El falangista Eduardo Ródenas Llusiá
Eduardo Ródenas «Hoy me ha tocado a mí hablaros; ayer me correspondió estar en la cárcel; mañana es probable que caiga, como otros cayeron delante de mí».
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El falangista Eduardo Ródenas Llusiá
Hace días que por las redes sociales se puede ver un vídeo que comenta algo de la vida de este falangista que, según escribió Rafael García Serrano, a principios de agosto de 1936, con sólo 19 años de edad, fue llevado al kilómetro 12 de la carretera de Francia y asesinado por un grupo de milicianos, entre los que no faltaba algún compañero de Facultad.
Por eso, después de este asesinato al poco tiempo de dar comienzo la Guerra Civil, dice Dionisio Ridruejo que visitando un día a José Antonio Primo de Rivera en el centro de Falange, que estaba entonces en la Cuesta de Santo Domingo, conoció allí a varios falangistas y, entre ellos, estaba Eduardo Ródenas a quien nunca más volvió a ver.
Eduardo Ródenas era estudiante de Filosofía y Letras y había sido actor en las primeras funciones, en su primera época de estudiante universitario, de La Barraca que dirigía Federico García Lorca y que surgió en el otoño de 1931.
Pero pocos días antes de que José Antonio fundara Falange, nos lo cuenta García Serrano, Ródenas, a quien conocía de la Facultad, y el propio autor de La fiel infantería, se habían apuntado, porque les parecía revolucionaria, a la Federación Universitaria Escolar (FUE) organización fundada a finales de 1926 como alternativa a la Asociación de Estudiantes Católicos y como protesta contra la política universitaria de la Dictadura de Primo de Rivera y contra la Monarquía. Aunque al fundarse el SEU, muchos estudiantes que pertenecían a la FUE, cada vez más agónica, se pasaron al sindicato universitario falangista. Entre ellos García Serrano y Ródenas.
Llegado a este punto, debo corregir a Francisco Bravo, biógrafo y amigo de José Antonio cuando en su libro José Antonio, el hombre, el jefe, el camarada, escribe:
«Yo fui de la FUE, oímos decir a José Antonio alguna vez, cuando se hablaba de sus antecedentes políticos. Estuve como representante de mis compañeros de Derecho de la Universidad de Madrid, en el Congreso de Zaragoza».
Sin duda alguna, Bravo se equivoca porque el fundador de Falange había terminado sus estudios universitarios en el curso 1921-1922 y, la FUE, como ya quedó dicho, se fundó en 1925.
El 14 de marzo de 1934 fueron aprobados, por la Dirección General de Seguridad, los Estatutos del SEU que constaban de 12 capítulos y 40 artículos. En ellos, se creaba el Consejo Nacional y, entre otras cosas, pedían una disciplina estatal rigurosa de la educación que consiguiera formar en los españoles un espíritu fuerte y unido. Querían asimismo, cultivar una buena relación afectiva e intelectual con todos los estudiantes hispanoamericanos.
Meses más tarde de ser aprobados aquellos Estatutos, Eduardo Ródenas, junto con varios camaradas, fueron detenidos el 10 de julio después de que la policía registrara la sede del SEU. A los dos días, José Antonio les animaba a través de un artículo, publicado en el periódico FE, que lo terminaba con estas palabras:
¡Camaradas! Vivimos tiempos duros. Pasamos la prueba más difícil, que es la del tedio. No desmayéis. Pase lo que pase, muchos o pocos, la Falange Española de las J0NS. seguirá su camino. ¡Adelante, camaradas! Y desde aquí nuestro mejor saludo para vosotros, los que estáis presos. Os hemos visto tras las rejas, magníficamente desgreñados, astrosos, como las gentes de los Tercios, pero cantando a España….
Al año siguiente, Eduardo Ródenas, que hacía tiempo había cumplido su injusto castigo en la cárcel, seguía recordando, con cierta nostalgia, su paso como actor de La Barraca, y en el periódico Haz, portavoz del SEU, criticó, en su número uno, marzo de 1935, a la CEDA de Gil Robles por su política coercitiva hacia el teatro:
«¿Merece la pena? Nuestras cerriles derechas dicen que no. Nosotros decimos claramente que sí».
Por su parte, en ese mismo número, José Antonio escribía estas palabras:
«España nos tiene que ser incómoda. ¡Dios nos libre de encontrarnos como el pez en el agua en esta España de hoy! Tenemos que sentir cólera y asco contra tanta vegetación confusa. Y sajar sin contemplaciones. No importa que el escalpelo haga sangre. Lo que importa es estar seguro de que obedece a una ley de amor».
En el primer Consejo Nacional del SEU estuvo presente Eduardo Ródenas y también Mercedes Fórmica de la que David Jato dice, en su libro La rebelión de los estudiantes que Mercedes «aportó su feminismo al Consejo en un ponencia en que se hablaba de bordar yugos y flechas en banderas y estandartes».
Pero la propia Mercedes, en su libro Visto y vivido, le corrige diciendo:
«David Jato, que no tomó parte en aquel Consejo, escribió en 'La rebelión de los estudiantes' una interpretación sui generis del mismo. Aludiendo a mi intervención, asegura que presenté un trabajo sobre un nuevo sistema para bordar yugos y flechas, cuando mi ponencia versó la urgencia de crear la Bolsa del libo de texto».
En mayo de 1935, José Antonio, acompañado de Eduardo Ródenas, ambos hablan en Campo de Criptana. El primero, en esta localidad, dijo esta impresionante frase:
«Muchos habrán venido a prometemos cosas que no cumplieron jamás. Yo os digo esto: nosotros somos jóvenes; pronto –lo veréis– tendremos ocasión de cumplir o incumplir lo que predicamos ahora. Pues bien: si os engañamos, alguna soga hallaréis en vuestros desvanes y algún árbol quedará en vuestra llanura; ahorcadnos sin misericordia; la última orden que yo daré a mis camisas azules será que nos tiren de los pies, para justicia y escarmiento».
Por su parte, Eduardo Ródenas, que hablaba en nombre del SEU, dijo, como si intuyera su final:
«Hoy me ha tocado a mí hablaros; ayer me correspondió estar en la cárcel; mañana es probable que caiga, como otros cayeron delante de mí.».
Y así fue. Como ya he dejado escrito, a principios de agosto de 1936, con sólo 19 años de edad, fue llevado al kilómetro 12 de la carretera de Francia y asesinado por un grupo de milicianos. Efectivamente, así fue el final de este falangista, como el de tantos otros, de los que la Ley de la Memoria Histórica, del impresentable Zapatero, jamás hablará.
Eduardo Ródenas con un grupo de compañeras junto a su residencia de estudiantes
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