Supranacionalidad.
Todo parece indicar, que con el tiempo iremos hacia una globalización con un único gobierno, un pensamiento único y un único sistema económico.
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Supranacionalidad: ¿una hipótesis o una realidad de futuro?
La sociedad es un ente dinámico que genera un permanente cambio social, actualmente, la gobernanza parece estar dirigida hacia un nuevo modelo de perfil cada vez más plutocrático.
Dicha tendencia va encaminada hacia la creación de un poder supranacional, tomando como referencia las organizaciones creadas a finales de la década de los años cuarenta como: la Unión Europea, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la ONU y sus diferentes secciones, el Foro Económico Mundial, OTAN, etc.
Todo parece indicar, que con el tiempo iremos hacia una globalización con un único gobierno, un pensamiento único y un único sistema económico.
Para ello, es necesario una especie de reprogramación progresiva de la ciudadanía, con el objetivo de que reconozca el mencionado cambio social, como una alternativa necesaria y de mejora.
Para este objetivo, los promotores de este proyecto globalista, necesitan implantar nuevos constructos de pensamiento social, para ir excluyendo, los aún vigentes en gran parte de la sociedad.
A título de ejemplo, estamos hablando de la implantación de estructuras de pensamiento, es decir, nuevos códigos de valores incuestionables a consolidar como: el relativismo moral, el laicismo, la ideología de género, el aborto y la eutanasia como un derecho, e incluso la pedofilia, ahora descartable, todo ello, mediante técnicas de ingeniería social.
Progresivamente, los lobbies del modelo globalista, irán instaurando el transhumanismo, conocido por la “cuarta revolución industrial” donde los sistemas de inteligencia artificial permitirán controlar todo aquello que antes hacía el ser humano.
Se trata de un proceso de cambio, gradual, planificado y diseñado para medio plazo.
Una primera aproximación a la tesis expuesta la hemos tenido con la instrumentalización de la pandemia del covid-19 que nos asola.
La OMS ha sido fundamental para implantar la idea de que existe una pandemia mundial y por ende la necesidad de un confinamiento mundial sin cuestionamiento.
Es la primera vez en la historia del mundo, que los ciudadanos del planeta han visto como en todas las naciones seguían los mismos pasos establecidos en una recomendación, no ejecutiva, de dicha organización. Nunca antes se había conseguido una coordinación de este tipo a nivel global.
Ahí tenemos una muestra sutil de gobierno supranacional global. Se ha producido una cesión de la soberanía nacional a este ente internacional, bajo el argumento de que únicamente la OMS sabe lo que las naciones tienen que hacer, con referencia a la pandemia.
Destacar que la OMS se financia de las aportaciones que le hacen los 194 estados miembros y de importantes donaciones privadas por parte de las grandes corporaciones mundiales como farmacéuticas, petroleras, etc.
A parte de las instituciones transnacionales indicadas anteriormente, que inciden cada vez más con sus directivas y vínculo económico en nuestra nación, podemos añadir otras como la Corte Penal Internacional (CPI), el Tratado de Libre Comercio, la Unión de Naciones Suramericanas, etc., que de forma paulatina van configurando dicha globalización junto a la presión de los lobbies internacionalistas, anacionalistas o prodemocracias directas, entre otros.
Al parecer, todo indica que la globalización se implementará primero territorialmente por continentes y posteriormente en el ámbito mundial. Es cuestión de tiempo.
Es por ello que cabe citar literalmente a Angela Merkel en su afirmación: La Unión Europea es nuestra respuesta a la globalización. Solo juntos podemos garantizar seguridad, bienestar y paz en Europa. Ahí tenemos el primer eslabón.
Hay que reconocer que la soberanía española cada vez es más débil y dependiente de los diferentes tratados europeos e internacionales en los que ha firmado su adhesión, y que cada vez van marcando más, con carácter supranacional, el proceder del Estado. No hay marcha atrás, ni posibilidad de rechazar futuras alianzas, cada vez más globales. Ante esta situación, sólo queda la “retrotopía” de Zygmunt Bauman.