¿Lucha de clases?
Nuevas formas de luchas de clases, entre antinaturales y utópicas, pero de gran carga letal para el hombre y la sociedad de nuestros días; son herencia de la frustración marxista y que, para más inri, va incorporando a su ideario la coalición progresista que gobierna en España,...
¿Lucha de clases?
El primitivo marxismo fue sobrepasado con creces, tanto en lo económico como en lo político y filosófico, y, en el caso de España, sin que hubiera sido necesario el Congreso de Surennes, aquel en el que el PSOE de Felipe González hizo pública renuncia de sus tesis, y encaró lo que parecía ser una nueva época para el socialismo.
Uno de los dogmas de aquel marxismo era la lucha de clases, la de los desposeídos contra los detentadores de la riqueza, circunscrita en la practica al enfrentamiento entre patronos y obreros; según Carlos Marx, era el paso ineludible que conduciría al segundo tiempo de su dialéctica; la Dictadura del Proletariado, y, desde ella, como por ensalmo, a una Sociedad Comunista en la que ni siquiera harían falta los medios coactivos de los Estados, porque los seres humanos habrían alcanzado una idílica condición de solidarios, pacíficos y desprendidos de todo afán de lucro.
En crítica es este planteamiento se levantaron los mejores pensadores de Europa, entre ellos, José Antonio Primo de Rivera, que mostraron la falacia de los tres momentos dialécticos, especialmente de esa generosa Dictadura de los proletarios, convertida, por mor de Lenin, Stalin y sus continuadores actuales en férrea dictadura de Partido Único, sin margen para la dignidad y la libertad de los ciudadanos.
Sin embargo, las teorías marxistas no han desaparecido, simplemente, han evolucionado y transformado, y enfocan hoy nuevas formas de dialéctica, tanto o más destructivas para las colectividad como las originales. Así, tenemos la lucha de sexos, decidida a enfrentar a hombre y mujeres, y secundada por la ideología LGTBI, que, junto a su absurdo, abre aún más la confrontación social en función de un inexistente género.
También tenemos el Ecologismo Radical, que opone hombre y naturaleza, de forma tan disparatada que pasa por alto que aquel es componente y, a la vez, usufructuario y usuario de aquella, a la que debe respetar, pero sin acatamientos idolátricos.
E, igualmente el Transhumanismo, que desaprueba al ser humano en nombre de una pseudocientífica posibilidad de un superhombre, y no a la manera filosófica de Nietzsche, sino con el concurso de la tecnología y la cibernética. Tampoco está muy lejano de un planteamiento dialéctico de enfrentamiento el Animalismo, que equipara al racional con el irracional.
Nuevas formas, por tanto, de luchas de clases, entre antinaturales y utópicas, pero de gran carga letal para el hombre y la sociedad de nuestros días; son herencia de la frustración marxista y que, para más inri, va incorporando a su ideario la coalición progresista que gobierna en España, normalmente sin que la derecha –bobalicona y amedrentada como siempre– ose levantar la voz para oponer razones a sinrazones.