Amnistía para el feto

La cultura y la civilización a lo largo de milenios nos había llevado a proteger la vida, a no cambiar una vida por otra, a no preferir una vida a otra.


Publicado en Gaceta Fund. J. A. núm. 373 (OCT/2023). Ver portada de Gaceta FJA en La Razón de la Proa (LRP). Recibir el boletín de LRP.

“Ley de Salud Sexual y Reproductiva y de Interrupción voluntaria del Embarazo”, estúpido eufemismo para no llamarla por su criminal y verdadero nombre. marca un cambio cualitativo y cuantitativo con respecto a la vigente, la de 1985 en la que el aborto era un delito recogido en el Código Penal aunque despenalizado en tres casos: Grave riesgo para la madre, probables taras físicas o psíquicas del feto, o producto de una violación.

En la nueva ley el aborto ha pasado a ser un derecho jurídicamente exigible y pagado con fondos públicos. Y al reconocerse el aborto como derecho se elimina el supuesto equilibrio entre la libertad de la madre y la protección de la vida del feto que exigía el Tribunal Constitucional. Ya hay, pues, aborto libre hasta las catorce semanas, sin dar explicaciones a nadie. Y de la semana 14 a la 22 puede abortar en caso de grave riesgo para su vida o salud, con informes que pueden suprimirse en caso de urgencia. Es en la práctica aborto libre hasta las veintidós semanas. También hay aborto legal hasta el final del embarazo en caso de enfermedad incurable del feto.

Las jovencitas de 16 años pueden abortar libremente, sin siquiera informar a uno de los representantes legales. La objeción de conciencia solo la pueden ejercer los implicados directamente en el aborto y han de expresarlo individualmente, por escrito y justificada. Y se está exigiendo un listado que señala a los médicos opuestos a realizar abortos.

Las facultades de Medicina están obligadas a enseñar a practicar abortos. Y produce patético asombro al escuchar el pavoroso silencio de las facultades de medicina y de los colegios de médicos, lo que denota, sin duda el talante de los que nos dirigen. Porque ya en el juramento hipocrático se afirma: No daré ninguna droga letal a nadie, aunque me la pidan, ni sugeriré un tal uso, y del mismo modo, tampoco daré a ninguna mujer pesario abortivo, sino, a lo largo de mi vida, ejercitaré mi arte pura y santamente. Y para lo que esto les pueda parecer demasiado antiguo, la Organización Médica colegial española declara (art 4) que respetar la vida humana y la dignidad de la persona y el cuidado de la salud del individuo y de la comunidad, son los deberes primordiales del médico. Y en el 25 afirma que no es deontológico admitir la existencia de un periodo en el que la vida humana carece de valor. En consecuencia, el médico está obligado a respetarla desde el principio.

A todos los médicos que conozco, a los biólogos, a los enfermeros, a todos los no contaminados por la política sectaria, la ley nos produce profunda indignación. Sin embargo, personalmente, no he participado en ninguna acción contra ella, debido a mi posición absolutamente contraria al mal menor, al voto útil y a la tolerancia con el mal. Porque, en un mal ejemplo, si hoy existiera una ley que autoriza a cortar la mano a los que sustraen tres panecillos en una panadería (como realmente existe en algunos países) y mañana aparece otra ley que autoriza a hacerlo r a los que sustraen un solo panecillo, si yo me opusiera a esa es que admitía la primera. Es la teoría del mal menor, mediante la cual, cientos de miles de seres humanos han sido destruidos en comunidades gobernadas por partidos de izquierda y de derechas, asumiendo además los costos de esos abortos.

Y es que en la defensa de la vida no pueden haber matices ni gradaciones. La misma desafortunada Constitución vigente afirma todos tienen derecho a la vida, frase en la que la palabra “todos” suscitó un vivo debate constitucional. En la defensa de la vida, que ha de ser auténticamente numantina, no pueden establecerse diferencias entre una mujer y un hombre, entre un niño y un viejo, entre un enfermo y un sano. No puede elegirse entre el que se ve (niño de unos meses) y el que no se ve (embrión o feto de unas semanas: Todos tienen el derecho a .la protección, aunque nosotros, en nuestras limitaciones no podamos siempre prestársela a todos.

En verdad esta titulación solo pretende llamar la atención porque ¿quién puede ser más inocente que un feto humano, que un No Nacido? ¿Qué delitos puede haber cometido para éstos sean olvidados mediante la benéfica amnistía? En España, más de un millón de seres humanos vivos (ya que aún no hombres y mujeres) han sido brutalmente destruidos, descuartizaos, asfixiados, quemados o envenenados para “consolar” a violadas, víctimas de incestos o, en su inmensa y escandalosa mayoría, a través del cajón de sastre de la salud psíquica de la madre tanto durante mandatos de la izquierda como de la derecha.

Todos sufrimos, día a día, los dramas que el hecho de vivir nos acarrea. Dolorosas enfermedades; crisis matrimoniales o laborales; accidentes; minusvalías, etc., pero todos somos conscientes de su inevitabilidad y asumimos esa terrible ruleta. Pero solo los más malvados a lo largo de la historia o la literatura han intentado evitar un “desconsuelo”, o un hijo con el síndrome de Down, o una monja con un hijo, a costa de destruir al ser humano más inocente de todos.

No se trata de conservadores y progresistas, de fascistas o de rojos, de religiosos o de ateos, sino de del conocimiento biológico. Porque ni el más convencido abortista acepta que pueda eliminarse a un niño mongólico de 14 años; ni siquiera a un recién nacido que le falte un brazo. Sin embargo ¿qué diferencia sustancial existe entre un recién nacido y un feto de siete meses?. ¿Y qué diferencia sustancial existe entre un feto de siete meses y uno de dos meses? Y es que tampoco hay diferencias sustanciales entre un feto de dos meses y un embrión de unos días, porque desde el momento de la concepción ya tiene su identidad cromosómica, ajena a la de la madre y a la del padre: ya es un ser humano único e irrepetible.

La cultura y la civilización a lo largo de milenios nos había llevado a proteger la vida, a no cambiar una vida por otra, a no preferir una vida a otra.

Pero no se trata aquí de considerar una de tantas enfermedades y amenazas que acechan a la vida, por causas naturales, imprevistas, sino de demostrar la identidad absoluta del feto con respecto a la madre. Cuando los y las abortistas gritan eso de nosotras parimos, nosotras decidimos, dan por supuesto que el feto, o el embrión forma parte de ellas, es como si fuera un apéndice de su propio cuerpo que se desprende…Y nada más alejado de la realidad . La enfermedad hemolítica perinatal representa la incompatibilidad entre la madre y el feto, porque son seres distintos e independientes, que en la baraja cromosómica, igual que puede tener los ojos azules cuando ella los tiene negros, puede tener un Rh negativo, cuando ella lo tiene positivo. Para mí, por encima de consideraciones legales o sociales, la existencia de esta enfermedad es la mejor evidencia de la identidad fetal y de su valor como ser humano, porque, en marcha la gestación a partir del día 7 de la fecundación, todo lo que hace la madre –permítaseme la expresión– es dar de comer a su hijo, alimentarlo con su sangre, como después, una vez nacido, lo hará con su leche y más delante con su cariño.

Como decía Julián Marías, nada sospechoso de ultra, el aborto es un crimen abominable. Nuestro ineludible deber es oponernos a él en todas sus formas, sin excepciones, sin matices, sin pensar en la pobre monjita violada por un canalla, sino en el futuro niño inocente; sin elegir entre una vida y otra (aunque esa es una circunstancia prácticamente inexistente hoy en día); sin destruir un feto porque tengas graves deficiencias, como no lo hacemos con los niños que tienen graves deficiencias. Abortar, inequívocamente, es matar.



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