El puñetazo de Primo de Rivera en el Congreso
En la sesión parlamentaria del 5 de noviembre de 1934 estalló en el Congreso una trifulca verbal que escaló hasta el punto de que el entonces diputado falangista José Antonio Primo de Rivera llegó a las manos con el centrista José María Álvarez Mendizábal.
Artículo firmado por Israel Viana, publicado en el digital ABC (29/09/2023). Leerlo en su sitio web original. Recogido parcialmente por La Razón de la Proa (LRP). Solicita recibir el boletín de LRP.
Según recoge el Diario de Sesiones, el ministro de Estado Ricardo Samper, del Partido Republicano Radical, criticó al diputado de centro derecha Dionisio Cano López por una intervención subida de tono que este había realizado. El aludido se lo tomó como una ofensa enorme y le respondió: «El señor Samper ha dicho que no tengo solvencia moral». El lío ya estaba formado, hasta el punto de que este último corrió enfurecido hacia su colega con la intención de agredirle. Un grupo de colegas salió a su encuentro para impedirlo y se formó un gran tumulto.
«iOrden, orden! Invito a los señores diputados a que se sienten. Piensen en la grave responsabilidad que contraen. El país espera del Parlamento la resolución de graves problemas. Este espectáculo es bochornoso», gritó el presidente del Congreso, Santiago Alba. Primo de Rivera echó más leña al fuego, al realizar el siguiente comentario: «Lo que tiene que hacer el señor presidente es dejar que nos peguemos alguna vez». Tal y como queda recogido en el Diario de Sesiones, «ambos tratan de agredirse, siendo separados en el hemiciclo por varios señores diputados».
Ante esta ocurrencia, Mendizábal le contestó: «¡Tú no pegas ni con engrudo!». En ese momento, Primo de Rivera se dirigió a él, le dio un puñetazo y le lanzó al banco de los ministros. Y, a continuación, le comentó con mucho sarcasmo que tenía que darle las gracias porque, por una vez, había llegado al banco azul. Sin embargo, aquella agresión le salió muy cara al fundador de la Falange, pues precisamente el político agredido fue de los que más maniobró para declarar ilegales las segundas elecciones del 36 en Cuenca, consiguiendo que el agresor no saliera elegido diputado. Un hecho que, según algunos historiadores, le costó la vida.
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