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La cantera nacional

Si echamos una mirada en nuestro derredor, no apercibimos la cantera que tiene el país en materias diversas tales como investigación, creación, enseñanza, medicina, filósofos, escritores, teólogos, y un largo etcétera...


​Publicado en la revista 'Desde la Puerta del Sol', núm 374, de 10 de noviembre de 2020. Ver portada Desde la Puerta del Sol en La Razón de la Proa.

La cantera nacional


En no pocas oportunidades oímos hablar de la cantera nacional. Pero ello es en referencia al fútbol, a los jugadores que se hacen a la sombra de los clubs. Entran de pequeños a dar patadas al balón y allí se van haciendo futbolistas. De los muchos que pasan por esas escuelas del balompié, no son todos los que consiguen la fama. Pero los hay que relucen bastante durante largos años.

Aunque se da el caso de que exportamos cantidad de futbolistas que están repartidos por los equipos del mundo, y luego importamos a otros porque los consideramos lumbreras. Algunos realmente lo son. Otros resultan unos engreídos que se creen por encima del vulgo, cuyas actitudes y comportamientos no dejan de ser despreciables.

Hablamos de fútbol, pero, en cuanto a cantera propia, de otras especialidades, podríamos mencionar no pocos universitarios que terminan sus carreras brillantemente y han de tomar las de Villadiego porque aquí no encuentran trabajo y por ahí luego resultan ser unos profesionales sumamente sutiles. En algunas ocasiones los intentamos recuperar, pero ya es tarde. A cambio de esas emigraciones todos los días recibimos pateras con gente a la que moralmente es preciso ayudar, pero que cuestan un dineral, no sabemos dónde meterlos, aportan violencia en nuestra sociedad, colaboran ampliamente al tema de las violaciones y no son melindrosos en cuestión de robo con frecuencia y, pasa el tiempo y seguimos sin saber qué hacer con ellos.

Por lo que vemos, está claro, nos falta disposición respecto a las decisiones que es preciso tomar en determinados aspectos, como éste, por ejemplo, de si hemos de quedarnos con esta invasión de cultura distinta y religión opuesta o los hemos de mandar a su casa.

Pero ahí no queda la cosa. Porque si echamos una mirada en nuestro derredor, no apercibimos la cantera que tiene el país en materias diversas tales como investigación, creación, enseñanza, medicina, filósofos, escritores, teólogos, y un largo etcétera al que normalmente hay que acudir cuando no es necesario hacer la lista que resultaría demasiado larga, pues, más o menos, está en la mente de todos.

Porque si nos fijáramos en las mentes que produce España, y las tuviéramos en cuenta, probablemente encontraríamos equipos que quedaría campeones de la champion league de los diferentes aspectos y actividades en los que se mueve la vida de la nación.

Y por ello nos preguntamos: ¿Es que los españoles somos tan necios como para empeñarnos en que no hay nadie más que nos pueda gobernar que quienes en estos momentos –o en otros similares– llevan los asuntos de la nación con tanto despego e ignorancia? Respuesta que hemos de damos a nosotros mismos: a porrillo.

Sucede que esas personas excepcionales en su especialidad del saber no ansían más sillón que el que pueden conseguir con su trabajo, con dedicación, sacando adelante aquello que se proponen. Y para ello trabajan, no pirulean por aquí y por allá con pocos valores acumulados en su cuerpo, buscando el triunfo con engaños, con el juego de palabras, sin base para luego poder hacer algo productivo cuando llegan a dónde pretenden arribar.

Y nos encontramos por todos los lugares de la Administración con individuos que, quizá, como «políticos» pueden alcanzar puestos desde donde consiguen deshacer en un pis pas la organización que se ha conseguido con sacrificio y entrega a lo largo de años, como hemos mencionamos; y lo que es peor, ansiando inocular en la sociedad ideas espurias, nefastas, míseras, que no ofrecen nada bueno a los honestos ciudadanos que los siguen con fe.

No brindan la cultura, el saber, la economía que engrandecen al país; no, prometen ideas extravagantes, interpretaciones del ser humano con las que desquician la vida en sí, y la pérdida de los valores que han de acompañar a las personas para que hagan su camino vital. Y hemos de volver a preguntarnos: ¿Es que los españoles somos tan necios como para empeñarnos en que no hay nadie más que nos pueda gobernar que quienes en estos momentos llevan los asuntos de la nación con tanto despego e ignorancia?

Y la respuesta viene fácil a nuestra mente: no; probablemente haya que empezar, para componer el problema empezar por cambiar el sistema que tenemos para la nominación de quienes han de regir al país. No parece que el sistema de partidos políticos sea lo más recomendable. Habría que encontrar otro que llevara a la excelencia, a la búsqueda de los mejores.

Quizá sea una idea utópica, idílica. Pero seguro que se puede rebuscar por los libros y nos ofrecerá la posibilidad de elegir entre varias oportunidades. No es un tema de hoy, viene de lejos y se ha pensado mucho al respecto.