En busca del arca (VI). Vigías en la cofa.

En esta expedición de la OJE en la que nos hemos embarcado, por sorprendente que parezca también vamos a Tierra Santa.


La serie En busca del arca, son artículos motivadores preparatorios de la expedición prevista al monte Ararat por veteranos de la OJE encuadrados en su Escuela de Montaña.

Hay que tener mucho cuidado con lo que se dice, pero sobre todo con las palabras que se ponen por escrito. La tradición va dejando retazos de acontecimientos y frases que acaban formando parte del imaginario colectivo y que pueden llevar con el tiempo a confusión si las vemos sin la debida intención (sic); como es natural yo no quiero contribuir a las dudas más de lo que sea preciso cuando cuento un cuento, sobre todo si va de marinos, poetas o piratas (1).

En esta expedición de la OJE en la que nos hemos embarcado, por sorprendente que parezca también vamos a Tierra Santa. Es muy cierto que, desde este Occidente de aquí, entendemos que Tierra Santa es la que vio nacer a Jesucristo y que tiene por su capital a Jerusalén, destino de peregrinaciones y cruzadas. Sin embargo, un poquito más allá, y es sólo un ejemplo, para el Zar Nicolás I, la Santa era exclusivamente la tierra rusa, y lo demás una simple extensión. Y con referencia a dónde vamos, la palabra Ararat, en armenio significa precisamente eso, suelo santo o tierra santa. Siempre la montaña Ararat ha representado un símbolo sagrado de resistencia para los pueblos kurdo y armenio, y posteriormente también para los turcos, lo que no es ninguna sorpresa, pues eso ha ocurrido con muchas montañas.

Por experiencia personal dejo aviso a los navegantes: habremos de ser conscientes del riesgo que se corre si alguien pretende ir a los baños turcos (2), pues os aseguro que no se parecen en nada a una sala de masajes o a una sauna. Tampoco en la historia se han entendido igual, y si no que se lo pregunten a don Miguel de Cervantes que estuvo “disfrutando” de ellos durante casi cinco años en Argel hasta que consiguió que pagaran por su rescate. Yo, si se da el caso, tengo pensado quedarme esperando en la puerta, pero por fuera, salvo naturalmente orden de la superioridad para arrostrar el peligro todos juntos.

También lo del Diluvio Universal que provocó la construcción del arca, ha sido siempre cuestión como es natural muy controvertida, pues nunca llueve a gusto de todos. Hay sobre su acontecer variadas explicaciones religiosas, míticas y científicas (de las últimas, un tsunami o puede que desbordamientos de ríos y mares, otra es el hundimiento de la corteza terrestre, aunque lo más lógico fuese sencillamente pensar que cayó la de Dios). En cualquier caso, esperamos no tener que mencionarlo mucho en nuestro itinerario. Malo sería vernos entonando dentro de nuestras tiendas La hermana lluvia (3) o temas similares, y mucho peor durante cuarenta días con sus noches. En cualquier caso vamos precavidos, y además de músicos y cantores (literal, os doy su palabra), nuestra prudencia nos ha llevado a contar en la tripulación con tres expertos en surcar aguas profundas, sea para reparaciones o quizás naufragios, es decir, buceadores: son los camaradas José María de la Hoz Boada, Bernardo Leiva Pintor y Tomás Palacín Cambra, pues aunque sea ponernos la venda antes que la herida, de paso dejamos cumplida, y aún nos sobra, la normativa en su día establecida (4) para cualquier navío decente.

Esto de convivir con las contradicciones, al menos aparentes, e incluso sentirnos parte de algunas, quizás lo aprendimos cuando aquél mando nos enseñaba el nombre de las estrellas, y nos resaltaba que los luceros brillan más o se ven mejor, cuanto más oscura es nuestra hermana noche. De ahí, luego pasamos al Per áspera ad astra o al Duc in altum, y supimos o al menos quisimos, llegar a la vez hacia lo alto y hacia lo profundo, y hacerlo además de una determinada manera, con un estilo propio. Supongo que ahora se podría decir ser “transversales”, pero las perspectivas de las cosas dependen en gran medida de cuándo y desde dónde se miren, porque subido en la cofa, el vigía lo ve todo mucho más vertical. Así nos hicimos y así somos.


(1). Tres palabras que enlazadas van subidas en una nave que al menos en el pasado, ahora lo dudo, tuvo por nombre Hispanidad, abrazo que no se llevó el viento pues quedaron así escritas. Son las del poema Educar de Gabriel Celaya que también dice:

Es consolador soñar. / Soñar que ese barquito, / llevará nuestra carga de palabras, / hacia pueblos distantes, hacia islas lejanas. / Soñar que cuando un día/esté durmiendo nuestra propia barca / en barcos nuevos seguirá nuestra bandera enarbolada.

(2). Provienen los baños turcos o hammams de las termas romanas. Fueron introducidas en el Imperio Bizantino durante el siglo XI cuando los selyúcidas conquistaron gran parte de Anatolia. El tratamiento se basa en “… sobre todo dar golpes y hay que hacer crujir las articulaciones y deben ser torcidas las extremidades.”

(3). Esta canción de 1963 (?), fue grabada en disco por la editorial Doncel junto con la Canción de la Hermana Mañana, Hermano Fuego y Hermana Noche. También han colaborado en su pervivencia a través, eso sí, de medios técnicos más modernos el Coro San Fernando y la Asociación Doncel. Posteriormente a las canciones ya mencionadas, aparecieron la Canción de la Hermana Luna y la del Hermano Viento.

(4). Desde 1605 en todos los buques de la Carrera de Indias era obligatorio llevar al menos dos buzos.