valcárcel, José Luis Sáenz de Heredia, Ángel Senarriaga, Ramón Serrano Suñer, Fernando Suárez, José Utrera Molina, Juan Valverde, Juan Van-Halen, Miguel Vaquer Salort y Felipe Ximénez de Sandoval.
[2] Obras completas, Pág. 229.
[3] ¿Qué pasa en la Falange?, 6 de noviembre, 1968.
[4] La parte y el todo, 28 de febrero, 1971.