Yo me he vacunado, ¿y tú?
15/DIC.- No estamos a salvo por estar vacunados, estaremos a salvo cuando todos los humanos se hayan vacunado.
No quiero ser, en lo posible, la bala que puede matar a mi prójimo. De hecho, nuestro sistema respiratorio es la ametralladora que expulsa, junto al aire de los pulmones, el virus mortal que ya ha matado, según las estadísticas, a más de cinco millones de personas. Suena catastrófico, pero esto sí es verdad, y no los argumentos que usan los llamados antivacunas.
Ayer hablaba con uno y me decía: Hablas así porque no te has enterado de la composición de la vacuna. No –le respondí– ni de ésta ni de las anteriores que me han puesto en el trascurso de la vida: rubéola, sarampión, paperas (trivalente), tétano, gripe, etc., amén de las recibidas al viajar a países donde se exigen ciertas garantías sanitarias.
Toda mi vida me he fiado de los profesionales.
Si compro un piso no estudio la composición de los elementos que lo conforman, ni la vida del arquitecto, simplemente confío.
Si compro un alimento creo que las autoridades sanitarias me avisaran si alguno es perjudicial para la salud. Así con las medicinas que me receta el médico y expide el farmacéutico.
Gracias a esta fiabilidad, hemos llegado al día de hoy a vivir como nunca y con un número de años en perfecto estado de salud.
La hermandad hay que vivirla en los pequeños detalles de la vida. Y son las excepciones las que confirman esta forma de actuar. Negacionistas siempre los habrá. Todavía existen personas que no creen que el hombre haya llegado a la luna. No obstante, la ciencia nos va mostrando las bellas imágenes de nuestra galaxia, de nuestro universo; un universo que gracias a la ciencia, vamos conociendo tanto en lo infinitamente grande como en lo infinitamente pequeño.
No me importaría que siguieran con su negacionismo, si ello no fuera en perjuicio del resto de la comunidad. Quedarnos de brazos cruzados es adoptar la postura del avestruz, que según Plinio el Viejo, ocultaba la cabeza creyéndose a salvo.
No estamos a salvo por estar vacunados, estaremos a salvo cuando todos los humanos se hayan vacunado. Esta es la meta a la que tenemos que llegar; entre tanto, al menos si crees en la necesaria hermandad que proclama nuestra tradición cristiana, propaga esta humana obligación allí donde te encuentres.
Yo me he vacunado. ¿Y tú?