'Obra viva' y 'obra muerta'
Los que hemos tenido el privilegio, la satisfacción, el orgullo y el honor de haber servido en la Armada, siquiera unos pocos años, hemos asimilado -ya para siempre- el curioso y especifico argot que se utiliza en los buques y dependencias de la Armada y también en la Marina civil, y en la pesquera.
Ganando barlovento, proa, popa; babor, estribor; amuras; portalón; ir al carajo; las cojonas son algunos de los innumerables vocablos utilizados… Hoy comentamos uno también característico: obra muerta, palabra que, referida a un buque, define a toda su estructura situada por encima de la línea de flotación mientras que la obra viva es la que está debajo de esa línea, y es la que produce su flotabilidad, su estabilidad y su impulso. Cuanto mayor sea la proporción a favor de la obra viva, más marinero, mejor navegante, será ese buque. Y es que en la obra muerta hay muchas estructuras absolutamente necesarias para el gobierno y la acción del barco, pero, a veces, hay otras que se han ido instalando y que van, poco a poco, disminuyendo la eficacia, la estabilidad y la velocidad.
En el ámbito azul son muy aplicables los conceptos marineros mencionados. Hace cerca de cien años, los fundadores botaron un buque, veloz, atrevido, brillante, con una dotación joven, valiente, ilusionada… Fue un buque ⎼La Falange⎼ con una gran obra viva que ilusionó –incluso hasta el sacrificio⎼ a aquella generación.
Naturalmente, aquel buque también tenía (todos lo tienen en mayor o menor medida) su obra muerta, a veces heredada de organizaciones previas, o importadas de movimientos de porte similar, o necesariamente adquiridas en disputas y enfrentamientos callejeros. La proporción ⎼entonces⎼ era adecuada, con intelectuales, pensadores, poetas, filósofos, militares, obreros… que formaron una sala de máquinas brillante, eficaz y veloz que llevó al buque a encabezar las ilusiones, el ansia de justicia, de unidad y de concordia de la gran mayoría de una sociedad que había sido partida en dos.
Aquel terrible enfrentamiento de 1936 obligó a la formación de frentes –algunos ya preexistentes⎼ cara a la eficacia en el combate. Así, en el ámbito izquierdista, el predominio de la estructura y la disciplina del Partido Comunista, fue el aglutinante de las otras formaciones. Y, casi simultáneamente, en el bando nacional se disolvieron todos los partidos políticos, incluyendo –naturalmente– a la Falange y creando un aglomerado distinto: Falange Española Tradicionalista y de las JONS”, con un jefe militar (obviamente) ajeno a la Falange.
La Falange y su nacionalsindicalismo se diluyó en el Régimen, al principio por las necesidades unitarias derivadas de la guerra y de la pertinaz sequía y, posteriormente, por la entrada en los sucesivos gobiernos, de la tecnocracia.
Los falangistas, a la intemperie se refugiaron en los viejos textos, en las entrañables conmemoraciones. Los gestos, las consignas retóricas, los crespones constituyeron la obra muerta que llegó a ocultar la enorme obra viva de una doctrina, de unas síntesis políticas y sociales, con las que docenas de pensadores ampliaron, enriquecieron y completaron aquellos puntos programáticos iniciales.
Casi todos nosotros, ya veteranos y veteranísimos. fuimos abducidos en la Falange por la poesía que promete, por nada de un párrafo de gracias…, pero, año tras años, fuimos adquiriendo el espíritu crítico y exigente que la nueva doctrina demandaba… y demanda. Porque bajo la obra muerta de parafernalias y nostalgias, bulle una enriquecedora obra viva que, descubierta y desarrollada por nuevas generaciones, conducirá (D.M) a un futuro esperanzador.