José Antonio tal y como yo lo veo

15/NOV.- En el Fundador hay junto a su norma espiritual, una constante irreversible: su irrenunciable aspiración a dar a su pueblo, el pueblo de España, una revolución a través de una filosofía política.

Publicado en la revista Gaceta de la FJA de NOV/2021. Ver portada de la Gaceta FJA en La Razón de la Proa (LRP). Recibir actualizaciones de LRP.​​​

Creo que sin ánimo de hacer trampas de solitario, conozco a José Antonio desde los tiempos en que mis camaradas, jefes de centuria en el traicionado Frente de Juventudes, nos hablaban del Fundador de Falange Española. Desde entonces, hace ya la friolera de 70 años, siento admiración y un respeto profundo por un hombre que nos dejó el ejemplo de su vida y el testimonio de su obra, de su ideología, de su mensaje político. Y la verdad, por mucho que he indagado, estudiado y analizado ⎼modestamente⎼, su comportamiento integral como ciudadano y como político, no acierto a entender cómo ahora, a casi cien años de su muerte ⎼fusilado por un gobierno marxista⎼, aparecen exégetas conminándolo a un ser poco menos que estereotipado, muy particular y lo que es peor, contradictorio.

Los hay quienes le reduce a una figura cuasi mística, arquetipo de humanista (enfatizando su firme formación espiritual), tal como lo verían insignes representantes del mundo azul como Aguinaga o Suárez (de quienes no tengo más que palabras de gratitud pero que disiento cariñosamente), o quienes como yo mismo lo dibujo como un hombre profundamente revolucionario, que, como diría José Luis Aranguren ⎼creo⎼ no pensaba en revueltas incontroladas o sangrientas, sino en «no descansar hasta que sepamos ganar para España la cosecha que siembra tu muerte», como juró ante el vilmente asesinado Matías Montero un 10 de febrero de 1934.

Para mi, que procuro estar al tanto de cuánto se escribe, se critica o se estudia en todo lo que se refiera al Líder, me parece un ejercicio devaluatorio y equivocado esas disquisiciones acerca de su personalidad, instándolo incluso a una mentalidad incierta y contradictoria.

El hecho de que José Antonio tuviera unos requiebros amorosos, momentos de furia incontenible o que, buscando la síntesis más justa en su exposición doctrinal y en su desarrollo, actuara al hilo de la realidad necesaria, no implica en absoluto ideas opuestas, contrarias o aparentemente divergentes. En el Fundador hay, junto a su norma espiritual, una constante irreversible: su irrenunciable aspiración a dar a su pueblo, el pueblo de España ⎼¡Qué gran pueblo si hubiera buen señor!⎼, una revolución a través de una filosofía política que avant la lettre, considero urgente para nuestra patria. Como señalaría mi querido Petón ⎼tampoco hay en él contradicción entre su profesión y su currículum vitae⎼, alguien que tiene en su despacho los versos de Ruyand Kipling, ni se contradice ni se equivoca. No es contradictorio ni es ex cátedra. Fue un hombre con todo lo que tiene de admirable y grandioso.


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