Profeta en mi tierra
Hay otro recurso periodístico que sí está consentido: la fábula
Publicado en la revista El mentidero de la Villa de Madrid núm. 818 (31/OCT/2023), continuadora de Desde la Puerta del Sol. Ver portada El Mentidero en La Razón de la Proa (LRP) Recibir el boletín semanal de LRP.
Si la mentira parece, si no patrimonio de los políticos sí su arte, artificio y artimaña, la del periodista, si no la mentira, sería la publicación del bulo o del rumor sin confirmar. Hay otro recurso periodístico que sí está consentido: la fábula.
La fábula está admitida y acreditada sobre todo porque la utilizó nada menos que el maestro de periodistas, Mariano de Cavia, cuando publicó en 1891, en El Liberal, la noticia falsa, fruto de su invención, que informaba del incendio del Museo del Prado. Lo que contaba el periódico sobrecogió a los madrileños que fueron en tropel a la plaza de Neptuno para ver los efectos del fuego que, según el periodista, había quedado destruido pasto de las llamas.
Afortunadamente, el pueblo de Madrid, comprobaba que la noticia no era cierta, pero la información inventada fue aceptada por los lectores y todos los madrileños porque el propósito del famoso periodista era alertar a las autoridades sobre el riesgo que corrían las obras de la pinacoteca, desprovista de las mínimas medidas de seguridad.
Entre las fábulas como ésta que en los medios provocaron el pavor en todo un país, la más conocida por haber sido la más pavorosa, quizás sea la emitida por radio en los Estados Unidos que promovió y protagonizó el joven que luego sería el genio del cine, Orson Welles.
La emisión se tituló La guerra de los mundos y pasaba por ser la retransmisión en directo de la invasión de los extraterrestres a nuestro planeta. La histeria colectiva que se produjo provocó infartos y suicidios.
A lo que me voy a referir ahora, y de lo que he sido autor y responsable, no ha tenido esas consecuencias aunque se tratara de otra fábula. Así la definí en el momento de su publicación porque se trata de una relación falsa, mentirosa, de pura invención, desprovista de todo fundamento; una ficción artificiosa con que se encubre una supuesta verdad y que se narra para deleitar.
Urdí la trama en cuestión hace trece años, cuando la infanta Leonor el 31 de octubre del año 2010 cumplía 5 años y faltaban trece años para que el día 31 de octubre de 2013, cumpliera los dieciocho.
Quien fabula… confabula y maquina, sirviéndose de suposiciones y conjeturas, herramientas que, como periodista, uno ha utilizado muchas veces para investigar noticias o aventurar desenlaces. En mis presunciones, fruto también de mis presentimientos, evité siempre ser pájaro de mal agüero y tuve en cuenta hipótesis basadas en acontecimientos y escenarios reales ya previstos y con fechas de celebración. Por ejemplo, en el Año Santo Jacobeo de 2021, cuando especulé con la llegada a España de ochenta millones de turistas; o en los fastos con motivo del 5º Centenario de la navegación de Juan Sebastián Elcano que iban a suponer en el País Vasco y en Andalucía celebraciones de repercusión mundial. Pues no acerté en mis pronósticos. Tampoco en los actos a celebrar en España, y en toda Hispanoamérica, a propósito del Cuarto Centenario del Barroco, con el reconocimiento universal al plateresco español, como iniciador del mayor movimiento artístico e intelectual en Occidente tras el Renacimiento.
No paré en barras; simultáneamente anticipé, y no de una manera acertada, la conmemoración del quinto centenario de la construcción de una serie de catedrales barrocas de enorme valor en América, tales como la de México.
Otra previsión desacertada fue la de suponer en estos años la llegada de Ruiz Gallardón a la condición de primer ministro de nuestro país. Iba más lejos: Ruiz Gallardón trasladaría la sede de su alta magistratura al Palacio de Buenavista, en la plaza de la Cibeles, frente al Banco de España, la Casa de América, el Ayuntamiento de Madrid y junto al Instituto Cervantes el palacio donde habitaron Ensenada, Godoy, Espartero y Azaña.
Es en este histórico lugar donde residiría también la sede del ministro de la Confederación Española de Territorios Autónomos, que agruparía a los 365 comarcas naturales de España, organización que habría superado las 52 provincias de Javier de Burgos y las 17 autonomías. 365 comarcas naturales que serían 400 cuando se produjera la integración de Portugal y de España en la constitución del Reino de Iberia, con Lisboa como capital legislativa; Madrid, la ejecutiva y Barcelona, la judicial. Lisboa con su puerto atlántico aguardaría la adjudicación de grandes transformaciones que le convertirían al final del siglo xxi en lo que fue Londres para Inglaterra en el siglo xix.
La gran Iberia de Saramago no ha sido la ensoñación que pensaban algunos pero nuestro ejemplo y nuestros pasos se van a seguir en varios reinos de Europa: en el Reino Unido, Carlos III; Guillermo, en Holanda; Federico, en Dinamarca; Victoria, en Suecia y Haakon, en Noruega, están muy compenetrados con Felipe VI.
Esta unión con Portugal, que permitiría resolver contenciosos como los de Cataluña y el País Vasco, es un augurio que me convertiría en profeta en mi tierra, porque ya se barrunta una aproximación entre España y Portugal muy potenciada con la celebración del Mundial de Fútbol, Pero no terminan aquí algunas otras predicciones que se podían cumplir, como veremos más adelante. Antes, he de confesar mis fracasos en pronósticos que confié se podrían realizar: la desaparición del Senado, con la supresión de 260 cargos inservibles y que cuestan 3.500 millones. También la eliminación de la pensión vitalicia de los diputados y la anulación de las tarjetas de crédito oficiales. «A más a más», como dirían los catalanes, pronosticaba yo la reducción a la tercera parte del Cuerpo Diplomático, ya innecesario. Así como el ahorro de 45.000 millones de euros que supondría el fin del mantenimiento de los sindicatos y de los partidos.
Acepto mis desatinos en estos augurios. Pero, al igual que con Portugal y el Mundial de fútbol a celebrar en los dos países, reconózcaseme el éxito al columbrar la posibilidad de que se produjera también la unificación de los reinos de España y de Marruecos. Este suceso no sólo se generará con la celebración del Mundial de Fútbol tripartito, Hispano Luso Marroquí, sino por otros factores más poderosos y determinantes que, de darse, me consagrarían como profeta en mi tierra de pleno de derecho, hasta corregir la afirmación bíblica de que «nadie es profeta en su tierra».
No creo lo consiga. Mis cábalas sobre las posibles relaciones sentimentales de la princesa Leonor al aproximarse su mayoría de edad no pudieron ser más descabaladas. Y no porque desvincularse de las cábalas, sino porque el vaticinio no era muy cabal.
Aposté a que un joven que a la sazón sería en 2023 un torero de éxito con sólo 21 años, y con la apostura de su raza gitana y la galanura heredada de su padre, el exmatador Javier Conde y de su madre, la bella Estrella Morente, sería capaz de cautivar a la princesa en cuanto le brindara un toro. Sospeché que eso podría ocurrir en la corrida del Corpus, en Granada, por ejemplo, en 2022. Tras la corrida, el abuelo del torero, la figura del flamenco, Enrique Morente, organizaría una gran fiesta y Leonor quedaría prendada del tronío de la ejemplar familia gitana. Pero no se pudo llevar el tronío al trono.
Este idilio, fantástico, se malograba y se hizo imposible porque el gran Enrique Morente fallecería en ese mismo año de mis predicciones, en diciembre de 2010, cuando yo urdí el romance. Además, el vaticinio se frustró porque el muchacho renunció a ser torero y se hizo percusionista… Menos mal que algo, ocurrido en la fiesta que imaginé iba a organizar Morente, salvó mis pronósticos en torno a la vinculación de Leonor con Granada. Fue, es, puede ser aún, la buenaventura que le echó una gitana a la futura reina de España y que, al leer su mano, le dijo que «la veía viviendo en Granada, en un palacio, con un hombre muy poderoso y rodeada de muchos hijos».
Así las cosas, su tía Elena, que oyó el presagio de la gitana, le quitó importancia, pero fue el vaticinio lo que le quitó a Leonor esa noche el sueño. Crease o no lo ocurrido después, puede ser cierto que este año se ha especulado en Marruecos, incluso en el palacio de Mohamed VI que la reina Salma, madre del joven príncipe, heredero al trono de Marruecos y que en mayo cumplió veinte años, ha comentado con la reina Sofía, la abuela de Leonor, esa posibilidad. Yo hice mía esa eventualidad. Siento que Luis María Anson se ha escandalizado ante el rumor, condenando la alternativa de que la heredera de Don Pelayo se case con un infiel, aunque el infiel sea aficionado al jamón de Jabugo. Bien es cierto que el granadino Jaime Peñafiel ha sido bienquisto respecto a ese matrimonio y celebraría que la corte iberomarroquí de Muley Hassan y de Leonor se estableciese en los palacios de la Alhambra, ya que el nuevo reino sería una refundación, casi restauración, de Al Andalus.
Yo no quito ni pongo rey para doña Leonor, pero el Mundial de Fútbol de 2030, no suele puede propiciar la unión de los dos países de la península ibérica, sino también el matrimonio de estado más sorprendente del futuro rey de Marruecos con la futura reina de España, con la corte en la Alhambra y con la definitiva construcción del puente del Estrecho de Gibraltar que para África y Europa será más importante que lo que fueron para Asia y América, los canales de Suez y Panamá. Ahora puede ser que el sueño se haga realidad. Lo apunté y predije hace trece años. O sea que el fútbol puede contribuir al milagro. Ensihallah! Ojalá!
Yo no lo veré, pero si se cumple sólo parte de lo que predije hace trece años en una fábula periodística, seré feliz por haber estado cerca de desmentir que «nadie es profeta en su tierra».
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