Ni siquiera el recuerdo.
José García Nieto, uno de los más grandes poetas de habla hispana en el último siglo, ganador del Premio Cervantes (1996), propuesto por Camilo José Cela, y miembro, junto a Gabriel Celaya, Blas de Otero y José Hierro, de la generación poética de la posguerra española.
Ni siquiera el recuerdo.
Que tiempos tan ingratos estos que vivimos, pero quizá España lo ha llevado siempre en su entraña, para los que han destacado por sus gestas o su talento.
Podemos constatarlo a diario. La propagación, muchas veces por desconocimiento e incultura, otras tantas por un incomprensible odio a nuestra patria, de la mentirosa leyenda negra, amén del consenso progre que indefectiblemente aboca a la entera sociedad a la corrección política que ahoga nuestra identidad nacional y moral y cuyo culmen es esa ley de venganza (aunque la llaman memoria) histórica, se traduce, como decía hace poco un maestro que me honra con su amistad, Rafael Sánchez Saus, en una «reinterpretación de todo el pasado español, no sólo del siglo XX». Y, efectivamente, como el insigne catedrático y rector emérito de la Universidad San Pablo-CEU continuó, «esto viene de casi los comienzos de la Transición, porque todo lo que el franquismo alabó o consideró importante para España y su historia tiene el odio de estos miserables».
Así es. Y, como llevo escrito en ya bastantes artículos, no son pocos los literatos, poetas, pintores, dramaturgos…hundidos alevosamente en el fango del olvido y hasta el descrédito por su pasado ideológico.
Hoy traigo aquí a uno de los más grandes poetas de habla hispana en el último siglo, del que Camilo José Cela, en 1996, dijo: «Todos sin excepción nos hemos portado mal con García Nieto: lo parasitamos, lo descalificamos, lo vapuleamos, lo ninguneamos y hoy lo compadecemos» para, a continuación, anunciar que, «para enmienda personal», propondría a José García Nieto para el Premio Cervantes (que le sería concedido ese mismo año). En ese mismo acto, el de presentación de la antología Poesía del autor ovetense en Madrid, a la que el acudió, José Hierro, poeta en las antípodas políticas e ideológicas del homenajeado, reconoció que «siempre estuvo de moda que García Nieto nunca estuviera de moda».
Aquel acto de desagravio hacia García Nieto ha quedado, a día de hoy, en un recuerdo que nadie quiere recuperar.
No puedo negar la especial simpatía que le profeso. No en vano, siguiendo la estela de su padre, que tenía estudios de derecho aunque se dedicó sobre todo al periodismo, y que fue secretario del Ayuntamiento de Covaleda (Soria) a partir de 1916, García Nieto desempeñó en su juventud la misma sacrificada (no hay más que leer la magnífica Luz de Domingo, escrita en 1916 por Ramón Pérez de Ayala, o visionar la brillante versión cinematográfica de la misma, realizada por José Luis Garci en 2007, para comprobarlo) e insuficientemente valorada profesión que el que esto escribe eligió, pues al comenzar la guerra civil ocupaba el puesto de secretario del Ayuntamiento de Chamartín de la Rosa (municipio que fue del norte de Madrid y donde hoy se encuentran los distritos de Chamartín, Tetuán y la parte norte de Ciudad Lineal, conocida como Pinar de Chamartín) donde vivieron Ramón Menéndez Pidal y Elena Fortun, la muy famosa autora de los libros infantiles protagonizados por Celia, en cuyo título Celia en la Revolución tiene presencia destacada la casa que ella habitaba en el pueblo, que estuvo en zona republicana durante la contienda.
Durante la guerra Nieto fue preso y encarcelado por el bando republicano y posteriormente movilizado incorporándose al batallón del Ministerio de la Guerra que fue destinado a Valencia, donde vivió varios meses. Después regresó a Madrid, donde fue detenido de nuevo por la policía del Frente Popular, permaneciendo siete meses encarcelado hasta que, sometido a juicio, quedó absuelto y volvió a incorporarse a su puesto en el Ayuntamiento en 1940. Año en que también publica su primer libro de poemas, Víspera hacia ti.
Poco después se instaló en Madrid para dedicarse al periodismo (aunque había iniciado la carrera de ciencias exactas, que abandonó), y allí contactó con el círculo literario del Café Gijón, fundando en la primavera de 1943 la revista Garcilaso, que también dirigiría, órgano que fue de la generación poética de la posguerra y que mantuvo su actividad hasta 1946, año en que dejó de publicarse. Por entonces también comenzó a frecuentar la tertulia del Café Comercial en la glorieta de Bilbao, donde conoció a Rafael Sánchez Mazas entre otros. Es por esos días cuando entabla relación y da comienzo una larga amistad con Camilo José Cela, una amistad que duró hasta su fallecimiento.
Más tarde fundaría y dirigiría otras revistas literarias, como Acanto, Poesía española, Poesía hispánica o Mundo hispánico.
Antes de todo esto, en 1939, había colaborado con un poema en el libro editado por el Sindicato Español Universitario (SEU) titulado Elegía en el cortejo de José Antonio, en recuerdo de aquella peregrinación de Alicante a El Escorial con los restos del fundador de Falange que tan exactamente plasmaron Samuel Ros y Antonio Bouthelier en su libro A hombros de la Falange. Un poema que, por error del linotipista, aparece equivocadamente firmado con el nombre de 'Jesús' García Nieto en lugar de José. Llevó por título Castilla por su muerte y, entre sus versos, dice:
(…) Han pasado unos brazos que, vestidos de luna,
van amorosamente dándote su camino.
En un ardor de siglos, mira, donde Castilla
termina y no termina nunca, la vieja guardia.
Han pasado unas frentes que aprendieron tu nombre
y ahora llevan tu cuerpo, muerto para más vida;
que la espiga cortada, culminó en su servicio
y es el triunfo difícil el de los elegidos.
(…) Las salvas han herido, por un alba sin pájaros,
la lenta cabalgata de los distantes árboles.
Al redoble constante del timbal amarillo,
pasa la nueva vida, capitán, por tu cielo.
Sampol... Montero... Almeida... ¡Qué correctos de gesto
relevan los luceros en las constelaciones!
¡Por la consigna pálida de tu primera escuadra!
¡Por la gentilhombría de tu primer caído!
(…) Hombres los de Castilla, venid para el silencio
que pasa el primer hombre, vencedor de su siglo.
Magnífico el ejemplo, le va dando a la tierra
toda la enamorada claridad de su muerte.
Enredan las antorchas su fuego en las almenas,
y al redoble constante del timbal amarillo,
por las arrugas hondas de los sedientos surcos,
los hombres castellanos vienen para el silencio.
José García Nieto con (abajo) María Dolores Pradera, Eugenio d'Ors, José Hierro, y (arriba) con Camilo José Cela y Leopoldo Panero. Ver más fotografías y documentos en el sitio web de la Fundación José García Nieto
Fundador de la tendencia que se dio en llamar garcilasismo, creó una poesía, sobre todo en estos primeros años, enlazada fuertemente con la tradición renacentista, especialmente con Garcilaso de la Vega (1501-1536) y de raíz tradicional y muy religiosa. Sin embargo, en la revista Garcilaso él personalmente se propuso dar cabida a otros autores de diferentes tendencias, lo que hizo decir más tarde a Francisco Umbral:
«Más que un movimiento en sí, lo que resultó 'Garcilaso' fue un punto de partida conformador y vivificador. [...] El diálogo sobre la poesía española contemporánea arranca y no se puede soltar de Garcilaso».
En los años siguientes continúa publicando libros de poemas y hasta una obra teatral, Retablo del ángel, el hombre y la pastora, que fue estrenada el 29 de noviembre de 1945 en el teatro Español de Madrid.
Cuando contrae matrimonio en 1951, sus padrinos de boda son Camilo José Cela y Gerardo Diego. Ese mismo año alcanza una de sus cumbres con su obra Tregua, por la que se le concede el Premio Nacional de Literatura.
En 1957 obtuvo de nuevo el Premio Nacional de Literatura, concedido por el Ministerio de Educación, por su libro Geografía es amor. En 1967 fue nombrado académico correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo. En 1972 obtuvo el Premio Hucha de Oro, como narrador, por su cuento Teo y el autocar de las ocho quince. En 1978, se le rindió un multitudinario homenaje en Madrid ofrecido por José Hierro.
El 28 de enero de 1982 fue elegido académico de la Real Academia Española, ocupando el sillón “i”, que quedó vacante tras la muerte de José María Pemán, leyendo su discurso de ingreso, al que tituló Nuevo elogio de la lengua española (escrito en verso, de lo cual solo existía el precedente del de Zorrilla), el trece de marzo de 1983.
Gran articulista, también le fueron concedidos los premios de periodismo Mariano de Cavia (1986) y César González Ruano (1987) y además escribió varios guiones cinematográficos.
En 1990 sufrió un derrame cerebral que le obligó a retirarse a un segundo plano. En 1993 el Ayuntamiento de Madrid le concedió la Medalla de Oro de la Villa y, en 1996, como queda dicho, recibió el Premio Cervantes. Su delicado estado de salud, le impidió pronunciar el mismo su discurso de agradecimiento.
Murió el veintiocho de febrero de 2001 en Madrid, contaba ochenta y seis años. Quizá recordase, instantes antes del momento final, aquella poesía que escribió y que tituló La partida:
Contigo, mano a mano. Y no retiro
la postura, Señor. Jugamos fuerte.
Empeñada partida en que la muerte
será baza final. Apuesto. Miro
tus cartas y me ganas siempre. Tiro
las mías. Das de nuevo. Quiero hacerte
trampas. Ya no es posible. Clara suerte
tienes, contrario en el que tanto admiro.
Pierdo mucho, Señor. Y apenas queda
tiempo para el desquite. Haz Tú que pueda
igualar todavía. Si mi parte
no basta ya por pobre y mal jugada,
si de tanto caudal no queda nada,
ámame más, Señor, para ganarte.
De su obra poética cabe destacar su primer libro de poesías, Víspera hacia ti (1940), Tú y yo sobre la tierra (1944) o Dama de soledad (1950). Un libro clave en su trayectoria es el ya citado Tregua (1951). Le seguirán Sonetos por mi hija (1953), Geografía es amor (1954), Memorias y compromisos (1966), Los cristales fingidos (1978) o Mar viviente (1989).
Hombre profundamente religioso, un hombre bueno, dejó una obra poética que no debemos permitir que se pierda para las generaciones futuras.
En el centenario de su nacimiento se publicó una antología de su obra con prosas poéticas, bajo el título aglutinador de El enigma de la literatura, y una carta dirigida a su nieta pequeña, de diez años cuando la escribió, sobre la esperanza. En ella, entre otras bellas, lúcidas y enternecedoras frases, decía el poeta y abuelo:
«Sara, querida niña: Vas a vivir en un tiempo en el que yo no voy a estar, en unos tiempos, distintos, para los que te escribo esta carta. Pero hay cosas que son de siempre, como la soledad, o el amor, o la tristeza; también la esperanza. Procura no olvidar esta palabra, leerla en esas horas en las que yo no podré ya pronunciarla».
Y esta otra:
«El mundo que te rodee no sé cómo será. Mi amor no te pedirá nunca nada, ni siquiera el recuerdo si el recuerdo se ha borrado».
No dejemos que se borre el recuerdo de José García Nieto, ni que caiga en el olvido su obra, no lo hagamos con nadie injusta y vengativamente, no permitamos que el odio y la revancha nos priven de la sabiduría, el genio y la belleza.
Joaquín Soler Serrano entrevista a José García Nieto. Hilvanan la entrevistas variados temas como la poesía, la vigencia del soneto, el verso libre frente a la rima, así como su opinión.
Poema de José García Nieto recitado por José Luis Rico