Hoy sin Primavera (IV)
Desde la izquierda a la derecha, todos los partidos políticos y por supuesto “el comité de expertos”, se muestran conformes en considerar que estamos en 'estado de guerra'. (...) Y así planteado, como la posguerra durará años, lo que necesita España es un gobierno de unidad nacional, de concentración, para la reconstrucción del país, con un fuerte carácter patriótico y técnico, pero no una comisión parlamentaria que se mueve a través de apaños y cuotas de partidos.
“Quédese en casa el que sigue el rumbo que le fija el miedo, el que se hincha con los buenos vientos y desfallece con los adversos. ¡Yo no!”
Juan Luis Calleja
La frase que puse antes va sin intención de alentar el quebrantamiento de ninguna norma, sino que a mí me ayuda para subir el ánimo durante el confinamiento junto con los demás párrafos que escribió su autor en “Quédese en casa”, todos llenos de decisión, entereza y gracia, además de ser un título muy oportuno.
No se puede negar que es una penosa forma de traspasar el Día del Trabajo con 3.226.798 nuevos parados solo en el mes de abril, y el 2 de Mayo echando de menos cualquier cosa que nos recuerde que nuestro pueblo aunque desarmado, de forma inesperada se levantó e hizo frente a los opresores. Por cierto que “recordar” se deriva del sustantivo latino “cor” (corazón) y significa “volver a pasar por el corazón”, es decir traer de nuevo a la existencia.
Como desde el 24 de abril aseguran los anónimos “expertos” del Gobierno (ayer por fín se desvelaron sus señas), que se está ya entrando en una última fase de control de la enfermedad y nos van dejando salir a la calle saltan de alegría a ver si también nos la contagian a los demás. Alguna vez tenía que llegar aunque fuese por inercia natural, pero no hay que sacar los pies del tiesto que después de la fiesta llega la resaca y no será lo mismo verse en la calle un rato que quedarse en la calle sin trabajo. En Italia sólo con que comience a llover, hacen una mueca y dicen “porco goberno”.
La realidad que nos ocupa, no deja lugar a escapismos para nadie: hoy 2 de Mayo, 25.100 muertos y 216.582 infectados oficiales. Por fin ha comenzado la toma de muestras (con semanas de retraso) para el estudio de seroprevalencia que decían imprescindible para hacer planes de futuro. El día 28 de abril, tras la denuncia del periódico El Mundo, quedó al descubierto el montaje urdido por el Gobierno para aparecer con toda falsedad desde la tribuna de la OCDE como uno de los países punteros en la realización de test rápidos masivos. Lo único que seguimos sabiendo de verdad, es que la verdad no la sabemos.
Desde la izquierda a la derecha, todos los partidos políticos y por supuesto “el comité de expertos”, se muestran conformes en considerar que con estas cifras, aunque falsas, estamos en “estado de guerra”. Sí, es verdad, pues son cifras asimilables a las producidas en la guerra de Cuba y de Marruecos si bien ahora casi todos los muertos son viejos y civiles, aunque como entonces se han visto en gran medida desasistidos por culpa de la codicia, el servilismo, la petulancia, la incompetencia y por resumir, la indigencia moral e intelectual de bastantes subordinados y mercachifles que siempre pululan en torno al “mando único”.
No debe bastar por tanto con rezar en nuestro interior o guardar silencio respetuoso y se empieza a oír un fuerte ruido de togas. Don Ignacio Marco Gardoquí reflejaba en las páginas del diario ABC el pasado día 10 de abril su parecer sobre la situación con alcance a la economía y con toda crudeza decía: “no habrá más remedio que recapacitar y elegir entre la salud del presente, asolada por el virus o la salud del futuro, destruida por sus consecuencias.” Y ayer mismo dijo: “¿Podemos apelar al consuelo de los tontos tras el desastre de los muchos? No creo…son unos datos propios de una guerra, solo que obtenidos en tiempos de paz.”
El mismo presidente Sánchez admite que se abre ante nosotros un pozo lleno de escasez y padecimientos. Ya este mismo año 2.020 el PIB español caerá entre el 11% y el 14%, el paro llegará al 22% como mínimo, la deuda pública rebasará el 115% del PIB sin contar la que genere los créditos de la CE, la morosidad de las autonomías alcanza ya los 6.000 millones de euros, en el mes de abril 300.000 empresas han facturado cero euros, ya hay 21 millones de personas entre funcionarios, pensionistas y parados que cobran del Estado y seremos junto con Italia el país europeo que por la dependencia del sector turístico más tardaremos en salir de la crisis. Nuestra economía se hunde un 50% más rápido que la media europea. La agencia de calificación de solvencia Moodys espera que el Gobierno acuda al MEDE (Mecanismo Europeo de Estabilidad), el fondo europeo de rescate, para cubrir el incremento de la deuda.
Aunque se sigan comportando como verdaderos trileros y el papel lo aguante todo, las estadísticas cocinadas con el CISco del señor Tezanos no dan de comer. Todos los sectores privados están muy dañados: desde la ganadería y el textil, pasando por la industria, la construcción, la pesca, la agricultura, el comercio, y algunos especialmente en situación de coma inducido, como la hostelería, el del turismo antes citado, el sector del ocio (que algunos llaman “cultura”), el del automóvil en todas sus fases o el de las inmobiliarias, por no citarlos a todos. Basta con hacer un repaso por el vecindario y se verá que casi nadie se libra.
Pero a pesar de esto, también hay posibilidad de mejorar algunas cosas aprovechando la situación a través de un mayor rigor: si antes del Covid-19 el sistema de desempleo recogía en sus listas de forma hinchada y no realista un porcentaje del 17% sobre la población activa, y como consecuencia de su mala regulación al dar cabida a falsos parados con trabajos en negro, se estaba calculando en un 22,01% del PIB el volumen de la economía sumergida (en estrecha competencia con Grecia), parece ser llegada la hora de poner en marcha una Inspección de Trabajo necesariamente eficaz que haciendo bajar una columna haga bajar la otra.
Exige también una completa revisión por el Estado de la gigantesca e inútil burocracia que mantiene a un funcionariado al que se debe dar trabajo con contenido práctico y comprometido. No se puede olvidar tampoco el lastre, apto para su reducción, que representan el masivo plantel de altos cargos, consejeros, asesores y plumíferos de variada índole que medran alrededor de la política central y autonómica gracias al cabildeo y al nepotismo. Soportamos nada menos que 23 ministerios y 3 vicepresidencias con toda su cohorte de bienpagados. Se me ocurren sobre la marcha estos ejemplos, pero hay muchos más esperando a los economistas.
Para salir de esta catastrófica situación, el sentido común que como es sabido es el menos común de los sentidos, supone que la solución está en el interior de un cubo de Rubik, en el que cada color corresponde a un partido político y que hay que encajarlo bien. Muy difícil, pero desde luego imposible si el que tiene que hacerlo es la sociedad limitada y extremista de “Pedro y Pablo” que no ha quebrado gracias a la cuantía de sus nóminas y por el apoyo de los separatistas aunque sólo será temporal.
Después del bochornoso espectáculo ofrecido en la regulación de los paseos infantiles para aflojar el confinamiento, hay que recordarles lo bien que se manejaban en la epidemia del ébola de 2014 por la que no hubo ningún fallecido en España, marchando tras las pancartas de “yo también soy Excálibur” y “Rajoy Asesino”, y la osadía con la que daban en sus valerosos escraches “jarabe democrático” a sus adversarios políticos. Tampoco lo podrá hacer si quiere obtener resultados decentes, ningún partido intentando pactos de forma aislada mientras esquiva las piedras que le arrojan y que a su vez le sirven de munición contra los demás, y así sucesivamente en un toma y daca lleno de verborrea, mentiras, demagogias, simplezas y astracanadas, ninguna de las cuales a la postre resultan eficaces ni baratas.
Pero hay que ponerle el cascabel al gato actuando con sentido de Estado para el común, que aquí se traduce en sensibilidad y verdad hacia el pueblo, eficacia para el pueblo, trabajo con el pueblo y generosidad partidista por el pueblo, pues será nuestro pueblo, sí la gente (no las instituciones ni las variadas élites que habrán de subordinarse al servicio de todos) la que ha de soportar el virus y sus consecuencias pasadas, presentes y futuras.
Y así planteado, como la posguerra durará años, de nuevo el sentido común hace ver con toda sencillez que lo que necesita España es un gobierno de unidad nacional, de concentración, o como se le quiera llamar, para la reconstrucción del país, con un fuerte carácter patriótico y técnico, pero no una comisión parlamentaria que se mueve a través de apaños y cuotas de partidos como parece será la cruda realidad, Gobierno que se vería obligado a hacer difíciles equilibrios entre lo público y lo privado, entre la urgencia y la paciencia, entre el mercado global y el interior, entre la moderación y el riesgo, entre el acuerdo y la desavenencia, entre la disciplina y lo flexible del lessair faire, entre el beneficio particular y el bien social, entre la honradez y la honradez (sic), entre la experiencia y la imaginación, entre el gasto y el ahorro.
Todo esto y más, que sabrán traducirlo y componerlo los profesionales adecuados para implementarlo en rigurosos planes a corto, medio y largo plazo, y quizás hasta el extremo de que sea necesario para evitar más disfunciones y conseguir un ahorro imponente, adelgazar las competencias de las comunidades autónomas, incluso hibernarlas,... ¡Ay! Les ruego me perdonen..., me había quedado traspuesto sobre el teclado mientras redactaba este párrafo y estaba ya escribiendo ensoñaciones. No, mucho me temo que no podrá ser así, ni parecido.
Doña Irene Montero (ministra de Igualdad, salvo en vivienda, que siempre ha habido castas) ya tiene la solución muy elaborada: “Hay que dar una salida antifascista a la crisis del coronavirus”, en perfecta coincidencia con lo que dice su querido comandante Pablo: “Los momentos de excepcionalidad hay que aprovecharlos para hacer avanzar el programa comunista” (¿será la famosa Agenda 2030?). Su fijación sigue siendo Venezuela, para conseguir el suficiente grado de pobreza que produzca una masa subsidiada a través de una maraña de ayudas sectarias, que se muestre agradecida y vinculada a quién le da de comer en su mano.
Una vez salvada la censura del Ministerio de la Verdad, que ideó George Orwell y al que aspira por sus muchos servicios el periodista de la radio pública don Fran Sevilla, sabemos que el parte por lo que respecta a los convoyes de suministros es demoledor, todavía no se han repartido mascarillas fiables y mucho menos realizados todos los test rápidos necesarios ni siquiera para los que están en primera línea del frente de combate, sanitarios, fuerzas del orden, ocupantes de las residencias que todavía sobrevivan, tampoco para las levas de civiles que estaban acuertaladas y a las que se les va levantado el confinamiento porque son necesarias para mantener esta maldita guerra que ya habíamos perdido antes de empezar. Intendencia informa que las unidades de protección siguen saliendo defectuosas, hasta ahora que se hayan descubierto se han comprado 650.000 test inservibles y 2.100.000 mascarillas defectuosas.
En un estado de guerra, en un estado de alarma o en un estado de excepción como el que realmente tenemos, el sabojate por negligencia y la traición de un civil son mucho más graves que la deserción, y el Gobierno en pleno dejó avanzar al enemigo durante mucho tiempo sin dar ni siquiera la voz de alarma. “El machismo mata más que el virus” gritaban el 8-M, pero los analistas calculan que si se hubiese reaccionado una semana antes, el contagio se habría reducido un 62%, aunque ya sobra con un sólo muerto de más.
Todo llega con retraso en la operación Balmis. Pero es que en la operación CoChina desarrollada casi en secreto en Cataluña, el Gobierno sin combatir y en nombre de todos los españoles ha tenido a bien sentarse con delincuentes acreditados para dialogar sobre el armisticio. Sin novedad en el frente. Un oficial del Estado Mayor del Gobierno, es decir, un responsable técnico del comité de alerta dijo en la televisión el pasado 12 de abril que quería poner en valor un refrán; “No hay mal que cien años dure”. Tengo dudas sobre si se refería a su cargo, al virus, a la economía o al gobierno, pero en cualquier caso, estamos apañados.
Hay por tanto que mostrar firmeza y recordar que para cumplir los sueños hay que despertar. Os deseo salud y esperanza.