Política para adultos
El PP debe conseguir, por el bien de los españoles, superar el túnel oscuro de Sánchez, desterrar su mentira permanente, y saber que el camino, las alianzas, lo objetivamente necesario para llegar al Gobierno, no lo pueden condicionar ni marcar Sánchez y sus aliados con descalificaciones que sus propias alianzas contradicen.
Publicado en primicia por el digital El Debate (1/ABR/2022).
Política para adultos
Para el XX Congreso del PP que se está celebrando en Sevilla se eligió un lema a mi juicio poco afortunado: «Lo haremos bien». La intención del Congreso es obvia y por eso reiterarla es innecesario. Pero este concilio popular no permanecerá por su lema sino por sus circunstancias. Es un final y un principio, el paso de una a otra orilla, y si hubiese que buscar una frase definitoria de la circunstancia en que se produce acaso sería la que encabeza estas líneas –«Política para adultos»– que no se debe al presidente saliente ni al entrante sino al título del último libro de Mariano Rajoy. A las responsabilidades políticas que suponen la representación, encauzamiento e hipotética gobernación de una nación, nada menos, hay que llegar con las lecciones aprendidas, con los deberes hechos, con experiencia de gestión y madurez suficientes. Es cierto que ser veterano no supone garantía de nada pero ser novel tampoco.
Lo sucedido en Génova desde mediados de febrero que explosionó en la reunión de los barones con Casado, que había tenido su detonante previo en la para mí desafortunada entrevista del entonces presidente del PP con Carlos Herrera, supuso una muestra de inmadurez. Casado no midió sus fuerzas, ignoró la realidad o cometió la ingenuidad de creerse la milonga, envuelta en almíbar, que le contaba alguien próximo. Pero hay que admitir que el camino venía torciéndose desde bastante antes de febrero, se dice que desde las elecciones del 4 de mayo del año anterior en Madrid. En la vida, sobre todo en la empresarial, y especialmente en la política, existe a veces una atolondrada –o no– tendencia a ver enemigos allá donde no los hay. Conocemos la diferencia atribuida a Churchill: los adversarios están en la bancada de enfrente y los enemigos en los bancos de detrás.
Puede que el primer fiasco visible de la etapa Casado, no sé si promovido por el entonces presidente del PP o sólo asumido por él, fuese el cese de Cayetana Álvarez de Toledo como portavoz parlamentaria. Nada que objetar obviamente a su sucesora, pero como observador casi prehistórico no entendí que quien nombra a alguien para una responsabilidad importante decida su cese unos meses después. Se dijo que por el disgusto producido en la séptima planta de Génova tras un duro enfrentamiento dialéctico en el Congreso de los Diputados entre la entonces portavoz y Pablo Iglesias. No lo creo. Sería aún peor.
El segundo fiasco fue el 'caso Díaz Ayuso', bien conocido. Pese a las sospechas de la dirección nacional del PP, Díaz Ayuso fue llamada para dar mítines en la campaña de las elecciones en Castilla y León, recibida con el fervor popular que la acompaña. Luego llegaron el anónimo creíble, el barullo del espionaje, las acusaciones, descalificaciones y amenazas de expediente y expulsión y la referida entrevista a Casado en COPE. Pero quienes observaban entre bambalinas sabían bien que los problemas estaban ya ahí desde mucho antes y el intervencionismo de la séptima planta –se dice que no promovido pero sí consentido por Casado– levantaba ampollas en los barones regionales y provinciales.
Lo del contrato del hermano de Díaz Ayuso me produce hasta hilaridad. Mira que había contratos muchimillonarios que denunciar con motivo de la pandemia, promovidos por ministros, maridos de ministras, dirigentes socialistas, etcétera, para fijarse precisamente en cincuenta y pico mil euros de un trabajador que llevaba años en una empresa, por un contrato legal reconocido como tal por la Cámara de Cuentas. La fiscal general del Estado, nada independiente por cierto según su biografía y asociaciones de fiscales, encontró un filón abierto, de manera cainita, por el propio PP. No puede sorprendernos la desembocadura de aquel embrollo que estalló en febrero.
Escribí que este Congreso del PP en Sevilla es el paso de una orilla a otra, un final y un principio. Fui encargado de la ponencia de Cultura en el IX Congreso, en Madrid, llamado de la refundación, en 1989; aquello supuso también el paso de una orilla a otra. Se inició un camino que habría de cosechar dos mayorías absolutas para el PP cuando ya entonces se aseguraba que las mayorías absolutas se habían acabado. No fue así. No digo que en Sevilla comience otra refundación pero sí debería iniciarse un nuevo modelo de partido. Una visión distinta de qué hacer y cómo hacerlo. El PP debe conseguir, por el bien de los españoles, superar el túnel oscuro de Sánchez, desterrar su mentira permanente, y saber que el camino, las alianzas, lo objetivamente necesario para llegar al Gobierno, no lo pueden condicionar ni marcar Sánchez y sus aliados con descalificaciones que sus propias alianzas contradicen. Un PP seguro de sí mismo y no blandengue debería emerger en Sevilla.
Feijóo es un político serio, ha demostrado ser un gestor eficaz, tiene experiencia y madurez. Llega al timón de Génova con los deberes hechos y las lecciones sabidas y no tiene nada de prepotente ni de ingenuo. Su primera decisión será elegir a quién ocupe la secretaría general, su número dos. Cuando fue elegido Casado, amparado sólo en mi veteranía, apunté que era conveniente que contase con una persona con más años que él, con experiencia de gestión en la nación o en una autonomía, y preferentemente mujer. No acerté ni una. El PP fue pionero en situar a valiosas mujeres al frente del Congreso y del Senado. Un feminismo de verdad. Luego han llegado las ministras que tenemos hoy; todavía me cuesta reconocerlas en sus escaños del banco azul. Salvo a Irene Montero y a Ione Belarra; se mueven mucho. Y tienen aguante. Están en airado desacuerdo con decisiones del Gobierno al que pertenecen pero no dimiten. Entre sus lemas figura «Prohibido dimitir» como recordó a Belarra el diputado Ricardo Tarno en un Pleno del Congreso.
El PP tras Sevilla ha de pilotar una política para adultos dejando atrás zigzagueos, improvisaciones y complejos. Es lo que los ciudadanos alcanzaremos cuando los despropósitos que vivimos ahora sean ya pequeña historia para olvidar, como un mal sueño.
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