Todos contra Manuel Hedilla
Lo que entristeció profundamente al Santo Padre fueron las declaraciones de Hedilla sobre el problema religioso; pero Hedilla se limitó a reproducir, literalmente, el punto 25 del programa de FE de las JONS.
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Todos contra Manuel Hedilla
El día 26 de marzo de 1937, el diario italiano Il Messaggero publicó una extensa interviú realizada a Manuel Hedilla. Esta entrevista fue reproducida en el Il Regime Fascista, fundado y dirigido por Farinacci, de donde la copiaron los diarios Unidad (13.4.37), de San Sebastián y El Adelanto (16.4.37), de Salamanca. Ambos periódicos ignoraron el hecho de su primera publicación en Il Messaggero, lo cual ha dado lugar a que César Alcalá escriba:
«En abril de 1937 vino a España Roberto Farinacci que le pidió a Hedilla unas declaraciones para el periódico Il Regime Fascista»
Este autor, sin embargo, no menciona, en su libro sobre Hedilla, que la entrevista publicada en España sufrió ligeras censuras –más en Unidad que en El Adelanto–, relacionadas con la Monarquía y los tradicionalistas (Hedilla, que distinguía entre los requetés –que podían ser asimilados por FE– y el Partido Tradicionalista; decía de este que estaba formado por «viejos parlamentarios fogosos y señores intolerantes»).
A continuación, vamos a tratar de las repercusiones que provocó la lectura de las declaraciones de Hedilla en el Vaticano, así como de la opinión que merecieron a Francisco Franco.
El 5 de abril de 1937, el cardenal Eugenio Pacelli (futuro papa con el nombre de Pio XII), secretario de Estado del Vaticano, escribió al cardenal primado de España, el catalán Isidro Gomá, una carta comentando las declaraciones que el jefe de la Junta de Mando Provisional de Falange Española hizo en la mencionada entrevista. En dicha carta, escrita en italiano, se puede leer:
Considero oportuno transmitir a V. Eminencia Rvdma. para su conocimiento y reglamentación el adjunto recorte del "Messaggero" del 26 de marzo. que recoge unas declaraciones del jefe de la Junta de Mando de Falange Española Sr. Manuel Hedilla sobre el futuro de España en el programa de los falangistas.
Como observará Vuestra Eminencia, estas declaraciones con algunas otras manifestaciones notorias de algunos círculos nacionales son tales que no dejan a la Santa Sede despreocupada por la futura situación jurídica de la Iglesia en España.
El Santo Padre [Pío XI] se sintió profundamente entristecido por esto y agradecería a Vuestra Eminencia que tuviera a bien dar aquellos pasos que crea posibles y oportunos para tener alguna seguridad al respecto y evitar que tales hechos vuelvan a ocurrir.
Con mucho gusto aprovecho la oportunidad para expresar los sentidos de la más profunda veneración con que, besando humildemente tus manos, te profeso.
(Documento 5-28 del Archivo Gomá. Documentos de la guerra civil, edición de José Andrés-Gallego y Antón M. Pazos, tomo V, abril-mayo 1937, Consejo Superior de Investigaciones Científicas).
Lo que entristeció profundamente al Santo Padre fueron las declaraciones de Hedilla sobre el problema religioso; pero Hedilla se limitó a reproducir, literalmente, el punto 25 del programa de FE de las JONS, que decía así:
Nuestro movimiento incorpora el sentido católico –de gloriosa tradición y predominante en España– a la reconstrucción nacional.
La Iglesia y el Estado concordarán sus facultades respectivas, sin que se admita intromisión o actividad alguna que menoscabe la dignidad del Estado o la integridad nacional.
Como es sabido, los 27 puntos de la Norma programática (dada a conocer a finales de noviembre de 1934) fueron redactados inicialmente por Ledesma Ramos, pero la redacción definitiva correspondió a José Antonio Primo de Rivera. En mi opinión, la redacción inicial –aunque basada en los puntos iniciales de FE, redactados por José Antonio en de diciembre de 1933– solo debía incluir el segundo párrafo. Es de todos conocido que Ramiro Ledesma no era creyente. Es más, creía que la religión debilitaba el patriotismo social que él decía defender. El primer párrafo, debió ser incluido por José Antonio, ya fuese por iniciativa exclusivamente suya o a petición de Onésimo Redondo –de misa diaria– y del marqués de la Eliseda –financiador del partido–. Este precisamente abandonó el partido por estar en contra de la redacción del punto 25, que consideraba herético. Aunque, en realidad, el motivo principal de su alejamiento de la Falange fue el punto 27; que al prohibir pactar con otros grupos, impedía que FE se integrara en el Bloque Nacional, recién creado y liderado por Calvo Sotelo.
Vemos que el Papa se sintió tan entristecido que pidió al primado hiciera lo posible para que «tales hechos no vuelvan a ocurrir». Lo cual no dejaba de ser una injerencia en la política española. Ahora bien, si leemos el mencionado punto 25, no vemos por ninguna parte los motivos por los cuales el Santo Padre se sintió tan apenado. Es curioso que esto le pudiera afectar tanto cuando, en aquellos momentos (hay que señalar que el Vaticano todavía no había reconocido el régimen del general Franco), los católicos de la zona republicana eran masacrados solo por el hecho de serlo. Por otra parte, en una alocución del día 14 de marzo, Hedilla había dicho:
Nosotros estamos seguros, plenamente seguros, de que jamás habrán de producirse intromisiones o actividades contradictorias entre la Iglesia y el Estado, y si, lo que no creemos, surgiesen contradicciones la norma que siguieron los grandes Príncipes de la Iglesia española –Jiménez de Rada, Jiménez de Cisneros– sería nuestra norma.
Como explicación, que no justificación, de la conducta vaticana debemos tener en cuenta que la doctrina católica imperante establecía el poder indirecto de la Iglesia sobre el Estado. Es decir, que la legislación de un Estado tenía que adecuarse a la doctrina social de la Iglesia. Solo después del Concilio Vaticano II (1962-1965), la Iglesia cambió de doctrina y pasó a defender la separación de los dos poderes o sociedades perfectas. Tenemos, pues, que el punto 25 de la Norma programática de FE no solo no era herético, sino que se adelantó en treinta años al Concilio Vaticano II. No en balde, la actriz y directora de cine Ana Mariscal pudo escribir que «José Antonio Primo de Rivera es el primer católico postconciliar que he conocido. Se adelantó al hoy no sólo de España sino del mundo».
La carta del cardenal Paccelli fue contestada por el cardenal primado, en fecha 20 de abril:
Y viniendo al punto concreto del discurso del Sr. Hedilla, Jefe de Falange española, del que se hace eco Il Messaggero, he de decirle a Vuestra Eminencia que, aprovechando el paso de mi Obispo Auxiliar por Salamanca [Gomá pasó la Guerra Civil en Pamplona], le encargué se avistara con el General Franco y le interesara en el sentido de la venerable Carta de Vuestra Eminencia. El criterio del General, expresado en nota que copio de lo que dice el Sr. Obispo, se reduce a lo siguiente: «Las declaraciones del Sr. Hedilla no tienen autoridad ninguna. Sus palabras no reflejan la mentalidad de Falange, que propiamente está sin jefatura. Comentando el General las palabras de Hedilla sobre el lema de Falange: Patria, pan y justicia, las reprueba con energía y desagrado, como expresión demasiado materialista de las actividades u orientaciones de España. Las contrapone al lema tradicionalista de Dios, Patria... se extiende en consideraciones sobre las dos facciones, Requeté y Falange (Tradición y Fascio), que hoy concretan dos grandes sectores de la opinión política nacional, y apunta que se irá a la unificación de las dos tendencias. Deja el General entrever en su conversación que le agrada el espíritu del Requeté tradicionalista, al que llama ‘solera’ de España; y que éste será siempre un contrapeso para rectificar las orientaciones de Falange en lo que pudiese tener de desviación o tibieza o debilidad en la confesión de ideales religiosos de la España tradicional».
El 24 de abril, una vez promulgado el Decreto de Unificación, Gomá vuelve a referirse al punto 25, que ha sido respetado en el mencionado Decreto (como es sabido, únicamente fue suprimido el punto 27 de la Norma programática de FE de las JONS):
Lo de la «Intromisión que menoscabe la dignidad del Estado» es algo insidioso, que no debía caber en un programa de gobierno, porque no responde a ninguna realidad de la historia contemporánea. Quizás se aluda a aquí a actividades desplegadas estos años últimos, poco ajustadas a las conveniencias de la Iglesia y que tal vez le hayan sido muy prejudiciales. El contenido de este inciso refleja un estado de conciencia ciudadana, en altos planos, producida por aquellas actividades que podrá causarnos grandes daños y que por de pronto ha producido ya muchos recelos.
Gomá, al aludir a «actividades desplegadas estos últimos años», parece referirse a su antecesor, el cardenal primado Segura, que tuvo graves enfrentamientos con el Gobierno provisional republicano. Otro caso de injerencia fue, al final del franquismo, con el obispo Añoveros, que a punto estuvo de acabar con la excomunión de Franco.
Seguidamente, vamos a comentar, aunque sea brevemente, la respuesta del general Franco al obispo auxiliar por Salamanca, porque, a nuestro juicio, no tiene desperdicio.
- Las palabras de Hedilla no reflejan la mentalidad de la Falange.
Debemos reconocer que las declaraciones del jefe de la Junta de Mando no fueron muy prudentes y, además, pecaron de soberbia al menospreciar a otras formaciones políticas. Hedilla, que era persona de gran austeridad, de honradez acrisolada y poseía una buena inteligencia natural, no era un intelectual ni tenía formación universitaria (Gomá le hace saber a Pacelli, que «el Sr. Hedilla ha sido hasta ahora obrero vidriero y chófer»). Sus asesores (en su mayoría, periodistas jóvenes) tampoco estaban familiarizados con la política profesional, para no hablar de la escasa preparación doctrinal que afectaba a todos los falangistas. Como escribió el mismo Gomá (5.4.1937) a Pacelli:
Tiene la agrupación falangista dos peligros: la falta de dirigentes ilustrados y fuertes y la posibilidad de que a medida que se vaya liquidando la guerra, se entren en las filas de falange, las más homogéneas en ideología, elementos indeseables de los que han militado en las filas rojas. De hecho, en Zaragoza predomina en falange el elemento marxista. (Documento 5-53 del Archivo Gomá)
Pero las palabras de Hedilla se movían dentro de la ortodoxia establecida por José Antonio. Es cierto que había un grupo de conspiradores (conocidos como los «legitimistas») que no aceptaban a Hedilla; pero ello no era tanto por cuestiones de tipo doctrinal como por envidias y ambiciones personales de mando, que dieron lugar a los sucesos de Salamanca, que se desarrollaron los días 17 y 18 de abril, y que fueron aprovechadas por los Franco (el Generalísimo y su hermano Nicolás) y Serrano Suñer para llevar a cabo la unificación de los tradicionalistas y de Falange. Lo cual significó que FE de las JONS dejara de tener existencia legal.
- Reprueba el lema jonsista de «Por la Patria, el pan y la justicia».
Lo curioso no es que Franco desapruebe con «energía y desagrado» el programa falangista, sino el motivo por el cual lo hace: por ser expresión demasiado materialista. Por lo visto, querer que todos los españoles tuvieran «pan» era una demostración de materialismo. Ya al propio José Antonio, por el hecho de defender la reforma agraria, «las derechas» le llamaron bolchevique. Tampoco debió gustar que Hedilla dijera que:
«Patria son los labriegos, los obreros, los empleados, los intelectuales, los industriales, los soldados» (Alocución del 14 de marzo de 1937).
Menos mal que ante tanto materialismo, se podía oponer el lema tradicionalista de «Por Dios, por la Patria y el Rey» (Su Ilustrísima, siempre prudente, no se atrevió a escribir «el Rey» y lo dejó en puntos suspensivos). Por si había alguna duda en ello, Franco dejó claro al obispo auxiliar que se identificaba con la doctrina tradicionalista.
El cardenal Gomá, después de reproducir un párrafo de la carta que le remitió su confidente, el falangista Esteban Roldán Oliarte (autor del folleto La traición de los Franco. ¡Arriba España!, publicado en 1938 con el seudónimo de Luis Pagés Guix), tranquiliza a su colega Pacelli con estas palabras:
Por lo que antecede podrá hacerse cargo, Eminencia, de que en los acotados del discurso de Hedilla reproducido en el número de Il Messaggero que ha tenido a bien remitirme, no se contiene un verdadero valor de posición de un partido o tendencia política española frente a la Iglesia. Por la escasa autoridad, intelectual y política, del disertante; por su falta de representación «capital» de un fuertísimo grupo militar y político que hoy está sin cabeza en este último orden; por la falta de entronque con la suprema autoridad del Estado, que claramente se ha mostrado disconforme con las tendenciosas frases del «líder» de Falange; y, sobre todo, por el espíritu contrario de la inmensa mayoría de los españoles, particularmente de la agrupación tradicionalista, hoy rival de Falange en las milicias y en la política, no son dignas de tomarse en cuenta las declaraciones, más o menos hitlerianas, de Don Manuel Hedilla.
Naturalmente, cuando Gomá se refiere a que la posición del líder de la Falange, en materia religiosa, es contraria «a la inmensa mayoría de los españoles» no tenía en cuenta a los «rojos». Estos, para Su Eminencia, no debían ser españoles. Por otra parte, el cardenal falta a la verdad cuando dice que las declaraciones de Hedilla son «más o menos hitlerianas». ¿De dónde sacó esas conclusiones? En la mencionada alocución, dijo el líder falangista:
Se puede obligar a la gente a obedecer una política injusta por el terror. Se puede por la fuerza de un Estado policía llegar a una aparente paz interior. Pero basta una convulsión profunda, un peligro exterior, para que el artificio que sostiene al Dictador sobre las bayonetas se venga abajo. […] Por eso Falange no quiere ser un Movimiento dictatorial.
Tampoco son hitlerianas, y sí cristianas –aunque no merecieron ningún comentario de Sus Eminencias–, estas palabras del entrevistado:
Y con fundamento en este concepto la Junta de Mando de Falange Española, desde hace tiempo, ha prohibido a sus afiliados fusilar a los rojos, y esta orden se ha repetido perentoriamente en las ciudades y pueblos recientemente ocupados.
De todo lo expuesto, podemos concluir que:
- El Vaticano no renunciaba a tener una potestas indirecta en sus relaciones con el Estado español.
- Que entre las altas jerarquías eclesiásticas y el Caudillo había una coincidencia de objetivos: favorecer el Tradicionalismo en perjuicio de la Falange. En realidad, el régimen franquista no fue otra cosa, sobre todo a partir de 1942, que un neotradicionalismo con una fachada falangista. Lamentablemente, el vaticino de José Antonio (¿o fue su hermano Fernando?) se cumplió y las camisas azules no fueron otra cosa que un acompañamiento coreográfico destinado a desfilar ante los fantasmones –eso sí, ahora bajo palio– encaramados en el poder.
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