El taller del olvido.
La milenaria y sabia ciudad de Cádiz como ejemplo paradigmático de unas revanchistas y vengativas leyes de 'memoria histórica' o 'democrática': Lo más granado de nuestra patria sometido al pertinaz e insaciable centrifugado de la máquina del 'taller del olvido'.
El taller del olvido.
Para mi amada hija pequeña Guiomar, tan frágil pero tan fuerte. Por darnos tu ejemplo cada día. Ojalá pueda estar a tu altura siempre.
En los últimos meses, sin que venga aquí al caso por qué, leo mucho a horas intempestivas, si es que alguna lo es para ello, sobre todo altas horas de la madrugada. En muchos casos estas lecturas se han centrado en uno de los personajes más libres, independientes, políticamente incorrectos y, por tanto, interesantes, que subsisten en esta España, diré más bien en este mundo, tan mediocre y alienado.
Antonio Escohotado es uno de esos hombres tremendamente lúcidos que descubrió hace ya tiempo que su motivo para seguir viviendo es el conocimiento y que, a sus setenta y seis años y retirado en un lugar perdido de esa Ibiza donde tan feliz fue de joven, decidido a dejarse morir (aunque no descarta intervenir en ese proceso si el deterioro físico le fuera inaceptable echando mano a un arma de fuego que le está costando trabajo conseguir) sigue estudiando y leyendo sobre las materias más distintas y extravagantes para seguir aprendiendo que lo único que sabemos es que no sabemos nada.
Escohotado, como tantos otros en los últimos años de lucha contra Franco, abrazó en su juventud el marxismo más extremo. Pelos largos y estética hippy, como recién llegado del Festival de Monterrey, y la vida en una comuna en la isla pitiusa, escandalizando a los lugareños de ambos sexos, todo ello aderezado, como es fácil deducir, por un consumo compulsivo de todo tipo de sustancias estupefacientes, de las que, por otra parte, siempre se ha distinguido por ser un ardiente y, en ocasiones, solitario defensor hasta el punto de escribir una Historia general de las drogas durante su estancia en un calabozo acusado de tráfico en grado de tentativa, libro hoy mítico.
Una visita al Louvre y el descubrimiento del dinámico y puro arte griego tras haber pasado antes por las salas del arte egipcio, nacido del triste y gris autoritarismo, fue su particular caída del caballo camino de Damasco. Del comunismo ha dicho después muchas cosas Escohotado, como, por ejemplo, que es «un cuento de hadas con cien millones de muertos». En aquellos años hippies también tuvo tiempo de crear, junto a algún socio, y merced a una inesperada herencia familiar, la legendaria y precursora discoteca Amnesia, a la que el quiso poner por nombre El Taller del Olvido.
Perdóneme el improbable lector este largo y caprichoso preámbulo pues no voy a hablar ni de discotecas, ni de drogas, ni siquiera de Escohotado, que merecería un libro entero (ya hay varios). Pero sí de comunismo, y de olvido.
La anticapitalista e iletrada Teresa Rodríguez, que afirmó sin despeinarse en el Parlamento de Andalucía que «los Reyes Católicos inauguraron una persecución del pueblo gitano, inventor del flamenco», amén de otras muchas barbaridades del mismo fuste, y su pareja, el chirigotero alcalde Kichi, comunistas ambos de pro, intentan, y están logrando, transformar la anciana ciudad de Cádiz en una inmenso “taller del olvido” a base de hacer desaparecer la memoria de sus calles y plazas. Un olvido selectivo, claro está, pues solo pretenden llevar a él las ideas que no concuerdan con las suyas.
No hay nada menos inocente que un callejero. Con cada nuevo nombre de calle o plaza, con cada cambio de denominación de un polideportivo o por cada estatua retirada se establece una versión de la historia. Ahora, como dice también Escohotado: «domina una mentira ideológica que procede del Manifiesto Comunista y su concepción del mundo: la convicción de que el progreso consiste en que los últimos serán los primeros y en que hay que arrasar todo para empezar de cero».
La reciente polémica por el plebiscito celebrado sin ninguna garantía, y que organizó el Ayuntamiento para cambiar, sí o sí, el nombre del histórico estadio Ramón de Carranza por otro cualquiera sin ninguna raigambre popular (finalmente, Nuevo Mirandilla), y a sabiendas que los gaditanos seguirán llamando El Carranza” al campo de fútbol del club de la ciudad, es otra muestra de la fiebre autoritaria, rencorosa y macarthista a la inversa de la política municipal.
¿Y por qué había que quitar urgentemente el nombre de Ramón de Carranza de un estadio que se llamaba así desde su construcción, en 1955? Según los que gobiernan Cádiz como si fuera su finca particular, porque “tenía connotaciones franquistas”.
Da igual que Ramón de Carranza muriera en 1937 cuando todavía no existía el franquismo. Que hubiera sido varias veces alcalde de la ciudad: con la recomendación de José María Pemán (en aquel entonces en el partido Unión Patriótica), fue designado alcalde no electo de Cádiz durante la dictadura de Primo de Rivera, sustituyendo al anterior alcalde, Agustín Blázquez y Paúl en julio de 1927 y durante los dos últimos gobiernos de la monarquía de Alfonso XIII —presididos, respectivamente, por el general Berenguer y por el almirante Aznar— hasta el 14 de abril de 1931, en que se proclamó la Segunda República.;
Durante este mandato se acometieron en Cádiz algunas perdurables y señaladas obras urbanas, como la construcción de la plaza de toros, el edificio del Cine Municipal en la plaza del Palillero y se empezó a construir lo que luego fue el Hotel Playa, además del Hotel Atlántico. En las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 su candidatura fue la más votada (toda una excepción en aquellas elecciones que dieron paso a la Segunda República), pero, a pesar de ser el ganador de esas elecciones democráticas, una orden gubernativa lo obligó a abandonar la alcaldía. Concurrió a las elecciones generales de 1933 y 1936 y obtuvo acta de diputado en ambos comicios por el partido Renovación Española.
Volvió para recuperar el cargo de alcalde, del que se le había despojado ilegalmente, el 29 de Julio de 1936, tras el Alzamiento Nacional y también asumió brevemente el cargo de gobernador civil de Cádiz. Abandonó su cargo como alcalde el 16 de julio de 1937, enfermo de gravedad falleció poco después, el 13 de septiembre del mismo año, con 74 años.
Siendo como era uno de los alcaldes más queridos entre los gaditanos y de los que más había hecho por la modernización de la ciudad, esta le dedicó una avenida en el centro histórico de la ciudad en los años ochenta, aunque en 2017 se le retiró dicha distinción como ahora se ha hecho con el campo de fútbol de la ciudad.
Tampoco le parece suficiente motivo al comunista alcalde de Cádiz para no desterrar su nombre de calles y plazas de la ciudad, el que don José María Pemán sea uno de los hijos más insignes de la misma, entre otras cosas por haber sido un eterno candidato al Nobel de Literatura y cultivador de casi todos los géneros literarios: poesía, novela, teatro, cuentos, ensayo, autor de letras de canciones e himnos (entre otros el de España, que creó en 1928 a encargo de Miguel Primo de Rivera, y no durante la guerra civil y encomendado por el bando nacional, como suele decirse falsamente).
Pues bien, en el año 2020 el Ayuntamiento de Cádiz ordenó retirar el busto del autor de El Divino Impaciente del patio de su casa natal en dicha ciudad y una placa en homenaje al escritor situada en la fachada. Ya antes, en Jerez de la Frontera, ciudad de la que había sido nombrado hijo adoptivo, y donde tenía un busto erigido en el paseo de la Rosaleda del parque González Hontoria este fue retirado hace años. El monumento se desmontó y el busto fue colocado, con alguna controversia, en el Teatro Villamarta. En 2015 fue retirado y en 2017 el Colegio José María Pemán, de Jerez de la Frontera, pasó a llamarse Colegio Gloria Fuertes. En fin, dicen que las comparaciones son odiosas.
Sus pecados: que al estallar el Alzamiento del 18 de julio, y aunque nunca luchó en el frente, se adhirió desde el primer momento al bando nacional, desempeñando el cargo de presidente de la Comisión de Cultura y Enseñanza, con categoría de ministro, de la Junta Técnica del Estado, desde octubre de 1936 hasta que se constituyó el primer Gobierno Nacional, en enero de 1938. Quizá esa foto en que Pemán, nombrado alférez provisional honorífico, en su jura de Bandera, como tal vestía boina roja, camisa azul, yugo y flechas y estrella… O quizá que, aunque defensor de Franco, fue siempre un monárquico, y fue presidente del Consejo Privado de don Juan de Borbón, hijo de Alfonso XIII, hasta la disolución, en 1969, de dicho organismo. Poco antes de morir, el rey Juan Carlos I le concedió la Orden del Toisón de Oro.
Pero una de las primeras víctimas de la pareja que reina en la tacita de plata fue Mercedes Formica, de la que se retiró el busto que lucía en la gaditana plaza del Palillero, junto a la sede de la Fundación de la Mujer, en 2015, lo cual no deja de ser enormemente representativo del sectarismo de esta gente, que debe desconocer (o lo conocen y lo ocultan) que Mercedes Formica, abogada y doctora en Filosofía y Letras, luchadora incansable por los derechos de la mujer, falangista y amiga de José Antonio Primo de Rivera, que la nombró primera delegada nacional del SEU femenino en 1936 y miembro de la dirección de la Falange, entre otros muchos logros en favor de la mujer en la sociedad de su época, escribió un artículo histórico en el diario ABC, llamado El domicilio conyugal, que fue publicado el siete de noviembre de 1953 tras haber sido retenido durante un tiempo por la censura, y que provocó una radical reforma de la legislación matrimonial de aquella época post guerra civil, una legislación que, prácticamente, imposibilitaba a las mujeres la separación matrimonial so pena de perderlo absolutamente todo frente al marido, desde la vivienda a los hijos.
Ese artículo, escrito con motivo del sangriento asesinato de una mujer, Antonia Pernia Obrador, que sufrió doce puñaladas de su marido, del cual no podía separarse, a pesar de sufrir frecuentes maltratos, para no perderlo todo, corrió como la pólvora, provocando una reacción de la sociedad española del momento y causó, como queda dicho, una total reforma, en aquella España de Franco, de la legislación relativa al matrimonio, en la dirección de otorgar unos derechos a la mujer de los que hasta entonces no disfrutaba. Tal fue la repercusión de este logro que llegó allende nuestras fronteras atrayendo la atención de los medios extranjeros, que la entrevistaron y retrataron (a tal respecto, son famosas las fotografías en que posaba ataviada con la tradicional mantilla y que realizó una popular fotógrafa de aquellos años, Inge Morath, enviada a España por el gran Robert Capa).
Esto tampoco pareció ser suficiente a los fanáticos e intolerantes ojos del comunista alcalde de Cádiz para mantener el busto de Mercedes Formica junto a la sede de la Fundación de la Mujer. La misma mujer a cuya defensa y reivindicación social, real y no envuelta, como hoy, en pura demagogia de todo a cien, dedicó su vida.
La milenaria y sabia ciudad de Cádiz como ejemplo paradigmático.
Ejemplo de lo que muchos gobernantes, de uno y otro signo, unos por odio, otros por simple cobardía, auspiciados por la revanchista y vengativa, amén de ajena al sentido común, la cultura y la justicia, ley de Memoria Histórica o de Memoria Democrática, ambas denominaciones falsas desde la primera a la última de sus letras, está haciendo con lo mejor de nuestro pasado. Lo más granado de nuestra patria sometido al pertinaz e insaciable centrifugado de la máquina del taller del olvido.
Una poesía de uno de estos represaliados, una de las víctimas de esta fiebre homicida y suicida a la vez, unos versos de Pemán, me van a servir para unir el comienzo de estas líneas, la dedicatoria a mi pequeña, y su final. Aquellos que su autor tituló Resignación:
“Por eso, Dios y Señor,
porque por amor me hieres,
porque con inmenso amor
pruebas con mayor dolor
a las almas que más quieres.
Porque sufrir es curar
las llagas del corazón;
porque sé que me has de dar
consuelo y resignación
a medida del pesar;
por tu bondad y tu amor,
porque lo mandas y quieres,
porque es tuyo mi dolor…,
¡bendita sea, Señor,
la mano con que me hieres!”