Cruces destrozadas.
No es novedad que, en algunas localidades españolas, los consistorios que se autodenominan 'progresistas' hayan apeado de sus suportes y basamentos las cruces en recuerdo de los muertos en la guerra civil.
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Cruces destrozadas.
En los días posteriores a la Semana Santa ⎼justo antes de que volvieran a decretar en Cataluña el confinamiento comarcal⎼, mi esposa y yo nos permitimos unas jornadas de turismo, ya sin aglomeraciones. Elegimos para ello algunos de los parajes donde tuvo lugar la Batalla del Ebro, en el verano y otoño de 1938, tanto por interés por nuestra historia como por el hecho de que dos familiares murieron durante aquellos 115 días de combate.
No quiero entrar en comentarios sobre errores, despropósitos y tergiversaciones, así como de llamativos silencios y omisiones, que pueblan carteles informativos y folletos de la Memoria histórica, con intencionalidad partidista manifiesta (sí destacar la salvedad del Museo de Gandesa en punto al rigor y a la ecuanimidad). Uno no puede luchar contra los elementos, de forma que nos limitamos a rezar por todos los muertos del enfrentamiento, sin distinción de bandos, pues aprendí, en la formación recibida en mi juventud, a todos como caídos por una España mejor: seguro que, acertados o errados, esta era la idea que presidía en la mayoría de los combatientes. En estas líneas, me centro en concreto en el escamoteo y destrozo del signo de la cruz.
No es novedad que, en algunas localidades españolas, los consistorios que se autodenominan progresistas hayan apeado de sus suportes y basamentos las cruces en recuerdo de los muertos en la guerra civil; ya no los símbolos del bando vencedor, sino la propia Cruz, como símbolo universal de reconciliación, de paz, de fraternidad y, para los creyentes, de Resurrección, mención especialmente oportuna en estas semanas de la Pascua cristiana.
Tampoco es noticia la desaparición de algunas cruces que presidían muchas cimas montañeras, referentes y acicate durante la ascensión; en este caso, la pobre coartada progresista era una curiosa versión del ecologismo radical, al eliminar lo que consideraban no puesto estrictamente por la Naturaleza, con descuido curioso de su Creador. Se ve que, para el progreso, estorba a todas luces el signo del Crucificado, que abrió a la Trascendencia a todos los seres humanos, incluidos los progresistas.
En los recorridos por la Terra Alta de estos días, ya nos costó localizar, cerca de Gandesa, la llamada Cresta de la Muerte, que corona el Puig de l'Àliga; ese punto cambió de manos repetidas veces durante la batalla, en medio de combates cuerpo a cuerpo de singular crudeza y heroísmo; pero alguien había decidido que la cruz que coronaba el Puig sobraba; el mapa y la brújula sustituyeron, en cuanto a la orientación en nuestro caso, al hito depuesto.
No obstante, lo que más nos impresionó fue contemplar los monumentos destruidos que estaban erigidos en las posiciones de Punta Targa y Cuatro Caminos, cercanas a la localidad de Villalba de los Arcos; la primera fue defendida por el Ejército Popular republicano y la segunda por el Tercio de Requetés Nuestra Señora de Montserrat. Allí, la hermandad fundada por los supervivientes de dicho Tercio había erigido sendos monolitos, presididos por la Cruz, y con letras de Pax y un relieve que representaba dos manos entrelazadas; entre ambas antiguas posiciones enemigas unos mojones iban jalonando los Misterios del Rosario, que se rezaba por propios y ajenos, por amigos y antiguos enemigos, sin discriminación.
Pues bien, en ambos emplazamientos las cruces habían sido destrozadas a conciencia y triturado el relieve de las manos unidas. Allí se había hecho tábula rasa de la historia común, la de los encuentros y desencuentros; ni los republicanos de Punta Targa ni los carlistas de Cuatro Caminos habían merecido la menor consideración para los salvajes que, a golpes de mazo, perpetraron el destrozo; ni rojos ni nacionales: odio a cualquier visión de España y, sobre todo, odio a la Cruz que los acogía ambos.
Me informaron que el destrozo tuvo lugar en 2015, y que los protagonistas del mismo fueron los separatistas del grupo Arrán: ignorantes de la historia, adversarios de España, sañudos contra la Cruz y desconocedores del inmenso decoro que significa dar la vida por una idea.
Una impunidad absoluta los ampara, en este caso no hay delito de odio que valga. Por supuesto, tampoco se ve como factible que ninguna institución ⎼municipal, autonómica, nacional⎼ acometa la reconstrucción de ambos monumentos.
Quieren encaminarnos a nuevos enfrentamientos civiles, está claro, que es lo que parecen perseguir los detentadores del monopolio de las “Memorias” y los destructores de los monumentos de reconciliación. Dios quiera que no lo logren su propósito. Pero estoy seguro de que, en el caso de que su odio promoviera nuevos conflictos, ellos se limitarían a acometer toda clase de fechorías y desmanes en la retaguardia, alejados lo más posible del peligro de los tiros. Porque, además de odiar, son cobardes.
Museo de la batalla del Ebro de Fayón
Posición de Punta Targa
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