La primera milicia
El tenso ambiente que imperaba en Madrid en octubre de 1933, hizo que los organizadores del acto del 29 de octubre, en el Teatro de la Comedia, tuvieran que prever un amplio servicio de seguridad que pudiera hacer frente a posibles adversidades.
Publicado en Historias Azules, breves semblanzas de antiguos falangistas y otros relatos históricos de la primera época de la Falange. La Razón de la Proa (LRP) recoge estos artículos en su sección Nuestra Memoria. Solicita recibir el boletín semanal de LRP..
José Antonio había decidido presentar su nuevo proyecto político, que todavía no tenía nombre definitivo, a la opinión pública mediante la convocatoria de un mitin de "afirmación españolista" a celebrar el domingo 29 de octubre en el céntrico Teatro de la Comedia de Madrid.
Desde fechas anteriores se encomendó al coronel Emilio Rodríguez Tarduchy, antiguo colaborador de su padre y ferviente impulsor del nuevo proyecto político, que preparara la seguridad del mitin, pues ya habían recibido noticias de que las izquierdas lo querían reventar al entender que iba a ser la presentación del fascismo español.
Los organizadores entendieron que había que prever todas las posibles contingencias extremas que se produjeran. Tarduchy se puso manos a la obra y designó a dos subalternos: Luís Arredondo, comandante retirado y Román Ayza, barón de Tormoye, amigo también de José Antonio, para que asumieran el mando. Julio Ruíz de Alda también se prestó voluntario para colaborar en la organización de la defensa del mitin.
Así pues, a principios de octubre, Arredondo se reúne con los jefes de grupo designados para la defensa en el café Kutz, de la Gran Vía madrileña, para dar instrucciones al respecto mientras aparentaban tomar el aperitivo. Tenían previsto que vendrían camaradas de Zaragoza y de Asturias, aunque al final estos últimos no pudieron llegar al quedar sitiados por un temporal de nieve en el puerto de Pajares.
Ante la escasez de jóvenes para llevar la seguridad del acto se aceptó la cooperación de requetés madrileños, bajo el mando de González de Gregorio, que formaron un grupo de una cincuentena de voluntarios.
A cada jefe de grupo se le asignó un sector de las calles de los alrededores del teatro, días antes, en el garaje Álvarez (en la calle que después se llamaría del General Mola), se habían distribuido 250 porras entre las personas que iban a formar el servicio de defensa.
Mariano García (el famoso don Mariano), con 25 hombres, controlaba las calles de Echegaray y Sevilla en la parte cercana a la carrera de San Jerónimo.
Los cafés, bares y tabernas de la calle del Príncipe y de la plaza de Santa Ana estaban vigilados por decenas de simpatizantes, armados con porras, que controlaban la más que concurrida presencia de viandantes ese domingo 29 de octubre.
Las medidas de orden en el interior del teatro, especialmente en la sala, las asumió Manolo Valdés, entonces estudiante de Arquitectura y amigo personal de José Antonio, uno de los primeros colaboradores en el nuevo proyecto político.
En el resto de las dependencias del teatro los máximos responsables fueron Luís López Pando y Claudio Rivera, militar amigo de José Antonio, que había sido galardonado con la Laureada de San Fernando por sus servicios en en África.
Poco más de un centenar, en su gran mayoría muchachos, capitaneados entonces por militares de reconocido prestigio, todos amigos personales de José Antonio, formaron la primera milicia o grupos de seguridad de lo que más adelante sería la Falange Española, siendo el germen de la gloriosa Primera Línea.
Durante el mitin, dentro del teatro no se produjo altercado alguno. A la salida del mismo sí hubo bofetadas, puñetazos y porrazos, la nonata Falange ya se bautizaba con sangre.
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