España, el Estado y el pueblo en peligro.
España, el Estado y el pueblo en peligro.
Son muchos los nubarrones que encapotan nuestro horizonte, muchos los peligros que nos acechan como nación, tanto histórica como política, y como pueblo.
Contra la nación histórica se alza la consagración en todos los ámbitos y por todos los medios, de las mentiras disolventes de nuestra cultura, reductoras de nuestra historia a una serie de crímenes cometidos a lo largo del tiempo contra otros pueblos y que nos muestra como una nación inferior que debe estar siempre pendiente de la opinión que de ella tengan los demás, para aceptarla y merecer así la aprobación de “la superioridad”.
Contra la nación política opera un gobierno sin escrúpulos que, llenándose la boca de “democracia”, atenta sin vergüenza contra el principio básico de tal concepto, esto es, la separación de poderes, pudriendo y anulando al resto de las instituciones del Estado. Y todo ello amparándose en una mayoría parlamentaria espuria en la que se integran partidos cuya voluntad manifiesta es la desmembración de España. Semejante anomalía sería impensable en esos otros países que continuamente se nos ponen como ejemplo.
Contra un pueblo anestesiado y corroído por el miedo, que ante todo esto y frente a agresiones inmediatas como los precios escandalosos de los bienes y servicios de primera necesidad, a lo más que se atreve es a hacer chistes en redes sociales, se alza una casta partitocrática, de izquierda, derecha y de todo lo que haga falta, que se dispone a entrar por la puerta grande en la “nueva normalidad”. Y esta locución –nueva normalidad– no sólo hace referencia a una salida más o menos airosa del efecto virus.
En realidad, cuando el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, empezó a pronunciarla hace más de un año y se hicieron eco de ellas los medios de manipulación de masas, no hablaba de que nos curáramos de una enfermedad, hablaba de la aplicación definitiva en España de todo lo decidido por los elementos “multi”, “supra”, “inter”…nacionales.
Parece que el virus en cuestión ha sido oportuno y eficiente para meternos en la “nueva normalidad” de forma más rápida y eficaz, sin que importe mucho o poco si nos curamos o no.
No hay que olvidar que Pedro Sánchez es, en términos castizos, “un mandao”, a quién España y su propio partido, el PSOE, no importan ni poco, ni mucho. El mandato que ha recibido de quién puede dárselo, lo está cumpliendo: sumir a España en la inopia, desmembrándola y convirtiéndola en NO ESPAÑA
Pedro Sánchez ganó la moción de censura contra Rajoy, con ayuda de izquierdistas y separatistas, el 1 de junio de 2018. El 26 del mismo mes, antes de cualquier otro contacto de relevancia, se reunió durante una hora y media –no cómo recientemente con el presidente de los EE.UU, Biden–, con el inefable George Soros. El contenido de la reunión con tan polémico personaje no se hizo público, pues cómo se informó desde La Moncloa, "No podemos confirmar con quién se ve el presidente salvo que esté en la agenda oficial". Y, claro si no pueden confirmar con quién se ve, muchos menos van a confirmar de que ha hablado con quién, efectivamente, se ha visto. Así que, como la reunión fue clandestina, cabe sospechar que los acuerdos a los que llegaran sus partícipes no serían muy confesables.
Pero no pensemos mal, por favor. El señor Soros, además de un hombre poderoso, promotor del globalismo uniformador de pueblos y naciones, negador de tantos principios irrenunciables para el Hombre libre, es, como no podía ser de otra forma, un experto financiero. Sin duda Pedro Sánchez, conocedor de esto último, le encargó en tal tenida la gestión de su cartera de valores y activos financieros. Sería eso, sí, sí…
Así pues, existe un instrumento para llegar a la NO ESPAÑA, la maldita partitocracia española y un ejecutor inmediato, el presidente del Gobierno y secretario general del Partido Socialista Obrero Español, señor Sánchez. Ante todo esto, conscientes de ello, o no, creyentes en ello, o no, nuestros constitucionalistas, horrorizados, se agrupan en torno a su fetiche: la Constitución de 1978, obra humana, no otra cosa, que consideran en peligro y a la que atribuyen poderes taumatúrgicos. La consideran atacada y llaman a defenderla, como si esta constitución, tan elaborada, tan minuciosa, tan bienintencionada, no llevara en su interior los gérmenes de la disgregación.
Apelan también los constitucionalistas a la figura de su majestad el Rey, como si don Felipe VI, montando a caballo y desenvainando el sable, pudiera venir y por ser quién y lo qué es, salvar a España y a su Constitución.
Pues ahora tendría oportunidad de hacerlo. El indulto –el insulto a España y a la razón–, que Sánchez ya ha anunciado para los esbirros del separatismo catalán, convictos, confesos y no arrepentidos de los delitos por los cuales se les condenó, ha de hacerse efectivo mediante Decreto que su majestad ha de firmar. Pues que no firme y ya está, ¿no? Pues no, firmará. Seguramente ya lo habrá hecho en el momento de publicarse estas líneas.
En todo caso, la “nueva normalidad” va a significar, en parte, la puesta de rodillas de España ante los separatistas, que ya consideran el indulto una muestra de la debilidad de España y una victoria frente a ella y que arrancarán al Gobierno cuántas concesiones y traiciones sean precisas. Sánchez habrá cumplido así con buena parte de lo que le han ordenado.
Como decía Oswald Spengler, en Años decisivos, el Estado ha sido sustituido por el partido, por los partidos en nuestro caso. A bordo de vehículos partidarios hemos llegado hasta aquí. Nos han traído hasta aquí
¿Alguien cree que saldremos de este atolladero en los mismos vehículos que hasta aquí nos han traído, tripulados por los mismos pilotos?
La respuesta es clara: NO.