Un flamenco en la Falange.
Un flamenco en la Falange.
Los Pemartín Sanjuan eran hijos de una acaudalada familia de bodegueros jerezanos, de origen francés, que entró en bancarrota en la década de 1870. Primos de José María Pemán, todos los hermanos contaban con una formación y educación exquisitas a la vez que cumplían con todos los tópicos de ser “señoritos” andaluces pertenecientes a una de las grandes familias bodegueras de Jerez.
Hoy en día toda su memoria, como la de tantos otros, ha sido borrada y sepultada en la ignominia, incluso en su ciudad natal, a cuyo engrandecimiento y esplendor contribuyeron enormemente. Solo, hasta hace bien poco, quedaba en la barriada España de Jerez, un rótulo de una calle dedicada a uno de los hermanos, Pedro Pemartín Sanjuán, que murió en la resistencia que la marinería del cañonero Lauria presentó –el día 22 de julio de 1936– a los oficiales que se habían adherido al golpe contra la Segunda República. En el periódico ABC, el 22 de julio de 1937 se podía leer:
«Hoy hace un año que a bordo del "Lauria" fue infamemente asesinado, por la marinería puesta al servicio de Moscú, el capitán de intendencia naval don Pedro Pemartín y Sanjuán, pundonoroso caballero, perteneciente a la aristocrática familia jerezana, cuyo nombre ha sido dado recientemente a un bou, en homenaje a su limpia y patriótica conducta. A su viuda, hijos, madre y hermanos, muy en especial trasladamos nuestro profundo pesar».
El incidente a que se hace referencia es aquel en que las dotaciones de los cañoneros Cánovas y Lauria, que se encontraban en el arsenal de La Carraca (San Fernando) el 18 de julio de 1936, se negaron a aceptar las nuevas órdenes de los alzados y Pedro Pemartín, “excediéndose en el cumplimiento de su deber” (según palabras de su propio hermano, José), resultó muerto; así ocurrió también a otro hermano, Francisco Pemartín, también oficial del bando nacional y capitán de corbeta, que murió el 18 de agosto de 1936 en el Estrecho de Gibraltar.
En cuanto a José Pemartín, este se había comprometido desde un principio con la dictadura de Miguel Primo de Rivera, en la que fue miembro de la Asamblea Nacional Consultiva en 1927. Su pensamiento al respecto lo dejó escrito en su obra Los valores históricos en la Dictadura española (1928). Al producirse la caída de la dictadura de Primo de Rivera, en 1930, fue uno de los fundadores de la Unión Monárquica Nacional, para pasar después a militar (durante la Segunda República) en Renovación Española. Se dice que fue uno de los mentores más destacados de José Antonio Primo de Rivera. Colaboró en la revista de pensamiento contrarrevolucionario Acción Española y se adhirió al alzamiento de julio de 1936, siendo nombrado jefe del Servicio Nacional de Enseñanza Superior y Media del Ministerio de Educación Nacional en 1938.
El 19 de febrero de 1938 se fundó en San Sebastián la Asociación de Amigos de Alemania (AAA), de cuyo comité directivo José Pemartín pasó a ser miembro. Pemartín, en obras como Qué es lo nuevo, que los servicios de información norteamericanos llegaron a considerar como una especie de Mein Kampf del régimen de Franco, defendió siempre un “fascismo católico” (en contraposición al nazismo o al fascismo italiano) que uniese la tradición del pensamiento reaccionario español con algunas ideas desarrolladas por Falange Española. En sus últimos años abogó en contra de la permanencia del Caudillo como jefe de Estado para conseguir la vuelta de la monarquía borbónica.
Y así llego a Julián Pemartin, principal motivación de este artículo. Su primo, el gaditano José María Pemán, en su libro Mis almuerzos con gente importante, en el que, entre muchos encuentros con otros personajes, como el general Primo de Rivera, Pedro Sainz Rodríguez, José Calvo Sotelo, Eugenio D´Ors, Ortega y Gasset, Millán Astray, Queipo de Llano, etc., describe un almuerzo que compartió con José Antonio Primo de Rivera, y donde, entre otros, relata este episodio:
«A medida que la República se descaraba y presentaba toda su torva fisonomía, José Antonio Primo de Rivera iba retocando su posición política. Trató de presentarse como candidato a las Cortes, cuando el general Berenguer dijo que iba a convocar elecciones. Su programa único iba a ser la defensa de su padre: no siquiera la defensa de su política y su obra, sino la de la persona humana. Esas elecciones no llegaron a celebrarse. Ya José Antonio cuando se suspendió la convocatoria, tenía recorrida casi toda la provincia de Cádiz, en campaña electoral. Yo le acompañé en muchas de esas excursiones, en unión de Julián Pemartín. La cosa era para José Antonio bastante confusa y embrollada. En cada pueblo lo recibían los amigos de su padre: y en cuanto José Antonio insinuaba temas de revolución y justicia social, los auditores se sentían defraudados, porque ellos eran, en definitiva, los caciques del pueblo que habían formado en las filas de la Dictadura. Por el camino, José Antonio, Pemartín y yo íbamos haciendo versos. En algún pueblo nos obsequiaron con baile y cante. Al fin y al cabo ¿los americanos no hacen sus campañas electorales con banda de música, carrozas y vicetiples?».
Queda así clara la condición de Julián de camisa vieja amen de pariente lejano y gran amigo de José Antonio. Lo que no le impidió mantener controversias políticas con él, como pone de manifiesto la carta que, el dos de abril de 1933, en fechas anteriores a la fundación de Falange, le dirige este en relación a algunas “objeciones al fascio” que Julián le había puesto de manifiesto.
Fue uno de los elegidos por José Antonio para, el día anterior a su infame ejecución en Alicante, dedicarle una carta de despedida, la última que escribió:
«Querido Julián: Esta es casi la última carta que voy a escribir, salvo que Dios tenga dispuesto que se me alargue la vida como de todo corazón le pido. No apetezco la muerte, aunque confío en recibirla con decente conformidad si no hay más remedio. Viva o muera, ya conoces de muchísimos años mi amistad, para la que no puede faltarme un recuerdo muy hondo en estas horas. Que, a Nena, a ti y a vuestros hijos os dé Dios lo que más podéis desear. Y recibe un fuerte abrazo de José Antonio».
P.D. – «Despídeme con mucho afecto de Pepe y de los amigos que dejo en Jerez y que tú conoces, empezando por Joaquín Bernal».
Julián fue jefe provincial de FET y de las JONS de Cádiz y, en 1938, se convirtió en vicesecretario general de FET y de las JONS junto a Juan Manuel Fanjul. En ese mismo año publicó Hacia la historia de la Falange junto a Sancho Dávila, jefe territorial de Falange en Andalucía. Durante esta etapa fue un estrecho colaborador del secretario general de Falange, Raimundo Fernández-Cuesta. Escribió también Lecciones elementales del Nacional Sindicalismo, Teoría de la Falange, el Almanaque de la primera Guardia y José Antonio (Temas españoles, 1956).
Ya durante el régimen de Franco fue miembro del Consejo Nacional de FET y de las JONS y llegó a ser procurador en las Cortes franquistas, pero siempre mantuvo su fidelidad inquebrantable al Ausente.
En el año 1959 participa en las primeras reuniones y es uno de los miembros fundadores, junto con Miguel y Pilar Primo de Rivera y Sáenz de Heredia (hermanos de José Antonio) o Miguel Primo de Rivera y Urquijo (sobrino de José Antonio), Antonio Castro Villacañas y otros varios, de los Círculos Doctrinales José Antonio, cuya razón de ser podría resumirse en el empeño decidido de diferenciar la Falange del Movimiento, partiendo de la afirmación de que, a partir de 1957, el Movimiento Nacional llega a un estado en el que era impopular en la calle y en el extranjero y, por supuesto, algo extraño y distinto a la propia Falange. Esto, unido al hecho de que en esta época se inicia, según los fundadores, un auténtico asalto al poder por parte del Opus Dei, hace que estos falangistas se planteen seriamente el problema de salvar para el futuro la esencia revolucionaria del pensamiento nacionalsindicalista, personificado en José Antonio. Julián fue el primer presidente del Círculo más influyente, el de Madrid, aunque hubo de dejar el cargo en 1960 a causa de su salud.
Pero es que Julián, hombre culto y refinado, fue un hombre activo en muchos frentes. Fue amigo íntimo y compañero asiduo de tertulias de Eugenio D, Ors y, como escritor que era, llegó a presidir el Instituto Nacional del Libro y participó en la gestación de la Feria del Libro de Madrid.
Además, era un auténtico erudito en temas ajenos a la política, principalmente el cante flamenco, sobre el que escribió varios libros que son verdadera historia del cante jondo, o el vino de Jerez, acerca del cual escribió una obra seminal y precursora, el Diccionario del vino de Jerez. Fue uno de los máximos impulsores del conocimiento y popularidad de ambos en su época con obras como El cante flamenco, guía alfabética (1966) o Las aleluyas del vino de Jerez y Ovación a los oficios del vino de Jerez, obras que fueron premiadas en los Juegos Florales de la Fiesta de la Vendimia, de la que fue cofundador. Fue, por tanto, un adalid y valedor impenitente de la ciudad que le vio nacer y de sus excelencias.
No contento con todo ello, fue también autor del cuento Garbancito de la Mancha, que en 1945 dio lugar a la película de su mismo nombre y que fue el primer largometraje de dibujos animados hecho en España y el primero en color de Europa.
Pero, ante todo, fue joseantoniano hasta su temprana muerte, en 1966, a los sesenta y cinco años.
En su texto Teoría de la Falange escribe, a propósito del grito falangista, ¡Arriba España!:
“Nosotros amamos el glorioso, imperial y misionero Destino que Dios asignó a nuestra Patria. Por eso, nuestro grito es “¡Arriba España!” En él está nuestra angustiosa, irritada, disconformidad con la España que recibimos en el fondo de una decadencia, después de dos largos siglos de infidelidad a ese Destino; nuestra voluntad de alzarla de su miseria con todos los esfuerzos de nuestras vidas; nuestro afán de ver de nuevo a España en pie, sobre la Historia, para continuar su preeminente tarea en el mundo, y nuestro deseo de que adquiera y conserve ritmo de ascensión permanente ese quehacer imperial de nuestra Patria.”
Este fue Julián Pemartín Sanjuan, un español con altos y profundos ideales, esos que hoy tanto se echan en falta en esta España que él y tantos otros ansiaron sacar del ostracismo en el que hoy sigue, más sumida, quizá, que nunca.