España no es de fiar.
El sanchismo, que no es el PSOE sino un invento creado por el imaginativo presidente, ha rescatado el largocaballerismo de hace más de ochenta años. Su ruptura con la socialdemocracia queda explícita en la ponencia marco de su inminente 40 Congreso.
Publicado en primicia en el digital El Debate (11/10/2021).
España no es de fiar
El presidente de la Comisión de Exteriores del Senado norteamericano, el influyente demócrata Bob Menéndez, considera a España «un país fuera de la democracia y de las previsiones de derechos humanos que esperamos de un aliado de la OTAN» y define como «antidemocráticas las tendencias del ejecutivo español para América Latina». En las sucesivas intervenciones se produjo un raro consenso entre senadores demócratas y republicanos sobre la distancia del Gobierno español respecto a los principios democráticos en América Latina. La Comisión debatía la confirmación como embajadora en España de Julissa Reynoso, la candidata elegida por Biden. Reynoso aseguró «estar familiarizada con la mediocre presencia y política de España frente a países como Cuba, Venezuela y Nicaragua».
España no es de fiar para la democracia más sólida del mundo. Sánchez no condena las dictaduras sudamericanas y su ataque a los derechos humanos, apuesta por la Venezuela de Maduro y la Cuba comunista con oscuros episodios como el trasiego de las maletas de Delcy Rodríguez en Barajas, el escándalo de los dineros manejados por el exembajador en Caracas Raúl Morodo, el punto en boca ante las manifestaciones de los opositores cubanos, las explosivas revelaciones del «Pollo» Carvajal sobre financiación de Podemos en una trama cubano-venezolana o la complacencia del silencio ante la persecución de Daniel Ortega a sus opositores en Nicaragua. Sánchez está en manos de Podemos y, por ello, de los comunistas, ahora personificados en la glamorosa Yolanda Díaz, más presentable en formas que Pablo Iglesias. El cambio sólo es estético.
Los embajadores de los países de la UE y de Estados Unidos en Madrid hacen su trabajo y sus gobiernos no son ciegos ni mudos ni sordos ante la realidad. Un embajador me contó hace algún tiempo que su Ministerio de Exteriores recibía puntualmente las declaraciones públicas, videos incluidos, de los comunistas alzados al Gobierno por Sánchez. España es el único país de la UE con comunistas en su Ejecutivo, una anomalía dañina. Si la egolatría enfermiza del presidente le llevó a creer que su elección de socios no supondría consecuencias, se equivocaba. A veces aplica cataplasmas contra un cáncer, y comúnmente ni eso. Acepta mansamente lo que decide un comunismo insólitamente rampante.
Parece que volvemos a vivir –y padecer– la misma historia. Al PSOE de la Segunda República, el de Largo Caballero, el Lenin español, le hundió su progresivo acercamiento al PCE hasta llegar a ser, de hecho, fagocitado por él. Ante las elecciones de febrero del 36 proclamó reiteradamente que de no ganarlas se iría a la Guerra Civil porque «el socialismo es incompatible con la democracia». El presidente Manuel Azaña aceptó, por miedo a que Largo Caballero cumpliera su amenaza, una victoria electoral falseada, y el centro–derecha apareció como perdedor en las urnas. Una comisión de listas nada neutral presidida por Prieto se encargó del enjuague. Nunca se conocieron los datos reales de aquellas elecciones. Lo que era una sospecha de fraude electoral se confirmó hace pocos años tras la aparición rocambolesca de los llamados «papeles robados de Alcalá Zamora».
El sanchismo, que no es el PSOE sino un invento creado por el imaginativo presidente, ha rescatado el largocaballerismo de hace más de ochenta años. Su ruptura con la socialdemocracia queda explícita en la ponencia marco de su inminente 40 Congreso. Esa resurrección radical la ha elegido Sánchez voluntariamente; no era necesaria y será suicida para el PSOE original. Pero, como cualquier visionario, Sánchez ignora los riesgos. La ilusión comunista de no pocos pueblos en aquellos tiempos de estalinismo sangriento pero oculto, quedó atrás y hoy sabemos que el comunismo es una tragedia histórica desenmascarada por la realidad de sus hechos. Así lo declaró el Parlamento Europeo en 2019 en su resolución de condena conjunta del comunismo y del nazismo que, por cierto, en España los grandes medios bizcochables pasaron por alto.
España no es de fiar. Y tras las nítidas afirmaciones en el Senado estadounidense, compartidas por demócratas y republicanos, queda también claro que la llamada de Biden a Sánchez que nuestro presidente se apuntó con su desparpajo como un éxito personal, se debió al interés de Biden en utilizar aviones españoles como taxis en la retirada de Kabul, y las bases de Torrejón, Rota y Morón. Nuestras Fuerzas Armadas cumplieron con eficacia. Transportamos a colaboradores de la UE, la OTAN, la ONU, Estados Unidos… La mayoría de nuestros colaboradores afganos quedaron allí. Ya nadie se acuerda de ellos.