¿Y cuando se acabe el ERTE?
El uso de los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo por fuerza mayor ha sido el principal instrumento de contención del desempleo elegido por el Gobierno de España en este tiempo de pandemia. Pero como herramienta temporal que es, su fin puede conducir a dos escenarios extremos, o a la incorporación de la plantilla a las empresas o a la realización de un Expediente de Regulación de Empleo por causas económicas, técnicas, organizativas o de producción.
Publicado en primicia por el diario digital La Razón (Andalucía).
¿Y cuando se acabe el ERTE?
El uso de los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo por fuerza mayor ha sido el principal instrumento de contención del desempleo elegido por el Gobierno de España en este tiempo de pandemia. De hecho ha convertido al Estado en una especie de “empleador de última instancia” asumiendo el pago del 75 por ciento de los salarios vía prestaciones junto con las cotizaciones a la Seguridad Social. Pero como herramienta temporal que es, su fin puede conducir a dos escenarios extremos, o a la incorporación de la plantilla a las empresas o a la realización de un Expediente de Regulación de Empleo por causas económicas, técnicas, organizativas o de producción.
De momento está vigente una prórroga para el uso de los ERTEs hasta el 30 de junio. Si no se prorroga su uso, o se dispara el desempleo o se confirman las previsiones más halagüeñas que lo apostaron todo a una recuperación rápida en forma de V. De hecho, más que rápida sería fulminante como si de un motor se tratase que arrancase sin problema después de un parón de casi cuatro meses.
Los datos de paro registrado no auguran nada bueno. Basta fijarse en el mes de abril –el más duro por los cierres de actividad– para comprobar que sin contar a los trabajadores alojados en el limbo de los ERTEs, los parados en España alcanzaron los 3.831.203, con una subida del 7,97 % respecto a marzo y del 21,1 % desde abril de 2019. Esta ha sido la respuesta del empleo en los sectores económicos que no han contado con la red de los ERTEs y la que puede suponer la tendencia más esperable una vez se retire el respaldo estatal.
Una de las cuestiones centrales para diseñar la “recuperación” es identificar correctamente a los sectores más golpeados y resiliencia de cada uno. Por ejemplo, tomemos por caso la provincia de Sevilla. En esta, la población roza los casi dos millones de personas. Tiene una pirámide de población en forma de pica de baraja de cartas; muy ancha en el centro (entre los 35 y los 59 años), un pico natural hacia la población de mayor edad y –ojo con esto– una base estrecha para la población más joven e infantil.
Según el Anuario Estadístico de la Provincia, el sector que más contrataciones generaba era el primario (252.977 de contratos) seguido de la hostelería (203.674), construcción (114.557), las actividades administrativas (109.199), el comercio y los talleres de reparación de vehículos (92.075), la industria manufacturera (70.458) y de ahí en adelante, el sector del entretenimiento, transporte y resto de servicios. Estas cifras son, sin embargo, engañosas pues contratos de corta duración son muy propios de sectores como el agrícola aunque luego en términos de empleo anual sólo represente el 5,12 % del total en Andalucía.
El grueso del empleo en la provincia de Sevilla –hasta el 78,97 %- se concentra en tres bloques; 1) el personal al servicio de las administraciones públicas, sanidad y educación 2) el comercio, hostelería, transporte y reparación de vehículos y 3) actividades financieras e inmobiliarias. Los tres grandes empleadores tienen una exposición a la crisis de la COVID-19 muy desigual; muy resiliente en el primer caso, muy vulnerable en el segundo e incierto en el tercero.
Bien podría ser oportuno orientar las acciones a incentivar la actividad económica en los sectores de elevado volumen de contrataciones. Esto permitiría combinar salarios con prestaciones por desempleo para un elevado número de trabajadores. Naturalmente sería una situación para evitar la caída en situaciones pobreza a cambio de soportar situaciones de inestabilidad en el empleo.
Sin embargo, aunque sobre el papel es fácil, en la práctica queda bien patente que no todos los parados están dispuestos a aceptar trabajos en el sector agropecuario, particularmente en las labores más duras de recogida de cosechas.
Con la incertidumbre puesta en el comportamiento de la construcción (5,76 % del empleo en Sevilla) –que podría absorber una parte importante del desempleo de la hostelería–, la industria es el sector distinto de los servicios que mayor resiliencia ha mostrado ante la crisis, no obstante, su escaso peso en provincias como la de Sevilla (10,15 % del empleo y 15,17 % del Valor añadido) no permite depositar en él grandes esperanzas para la recuperación económica.