Hispanoamérica y el fomento del odio a España
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Hispanoamérica y el fomento del odio a España
El domingo día 8 del pasado mes de julio, un diario de ámbito nacional publicó un excelente reportaje en el que analizaba las actuaciones y los resultados de una campaña de fomento del odio a España en países de Hispanoamérica, comenzando, en primer lugar, por un adoctrinamiento de los niños en las escuelas, tergiversando, manipulando y falseando la Historia y sometiendo los textos de los libros escolares a una adaptación a las tendencias revanchistas que están proliferando en aquel continente y en otros lugares del mundo.
Se están derribando monumentos y estatuas de personajes que contribuyeron al desarrollo de aquellas tierras y de sus gentes, como la reina Isabel la Católica, Cristóbal Colón, Francisco Pizarro, Orellana o fray Junípero Serra. O de quienes dieron prestigio a nuestra lengua como Miguel de Cervantes. Y no sólo en países hispanoamericanos, sino también en algunas ciudades de USA.
Pero aquí mantenemos monumentos a Bolívar o San Martín, por ejemplo.
Recientemente el Monumento a los Descubridores, en Lisboa, ha sido pintarrajeado con una frase de veinte metros, en mal inglés, después de que el diputado socialista Ascenso Simoes propusiera su demolición.
Nuestros flamantes políticos e ilustres legisladores, ¿considerarán estos actos como «delitos de odio», tan en boga ahora, o simplemente como «libertad de expresión»?
Durante la toma de posesión del nuevo presidente de Perú, Pedo Castillo, éste se permitió, en presencia del rey Felipe VI, acusar a España de explotadora y de haber esquilmado las riquezas mineras de aquel país en beneficio de Europa.
Haciendo un alarde de su sentido de la diplomacia, elegancia, respeto y domino de los usos protocolarios (o a lo peor con toda la mala intención posible) hizo mención del Rey de España en último lugar después de haberse referido previamente a los presidentes de la republicas hispanoamericanas allí presentes, haciéndolo como «Su Alteza», en lugar de «Su Majestad». Ignoró, suponemos que deliberadamente porque no es posible tal desconocimiento, la obra de España en América y hechos tales, como que se fundaron allí ciudades, universidades para los nativos de aquellos territorios, además de iglesias, hospitales, otros centros educativos y formativos, vías de comunicación, palacios como el que Castillo se niega ahora a utilizar, etc., así como el mestizaje a que dio lugar la presencia española, destacando, sin embargo, que llegaron personas procedentes de China y más tarde de Japón que aportaron «sangre que enriqueció nuestras venas».
Respecto a la sangre española a lo peor sostiene como en aquella canción de Luis Aguilé «Maldito sea el tío Calambre que dio su sangre pa mi salud».
No son estos los únicos hechos reseñables de los últimos tiempos ni sólo en Perú. Desde hace ya algunos años las injurias, las afrentas, la destrucción de recuerdos y vestigios y las expresiones de diferentes mandatarios son una constante sin que, por parte de las autoridades españolas de los diferentes y sucesivos gobiernos, hayan respondido adecuadamente ni se hayan tomado medidas de réplica con la energía que sería procedente. Y lo más grave es que, muchas de estas ideas y de estos comportamientos, están propiciados y fomentados desde la propia España por parte de algunos habitantes de «la piel de toro».