La jauría.
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La jauría.
18 de marzo de 2021. Puestos en pie se tributaron a sí mismos una ovación que dicen que llegó a cuatro minutos. Sus señorías estaban orgullosos de su trabajo, por la heroicidad que acababan de acometer: convertir la muerte en un derecho, de tercera o cuarta generación, vayan ustedes a saber: habían legalizado la eutanasia.
Se autoaplaudieron quienes tienen una interpretación materialista de la vida y de la historia; quienes creen haber convertido a Dios en una vieja conseja de tiempos pretéritos; quienes ni siquiera lo consideran digno de ser fusilado en efigie, como hicieron sus ancestros ideológicos en el Cerro de los Ángeles. También se unieron al autoaplauso quienes, a pesar de haberse criado en las sacristías y bajo las sotanas, colocan a Dios muy por debajo de sus nacionalidades irredentas. Y, para completar la mayoría, quienes entienden el ser liberales con un total relativismo de valores, en los que el bien y el mal dependen del número de votos.
¿Cuántos ciudadanos se sintieron representados por quienes se autoovacionaban por la proeza? Acaso alguno de los que los habían elegido sintió vergüenza y remordimiento. En fin, cosas de la democracia…
Otra pregunta: ¿tenían en mente, acaso, alguno de los entusiastas aplaudidores la figura de algún padre o abuelo enfermo con un sabroso legado para sus descendientes? Confiamos en que esto último sea producto de nuestra imaginación…
Quienes defendemos la dignidad del ser humano, desde su concepción hasta su muerte natural, y creemos que no nos poseemos, sino que somos usufructuarios de nuestra vida, que pertenece al Creador, no podemos menos que lamentar que esta España actual haya descendido un peldaño más en el ranquin de vileza entre los pueblos civilizados.