'Embajadores en el infierno'
Se habla hoy en día mucho de eso que llamamos "cine con valores". A riesgo de ser políticamente incorrecto (humildemente, ya uno está acostumbrado), diré que, para película con valores, 'Embajadores en el infierno', dirigida por José María Forqué en 1956.
Publicado en el núm. 331 de Gaceta FJA, de abril de 2020. Editado por la Fundación "José Antonio Primo de Rivera". Ver portada de Gaceta FJA en La Razón de la Proa (LRP). Recibir el boletín semanal de La Razón de la Proa (servicio gratuito).
Todo un testimonio de abnegación.
Cántabro de nacimiento, del bello pueblo de Potes, el capitán Palacios dejó sus estudios de medicina al producirse el Alzamiento Nacional y se incorporó en Palencia a una Bandera de Falange, combatiendo durante toda la guerra civil y alcanzando al final de la misma el empleo de capitán provisional, que revalidó luego en la Academia General Militar de Zaragoza.
Cuando el día veintitrés de Junio de 1941, a propuesta del entonces ministro de exteriores Ramón Serrano Suñer, el Consejo de Ministros aprueba en El Pardo enviar una división a Rusia para combatir el bolchevismo, se acogió con entusiasmo por los partidarios del Bando Nacional y, muy en particular, por los miembros de Falange, conocedores de la complicidad de Rusia en el caos que llevó a España a la contienda civil.
Camaradas: no es hora de discursos. Pero sí de que la Falange dicte en estos momentos su sentencia condenatoria: ¡Rusia es culpable! Culpable de la muerte de José Antonio, nuestro fundador. Y de la muerte de tantos camaradas y tantos soldados caídos en aquella guerra por la agresión del comunismo ruso. El exterminio de Rusia es exigencia de la Historia y del porvenir de Europa.
También formaron parte de la división ciento cuarenta y seis mujeres, todas ellas de la Sección Femenina, quienes viajaron como enfermeras en el recién creado Cuerpo de Damas Auxiliares de Sanidad Militar bajo la dirección de María de las Mercedes Milá Nolla.
A los voluntarios se les ofrecía un doble sueldo: cobraban el mismo que los alemanes (según el rango), y de España cobrarían la misma paga que la Legión.
También se les ofrecieron otras ventajas, como que sus familias cobrarían un subsidio de siete pesetas y treinta céntimos y tendrían doble cartilla de racionamiento así como se les mantenían sus derechos laborales a la vuelta de Rusia... pero prácticamente todos los divisionarios marcharon dejando atrás estudios, trabajos, novias, familia... para luchar por un ideal y combatir contra lo que José Antonio Primo de Rivera calificó como "la invasión barbara": el comunismo.
La valentía, la vocación de servicio, la humildad, la generosidad y la lealtad, entre otras, son las cualidades, tan difíciles de hallar en la misma persona y que percibimos adornando la personalidad de Teodoro Palacios Cueto. El mismo había narrado el relato de los hechos al mando militar con anterioridad a su colaboración con el escritor y periodista para la elaboración de la novela, como conocemos a través del blog del General Dávila, que publicó hace unos años fragmentos de aquella declaración jurada realizada por Palacios.
Mantuvo tres huelgas de hambre y envió cuatro cartas al ministro de Asuntos Exteriores de la Unión Soviética. Por su cuenta realizó una Historia de España, escrita para el uso de los soldados prisioneros y creó una “universidad” para el intercambio de idiomas entre los cautivos de diferentes países. También creó un servicio de ayuda alimenticia para los compañeros en situación de mayor debilidad o enfermos…
A su regreso a España Palacios contrajo matrimonio y en 1967 se le concedió la Cruz Laureada de San Fernando. A partir de su regreso de Rusia y tras el libro de Torcuato Luca de Tena y de la película Embajadores en el Infierno, fue conocido como el héroe legendario de la División Azul. Cuando murió en Santander, el 27 de agosto de 1980 fue ascendido, a título póstumo, a general de División.
Una huella de dignidad, valor y honor que no debe quedar en el olvido y que deberíamos reivindicar como patrimonio de todos los españoles. De una época en que se tenían creencias y valores elevados.
Desde luego muy superiores a los que hoy, desgraciada y lastimosamente, rigen en gran parte de nuestra sociedad.
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