En recuerdo de un camarada ejemplar.
Publicado en el núm. 222 de Trocha, de febrero de 2021. Editado por Veteranos OJE - Cataluña. Ver portada de Trocha en LRP. Para recibir actualizaciones de Trocha.
En recuerdo de un camarada ejemplar.
El pasado mes de diciembre tuvimos conocimiento del acuerdo de la Junta de Gobierno del Ayuntamiento de Madrid por el que se decide, por unanimidad, que el sendero accesible del Parque del Cerro del Tío Pio lleve el nombre de Miguel Ángel García Oca, que fuera presidente de la Asociación de Parapléjicos y Personas con Gran Discapacidad Física de la Comunidad de Madrid (Aspaym) y de la Fundación del Lesionado Medular. Por supuesto, este reconocimiento social no es gratuito, sino que responde a una trayectoria de trabajo y esfuerzo generoso en favor de las personas de los colectivos mencionados.
Miguel Ángel conoció en el seno de la OJE, desde su juventud, el valor del servicio y, sin dudarlo, hizo de él norma de su vida. Cuando sufrió el accidente que le dejó postrado en una silla de ruedas, vio que se le abría un nuevo horizonte y, sin dudarlo ni un momento, acudió a la tarea. Tras la muerte de Miguel Ángel, el alcalde de Madrid, José Luís Martínez-Almeida, lamentó su fallecimiento considerándolo un dirigente histórico del movimiento social de la discapacidad.
Nuestro camarada había recibido en 2014 la Cruz de Plata de la Orden Civil de la Solidaridad Social en agradecimiento a su trayectoria en el mundo asociativo de la discapacidad y su trabajo para mejorar las condiciones de vida de las personas con discapacidades físicas.
De un amigo
Siempre es difícil escribir sobre un amigo, más aún cuando ya no está entre nosotros. Nos movemos entre la alegría del recuerdo y la congoja de la ausencia; entre la irrenunciable memoria de los buenos momentos compartidos y la amargura de no poder repetirlos.
Unos recuerdos inseparablemente unidos a tertulias sin fin, a noches que siempre se quedaban cortas de interminables conversaciones, a las ganas de tratar desde nuestra pequeñez, de mejorar un poco el mundo que nos rodea, de aquella quincena tercamente lluviosa que pasamos en Palancares, del atípico viaje de Logroño a Covaleda, del día de su boda, de la partida de mus antes de la mía, de la preparación de las cenas de Nochebuena,… de una larga lista de pequeñas cosas que fueron forjando una profunda amistad a lo largo de muchos años. La OJE fue el primer espacio de encuentro y donde, entre canciones y caminatas, fuimos trabajando ilusiones y camaradería; después la universidad en un momento emocionante de ambiente cultural y político; luego en la vida cotidiana, esa que quizá sea más difícil de construir día a día.
Un desgraciado accidente truncó una parte de su movilidad, pero no de sus ganas de vivir, de su voluntad por seguir adelante, de su inteligencia ni de su ánimo. El teatro de la vida le obligó a cambiar de escenario, pero no así de obra.
Desde una nueva situación siguió trabajando, con más ahínco si cabe, en transformar y mejorar el contexto de la discapacidad al que las circunstancias le condujeron. Y su trabajo fue extenso y provechoso guiado por el esfuerzo, la constancia y, por qué no decirlo, a veces también la tozudez. Siempre preparado a empuñar el remo para bogar con entusiasmo por frágil que fuera la barca o incierto el puerto de llegada; y siempre dispuesto a tender la mano a cualquiera que lo necesitara.
Justos son, con toda seguridad, los reconocimientos a su labor que nos ayudarán, además, a mantener viva su memoria. Pero lo más importante es la realidad del trabajo realizado, de los logros alcanzados, de su aportación a la mejora de la calidad y las condiciones de vida de un colectivo por el que todavía queda mucho por hacer.
Miguel Angel ya no está entre nosotros, pero es reconfortante saber que, cada vez que descorchamos una botella de vino, desde lo más íntimo de nuestro corazón, seguimos brindando con él.
Julio.