Alrededor de ‘los otros catalanes’
El libro de Francisco Candel Tortajada, Paco Candel, Los otros catalanes, propugnaba una integración por adhesión a los postulados nacionalistas por parte de la inmigración llegada a Cataluña desde el resto de España en los años sesenta del siglo XX. Era una propuesta equivocada. Hoy siguen persistiendo dos Cataluñas netamente diferenciadas… aunque el poder lo sigan detentando los de siempre.
Alrededor de ‘los otros catalanes’
Repasando notas de archivo, me doy de bruces con viejos armatostes ideológicos, que tuvieron cierta vigencia hace bastantes años, y que aún siguen coleando en ambientes que no han evolucionado. Uno de esos armatostes consiste en un conjunto de apuntes centrados en la figura de Paco Candel –Francisco Candel Tortajada–, escritor autodidacta de valía muy medida, pero cuya obra literaria tuvo un destacado impacto en la Cataluña de entre 1960 y 1980, más o menos.
El principal producto de la factoría Candel, o, al menos, el que atrajo el mayor interés mediático, fue el libro mitad novela mitad estudio sociológico titulado Los otros catalanes / Elsaltrescatalans, que, sobre la base de la oleada inmigratoria registrada en Cataluña proveniente del resto de España (y muy significativamente de Andalucía), abogaba por evitar la división de la sociedad catalana entre autóctonos y recién llegados. La fórmula candeliana para conseguir ese objetivo era la de la pura y simple integración por adhesión del inmigrante en Cataluña.
Esta idea, expresada así, a pelo, tenía cierto atractivo para muchos de los recién llegados, pues conllevaba el señuelo de que éstos eran acogidos en un país distinto a aquél del que provenían, y que les brindaba generosamente la oportunidad de cambiar las penalidades de su tierra natal por las oportunidades vitales de la nueva tierra de acogida.
Era, para ellos, como la realización de un sueño, el zapatito de Cenicienta, la lámpara de Aladino, y está en el origen de mucho complejo de inferioridad exhibido por muchas pobres buenas gentes poco lúcidas, de esas que proclaman a los cuatro vientos lo ‘agradecidas’ que están por ‘lo que les ha dado Cataluña’, sin reparar en que nadie les ha regalado nada, sino que lo han conseguido ellos mismos con su sudor y su esfuerzo.
Los años de la aparición del libro de Candel fueron también los del Jordi Pujol –por cierto, excelente amigo de ‘Paco’– autor del panfleto La inmigración: problema y esperanza de Cataluña, exponente de la mentalidad del buana con respecto al negrito, y en donde se exponen perlas como estas:
‘El hombre andaluz no es un hombre coherente, es un hombre anárquico. Es un hombre destruido (…) es, generalmente, un hombre poco hecho, un hombre que hace cientos de años que pasa hambre y vive en un estado de ignorancia y de miseria cultural, mental y espiritual. Es un hombre desarraigado, incapaz de tener un sentido poco amplio de comunidad. A menudo da pruebas de una excelente madera humana, pero de entrada constituye la muestra de menor valor social y espiritual de España. Ya lo he dicho antes: es un hombre destruido y anárquico. Si por la fuerza del número llegase a dominar, sin haber superado su propia perplejidad, destruiría Cataluña. E introduciría su mentalidad anárquica y pobrísima, es decir, su falta de mentalidad’.
También fueron los años en los que actuó una eficacísima máquina –o, mejor dicho, maquinaria– política llamada PSUC, Partido Socialista Unificado de Cataluña, de la que Candel era dirigente destacado, y la cual, bajo el pretexto propagandístico comunista habitual de ‘ser la voz que lucha por el pueblo’, fue el cauce de la ingeniería social para hacer del voto no nacionalista el instrumento para llevar al poder a partidos y políticas nacionalistas.
En fin, releer estas antiguallas me da grima. Pero es útil hacerlo, por lo que tienen de instructivo, y para no olvidar errores pasados. La integración, sobre esas bases, fue un gran engaño, el dedito señalando a la luna para ‘tontútiles inconsútiles’. Y ha producido más caos, sobre todo mental, que otra cosa. La verdadera integración humana nunca se ha producido por adhesión, sino por mezcla, y ya va siendo hora de que espabilemos.
Por culpa de ese error de orientación preconizado hace años por los Candel, los Pujol y los PSUC de turno, hoy sigue habiendo dos Cataluñas: la más pobre, que se expresa mayoritariamente en castellano y vive en las periferias de las ciudades, y la más rica, que se expresa mayoritariamente en catalán y vive en los centros urbanos históricos. Ésta última sigue detentando el poder político y económico, con ayuda de muchos que siguen mirando al dedo que apunta a la luna, y no a la propia luna. Vivir para ver.